Mientras tanto, “vamos viendo…”

Por Pablo Callejón Periodista
“Uno recortará la plataforma para ver la película, otro dejará de usar el auto, otro resignará la cena. Haces una comida en el almuerzo para los chicos y después, durante el día, vamos viendo. Es una realidad, hay que aceptarlo, no nos tiene que dar vergüenza. Es decir: me estoy ajustando en un montón de cosas” Quizá no se trate de vergüenza, sino de hambre. Para el periodista Eduardo Serenellini daba lo mismo. Y así lo afirmó ante las cámaras de La Nación Más. Si hay que ajustar en la comida, incluso la de nuestros propios hijos, “vamos viendo”. El acto de cinismo y desinterés por el estómago vacío de los que ni siquiera pueden completar dos comidas diarias tuvo su recompensa. Serenellini fue designado como nuevo secretario de medios del Gobierno de Javier Milei. Con un poco más de decoro, el ministro de Economía Luis Caputo, o “el Messi de las finanzas” como lo definió Mauricio Macri, había lanzado “un gracias por el sacrificio” a los millones de argentinos que recibieron la Navidad con la angustia que aprisiona las gargantas y el bolsillo. En apenas 19 días, el plan de la motosierra hace ruidos por todos lados, pero solo lastima a quienes insisten en seguir abrazados a la cadena.
El discurso de la fortaleza política para “el más votado de la historia” es parte de un relato ficcional que puede mostrar al presidente y algunos de sus ministros y asesores, saludando desde el balcón de la Casa Rosada a una plaza de Mayo vacía. Milei no tiene territorialidad, ni gobernadores o intendentes que formen parte de su avanzada libertaria. El 56 por ciento de los votos que impulsaron su arribo al poder fueron consecuencia de un balotaje. En las PASO y la primera vuelta, solo un 30 por ciento de los argentinos y argentinas pusieron la boleta de La Libertad Avanza. El rechazo a “más de lo mismo” le abrió al líder de las fuerzas del cielo las puertas de la historia y dejó entreverarse en la República una ráfaga de mesianismo.
Nunca fue la Casta el objetivo. Sin estructura propia, conformó un gobierno con macristas y schiaretistas para licuar la deuda de las grandes corporaciones empresarias, devaluar el salario de los trabajadores y facilitar el desmantelamiento del Estado. Acciones de efecto rápido y sin anestesia. Así lo había imaginado Macri. El fastidio por el mal gobierno de Alberto Fernández pudo facilitar una luna de miel con el kilo de carne a 8 mil pesos, un paquete de arroz a 2 mil pesos o un litro de aceite a 3 mil. Lo difícil es sostener el mensaje de aguantar hasta que duela, para ser Alemania recién en 35 años. Sobre todo, cuando se dictan políticas que favorecen a las empresas concentradas de alimentos, las agroexportadoras o los multimillonarios que le envían mensajes de amor a través de Twitter.
La clase media se desmorona. No es solo por la voracidad en alcanzar el equilibrio fiscal, sino por la decisión de inclinar la balanza en forma desmesurada. Milei se esfuerza por compensar a las elites. Al mercado no le interesa otra cosa. Los dueños del capital prefieren ganar la mayor cantidad de dinero y no pagar impuestos en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, en otros países existen regulaciones por parte del Estado para alcanzar mínimos equilibrios. Resulta más fácil sentirse libre con los bolsillos repletos de dinero.
Según la encuesta de la consultora Zubán Córdoba, Milei malgasta un punto de respaldo por día. Aseguraron que “no hay registros de un desencanto similar”. Los respaldos en política son una construcción permanente. Solo basta recordar el 80 por ciento de adhesión para Alberto Fernández en su primer año de gobierno. La foto de la fiesta en Olivos fue un golpe certero a su credibilidad. Pero, hubo otros. Los trabajadores perdieron poder adquisitivo y calidad de vida en esos cuatro años. El modelo de Fernández fue también una escandalosa transferencia de recursos para los poderes concentrados. Los candidatos dejaron de hablarle a esa mayoría desencantada con años de deterioro en sus economías familiares. La decepción se convirtió en bronca y alguien vio la oportunidad de revolear la motosierra con promesas de dinamitarlo todo. Y aunque la bomba aún no estalló, en un par de semanas acortaron brutalmente la mecha.
