“Cuando Bomberos solicitó el servicio de emergencias informó que se trataba de dos heridos y lo razonable era que acudieran dos ambulancias”

  “Cuando Bomberos solicitó el servicio de emergencias informó que se trataba de dos heridos y lo razonable era que acudieran dos ambulancias”, afirmó el jefe de Bomberos, Guillermo Rafti, tras el siniestro fatal en Alem y Goyena, en el que falleció Marcos Aguilar.
En diálogo con Póster Central, Rafti habló por primera vez sobre el rol de la institución y precisó que, “Bomberos tiene a cargo la recepción del llamado y deriva el pedido a la firma prestataria”


“Es la empresa la que decide cuántas ambulancias envía. Si hay un accidente múltiple con varios heridos, la información se  da a la empresa. En este caso, se informó que eran dos motocicletas y dos heridos. Obviamente, la persona que llama para pedir la ambulancia no puede determinar la gravedad, esto lo debe precisar el equipo médico”, explicó.
Rafti resaltó que “lo razonable es que si hay dos personas heridas es que se enviaran dos ambulancias y si enviaron una, el equipo médico debe evaluar si es necesario una segunda unidad de apoyo”.
“Es el medico quien debe solicitar la ambulancia con un llamado al 107 o directamente a Bomberos. Nosotros no tenemos un registro de cuántas ambulancias lleva la empresa al lugar del siniestro. Aquí se ha abierto una investigación por parte del municipio y ya hemos presentado nuestro informe”, subrayó.
El jefe de Bomberos dijo que “a nosotros nos deberían enviar el horario en el que llega la ambulancia, pero esto no sucede siempre” y añadió: “Nosotros informamos el horario en el que se solicitó la ambulancia y qué requerimiento se solicitó a la empresa. Esto está apoyado por grabaciones telefónicas. Nos llegó el pedido de una segunda ambulancia mucho tiempo después del primero. En esto hay que ver qué evaluación hizo el equipo de salud en el lugar del accidente”, argumentó.
Para Rafti, “no se puede evaluar la eficiencia del sistema de emergencias por este caso nada más, aún cuando se trata de un hecho tan grave” y consideró que “el municipio realiza los controles y tiene los mecanismos para actuar”

La muerte absurda

Por Pablo Callejón

Marcos Aguilar ingresó al Instituto Médico en brazos de su papá. Aunque le faltaba el aire y el golpe le aprisionaba el pecho hasta asfixiarlo, en el recorrido hasta el centro médico no hubo sonidos de ambulancias ni sirenas policiales. Cristian les reprochó a los efectivos a cargo del operativo la ausencia de atención médica para su hijo y decidió llevarlo, con sus propios medios, a un centro asistencial. Los vecinos habían documentado cada minuto que Marcos debió pasar desplomado en el piso, agobiado por el llanto y con el dolor de las heridas internas que acabarían con su vida. Aquella madrugada del sábado 14 de enero la tensión cruzaba en silencio las avenidas y calles que los separaban del lugar del accidente. Cristian y Marilina pidieron la asistencia urgente que su hijo no había recibido “durante más de 40 minutos” en la esquina de Goyena y Liniers. Las graves lesiones por la violenta colisión derivaron finalmente en un absurdo desenlace para la vida de un joven de tan solo 18 años.

A las 23,45, Marcos regresaba por calle Liniers con dirección a su casa. Cuando se acercó al semáforo, observó que “pasaba a verde” y aceleró para abordar la esquina. Por Pedro Goyena circulaban otras cuatro motocicletas. Testigos señalaron ante la fiscalía de Fernando Moine que el rodado en el que viajaba Luis Mancinelli “cruzó en rojo y a alta velocidad”. El impacto fue ensordecedor. Los conductores perdieron el control de los vehículos y Marcos golpeó contra un paredón. Pese al final de la jornada, la intersección es una de las más transitadas en el barrio y en un breve lapso de tiempo estuvo rodeada de personas.

Carolina es la mamá del mejor amigo de Marcos. En la agenda telefónica aparecía entre los contactos como “Mamá Caro” y los vecinos la llamaron para advertirle sobre el accidente. Aunque se había informado sobre dos heridos graves, solo llegó una ambulancia. Mancinelli estaba inconsciente y la médica optó por derivarlo primero. Testigos observaron incrédulos lo que ocurría. “¿Por qué hay una sola unidad de emergencia?”, “¿En qué momento enviarían otra?”. Cuando la familia llegó al lugar del siniestro, el joven motociclista aún estaba allí.

Aquel viernes tenía mucho para celebrar el mayor de los tres hermanos Aguilar. Marcos había concluido el secundario en el colegio Concordia sin demasiados sobresaltos. “Nunca nos dio trabajo con las materias”, recordó Cristian. Ese mismo día, había concurrido con su mamá a la Universidad para inscribirse en Agronomía y Veterinaria. Amaba la vida social en la ciudad, pero su pasión eran las tareas en el campo. El jueves había compartido una reunión con amigos y el festejo se extendería hasta la noche del final abrupto y trágico. La amistad era un compromiso de solidaridad que Marcos había pactado como una razón de vivir. Disfrutaba de la natación en el Centro 11, las carreras de motos Enduro y las charlas con Cristian en cualquier lugar de las sierras, cómo un modo de aventurarse en experiencias inolvidables sobre dos ruedas. Había heredado el amor por las motos de su papá y cuando cumplió la mayoría de edad pudo tener su propio vehículo. “Era riguroso con su seguridad y jamás salía sin el casco”, advirtió Cristian. El mandato se revela con una sensación de impotencia y angustia tras el siniestro fatal.

En las últimas horas declaró un remisero que venía detrás de los motociclistas en calle Goyena. Los padres de Marcos están convencidos sobre la responsabilidad de Mancinelli y esperan el acto aliviador de la Justicia. El motociclista fue imputado de homicidio culposo agravado por conducción peligrosa de vehículo y tras ser prontuariado, recuperó la libertad. En plena feria judicial todo parece más lento. El fiscal aún no recibió el informe pericial accidentológico ni el resultado del análisis de alcoholemia. Podrían llegar la semana que viene y dar lugar a la indagatoria del único imputado.
A una semana, la ausencia es un acto de angustia impaciente. Marcos era “demandante” con su mamá, un hijo cariñoso, un buen amigo, un joven solidario y un soñador inquieto. El duelo parece irresuelto, fragmentado en mil partes por las dudas que agobian a su familia. La muerte irreparable, como una sentencia injusta del drama desolador y evitable.