El albañil ¿el asesino?

Por Pablo Callejón Periodista

En cada declaración periodística, el fiscal Fernando Moine habló de indicios, nunca de pruebas. Esa trama de elementos indiciarios que impulsó el investigador fueron la matriz del razonamiento judicial que expone a un albañil de 46 años con residencia en Las Albahacas, sin antecedentes penales y detenido desde hace 2 años, a una posible pena de reclusión perpetua por el crimen de la comerciante riocuartense Claudia Muñóz (51).
Tras desestimar como hipótesis una supuesta trama de extorsión y venganza en un proceso de adopción y rechazar la idea de un robo violento, Moine apuntó a Sergio Medina como el presunto autor de femicidio y homicidio agravado por ensañamiento. A Claudia la asesinaron de 37 puñaladas, aunque solo uno de los golpes certeros del arma homicida le provocó la muerte. En el comercio de calle San Martín había numerosos rastros de sangre, pero el análisis forense no pudo hallar ADN del homicida. Si Medina fue el autor del crimen, nunca dejará de sorprender que haya sido capaz de borrar todo rastro genético. Tampoco la Policía pudo encontrar el elemento cortante que utilizó el asesino.

El brutal crimen ocurrió a las 5 de la tarde del 9 de mayo de 2017, en una zona de tránsito fluido y a pocos metros de la comisaría de Abillene. En el expediente, una vecina aseguró haber advertido cuando Medina comenzó a caminar rápidamente detrás del vehículo de la mujer, quien debía abrir, como la hacía cada tarde, su local de ventas de ropa. Pero ningún testigo pudo observar cuando Medina ingresaba ó salía del comercio. El fiscal debió apelar a una cámara ubicada a más de 200 metros del local, que habría logrado determinar el paso del acusado hacia el lugar del crimen. La defensa del doctor Carlos Hairabedian insistió en que “se trata de un registro borroso, que no logra precisar si la persona que aparece caminando es el imputado”. Señalaron que Medina había estado en la casa de un familiar y que luego fue de compras. Para el experimentado letrado cordobés, “ninguno de los elementos probatorios conducen a colocar a Medina en la escena del crimen”.

Una primera lectura del entonces juez de Control Daniel Muñóz le dio la razón a la defensa y Medina fue liberado por algunos días, aunque seguía implicado en la causa. El revés llegó tras la apelación del fiscal Moine ante la Cámara Segunda del Crimen. Los magistrados revocaron la decisión de Muñóz y una comitiva policial fue en busca del acusado, quien se encuentra detenido desde octubre de 2017.
El juicio oral con jurados populares que comenzará el 11 de febrero será la oportunidad para dirimir la suerte de Medina en la Cámara Primera del Crimen. La acumulación de indicios que parecieron alcanzar el grado de probabilidad que exige la instrucción, necesitará ahora de la certeza. Hairabedian pidió que los jurados “no se dejen llevar por sensibilidades y pasiones, sino por el razonamiento”.
La investigación descartó rápidamente la presunción de un robo debido a que no había faltante de prendas o dinero. Medina era un cliente ocasional del comercio de la víctima y los familiares del acusado niegan que haya existido otro vínculo con la mujer.
La pista que derivó en la detención del albañil tres meses después del hecho provocó un vuelco en una causa que parecía inmersa en la incertidumbre. Medina compraba ropa “por encargue” y su ficha fue “la única” que los investigadores no pudieron hallar en el comercio tras el crimen. El supuesto homicida habría tomado la precaución de sustraerla para ocultar su relación de cliente.
El fiscal Moine y los jueces de la Cámara Primera del Crimen Emilio Andruet, Carlos González Castellanos y Pablo Bianchi consideraron válido el indicio de presencia del imputado en la escena del crimen. No solo apuntaron al registro de video y la ausencia de la ficha, sino al “indicio de mala justificación”, un aporte técnico que refiere a la falta de consistencia en los dichos de Medina sobre su presencia aquella tarde, el sector donde la mujer apareció asesinada.
El imputado dijo que había ido a comprar algunos materiales a un corralón y luego hizo una jugada de Quini 6 en una agencia cercana. Los camaristas consideraron sospechoso que hubiera conservado durante más de dos meses el comprobante de una jugada de azar que a esa altura no tenía ningún valor. Creen que aquella decisión fue parte de su estrategia de encubrimiento.

Después de encabezar marchas en reclamo de Justicia, el viudo de la víctima, Juan Carlos Debia, y el resto de la familia de Claudia confían en la investigación del fiscal Moine y esperan que el Tribunal condene a Medina por el brutal homicidio.
Los familiares del imputado también esperan ansiosos el juicio. Creen que será la oportunidad de demostrar la inocencia de Medina, luego de una batalla judicial que dejó airoso al fiscal de instrucción. Ante los medios, aseguraron que si “todos pudieran ver cómo vivía el albañil junto a sus padres” en la tranquilidad serrana de Las Albahacas advertirían que no ostentaba las condiciones para cometer un crimen a media cuadra de una comisaría, ocultar las pruebas, incluso su propio ADN, y escapar sin ser advertido por nadie.
La tarde del crimen, Medina regresó a la casa de su tía sin ningún rastro de sangre en la campera y la camisa con la que había salido minutos antes para hacer “algunas compras”

El día que la mataron, Claudia había ido al gimnasio y luego abrió su negocio. Cumplió con una rutina normal, sin sobresaltos. No tenía problemas de pareja y era una madre afectuosa. La primera duda que surgió tras el brutal ataque fue por qué lo habían hecho. 37 puñaladas y una herida mortal en el sector de la ingle fueron la expresión de un asesino ensañado con su víctima. El juicio oral espera por la verdad real de un hecho que conmocionó a los riocuartenses. El Tribunal tendrá la difícil tarea de determinar con un cúmulo de indicios si es posible determinar quien fue el asesino y condenarlo. O admitir, que con la acusación a Sergio Medina las víctimas pudieron ser dos.