El mal trago de diciembre es apenas una carta de muestra. La caída de la economía con una inflación superior al 30 por ciento tendrá su impacto más severo en algunos meses. El desplome del consumo derivará en historias ya conocidas. La economía real, la de todos los días, necesita de que el verdulero venda sus manzanas, el zapatero comercialice sus calzados o el propietario de la tienda logre convencer al cliente de llevarse un pantalón. La cosecha récord, aún a pesar de una suba de retenciones, podría aliviar en algo el impacto de la recesión. El economista Carlos Seggiaro recordó el tufillo menemista de las políticas de Milei. Los 90 regresaron sin pizza y con champagne para pocos. La Argentina está de saldo, sometida a cambios por decreto tuvo el respaldo del Círculo Rojo y el FMI. El rechazo social al “ajuste necesario” es cada vez mayor, pero aún sostiene un nivel de adhesión superior al 40 por ciento.
Después de transitar la peor navidad en años, los comerciantes temen a un verano capaz de congelar todos los ingresos. “Se viene un aumento de la cerveza del 40 por ciento. No viene nadie ahora, imaginate si esto no para”, se lamentó el propietario de un bar. En los almacenes la gente solo compra lo justo, ni siquiera lo necesario. Los alquileres comenzarán a medirse en dólares y en pactos desiguales entre inquilinos y propietarios. La Universidad es parte del escenario de incertidumbre, que podría derivar en un estado de conflicto permanente. Con el presupuesto de 2023 podría funcionar hasta mayo, según advirtieron docentes de Economía. Nadie puede garantizar un dictado más o menos normal de clases. Tampoco en los niveles primario y medio. El acuerdo de actualización automática para los trabajadores estatales se desmoronó ante la avanzada del ajuste. El gobierno nacional extorsiona a las provincias con no enviar fondos sino respaldan en el Congreso el Decreto de Necesidad y Urgencia y la Ley Omnibus. La táctica del apriete permanente podría ablandar los principios ideológicos de algunos gobernadores, pero es insostenible en el tiempo. Cómo advirtió el gobernador cordobés Martín Llaryora, pueden cerrar los números pero “va a ser la paz del cementerio”. Quizás tampoco haya demasiada paz. La bronca en las urnas sigue mirando hacia la Casta de la que eligió rodearse Milei y la tensión en las calles comenzó a desafiar el protocolo de las marchas en vereda.
Los que deciden sobre la Argentina que vienen son los mismos que ya estuvieron antes. Federico Sturzenegger asociado a Domingo Cavallo, Patricia Bullrich con De la Rúa y Macri, Caputo en el gobierno de Cambiemos, Rodolfo Barra como ministro de Menem. No hay nada nuevo. Salvo Milei, su campera de cuero y ese discurso enfurecido que hablaba de despertar leones, aunque logró despabilar a algunos lobos de Wall Street.
De espaldas al Congreso, el Gobierno busca acelerar los tiempos de una reforma que aspira a superar la decadencia de las últimas décadas, con las mismas recetas que ya utilizaron Martínez de Hoz, Menem, Cavallo, De la Rúa, Macri y ahora, Milei. El país de la libertad yo no besa la espuma y la sal como en la canción de León Gieco. No todos podríamos buscarnos allí. El poder volvió a tomar por el mango a la motosierra, mientras una mayoría “vamos viendo” como seguir. Esa luna de miel que se oculta cada vez que los chicos esperan por un plato de comida en la mesa.