Silencios intramuros

Por Pablo Callejón

El pastor evangélico les aseguró ser el representante de Dios en la tierra. Les pidió a sus víctimas que se entregaran de cuerpo y alma, aunque dos de ellas solo tuvieran 9 y 11 años. Utilizó la fe para manipular la resistencia de los fieles y los sometió a una sumisión absoluta bajo el presunto dictamen de un Dios permisivo con los abusos sexuales. El relato del fiscal René Bossio sobre las conductas de Víctor Paredez describieron en forma descarnada el accionar del religioso durante 14 interminables años.

En abril de 2019, Bossio recibió por primera vez a una de las víctimas. Era un hombre mayor que llegó al despacho judicial acompañado por su mujer y sus hijos. En un relato tembloroso, el sujeto de gesto tosco y bonachón pudo describir lo que había ocurrido en la vivienda contigua al templo en Las Perdices, donde vivía Paredez. Incapaz de creer en la Iglesia que buscó encubrir al pastor y en la Justicia que tiempo antes desestimó su relato, el denunciante resolvió hacer público el recuerdo tártaro  que le quitaba el aire y le impedía conciliar el sueño por las noches. Tras su testimonio en una entrevista televisiva, fue citado por el fiscal que comenzó a indagar en los suburbios del infierno. No solo había sido víctima de violación el hombre  que se contenía en el abrazo de su esposa. El pastor también habría abusado del hijo de la pareja cuando el niño apenas había cumplido los 11 años.
“Una de las víctimas pensó en suicidarse y no lo hizo por el acompañamiento de su familia. Son personas que sufren secuelas para toda la vida”, advirtió el fiscal. Se encerraron toda la maldita vida en la que pidieron  ayuda y hartos del silencio, reconstruyeron los resabios de su propia historia.

Bossio admitió que reconstruir los hechos ocurridos entre 1996 y 2010 fue una ardua tarea que lo reunió con las víctimas y sus familiares durante un poco más de un año. Los delitos ocurridos intramuros, inmersos en las sombras de una vivienda a metros del templo, son hoy una advertencia para quienes buscaron ocultarlos del juicio público. La defensa aún puede apelar la resolución que acerca a Paredez al banquillo de los acusados, pero la contundencia de las pruebas parece cercar al falso enviado de Dios.
El Pastor se encuentra detenido desde el 2 de mayo de 2019, cuando el fiscal de Villa María ordenó que sea trasladado a una cárcel de la ciudad. Los familiares de los denunciantes advirtieron que el templo continuó abierto y lamentaron que la Iglesia Biblia Abierta nunca se expresara en repudio a  la conducta de Paredez.

El pastor nació el 10 de marzo de 1951 en El Dorado, una ciudad misionera lindera a dos arroyos tributarios del río Paraná. Antes de radicarse en Las Perdices, vivió casi una década en San Miguel, en el conurbano de Buenos Aires. Al llegar a la localidad cordobesa sobre ruta 158, Paredez decidió vivir en la casa del Templo y luego se trasladó a una vivienda de Mendoza 869. Durante casi 40 años se dedicó a la actividad religiosa y hasta llegó a formar parte de la conducción nacional de la Iglesia Biblia Abierta. Ya radicado en el pueblo, se casó con una mujer que también se desempeñaba como pastora y fue padre de 3 hijos. Tras las denuncias que derivaron en su detención, el fiscal lo acusó por 12 hechos de abuso sexual simple con acceso carnal, gravemente ultrajante y abuso sexual simple, agravado, continuado.

Daniel me esperó con un café que dejó enfriar en la charla. Estaba sentado sobre una mesa alejada de la pared de vidrio que rodea el bar de la terminal de ómnibus. Aquel día accedió hablar sobre los abusos que sufrió y se prometió no regresar a Río Cuarto. El joven de rostro delgado fue el primer denunciante de los abusos de Paredez. Hacía años había perdido la fe en su Dios y en la Justicia. Nunca pudo saber por qué archivaron tan rápidamente la denuncia los burócratas de la oficina con la máquina Olivetti. “Carecía de recursos para seguir con todo esto. Hoy salen casos similares y la una indignación muy grande. Le presenté nuevamente las denuncias al nuevo investigador porque esto no es fábula, fue real”. Después de la entrevista tomó un bolso de mano con un logo de Adidas y subió al micro para no regresar.

La violencia sexual por parte de curas y pastores desangró la fe de miles de fieles en la Argentina y en el mundo.  No se trató de casos aislados a lo largo de la historia, sino de acciones organizadas, encubiertas por jerarcas religiosos a cargo de instituciones que no podrían acceder al perdón del Dios que veneran. Las víctimas esperan que nada haga retroceder la búsqueda de Justicia. Que  no existan otros silencios intramuros. Nunca fue fábula. El dolor, es demasiado real.