Señores jueces, archívese

Por Pablo Callejón

Si el crimen de Nora Dalmasso no hubiera prescripto, la fiscalía debería salir en busca de un nuevo amante. Al menos, si decidiera seguir las recomendaciones del fiscal de Cámara Julio Rivero. El extenso alegato del funcionario judicial aparece casi al final de los fundamentos con más de 1300 páginas que se conocieron hoy. Es el desenlace previsible de un texto que solo actúa como el resumen burocrático de uno de los peores capítulos judiciales de Córdoba. Rivero insistió en que “hubiera sido un acto de cobardía” acusar a Marcelo Macarrón, en un intento por reparar la decepción social por su labor en el juicio. Poco más. Los jueces solo dejaron una mínima impronta al acompañar el planteo que describe a la mujer asesinada el 25 de noviembre del 2006, como víctima de violencia de género. Daniel Vaudagna, Natacha García y Gustavo Echenique señalaron que “hubo una violación indebida de la intimidad de Nora Raquel Dalmasso” y destacaron que “las características con que se construyó el personaje que llevó su nombre, respondieron a una visión sesgada y estereotipada de un tipo de mujer a la que era posible invadir y asignar malas consecuencias”. Los magistrados “invitaron” a “la reflexión y al debate sobre los estereotipos, a la sociedad civil que –a veces en forma inconsciente– acuna estereotipos y prohija desigualdad y violencia; a los miembros del Poder Judicial y del Ministerio Público Fiscal (entre quienes nos incluimos) para continuar con la capacitación y la reeducación en materia de derechos de las mujeres”. Fue el único lugar para la opinión que emerge de los fundamentos. El resto, es solo la recopilación de los trazos que condujeron a la impunidad.

Volvamos al inicio del relato. Rivero había señalado en su alegato que “se debe descartar la existencia de un homicidio por precio o promesa remuneratoria, porque el sexo consentido, previo al acontecer homicida, echa por tierra un acuerdo criminal”. El fiscal de Cámara apuntó claramente a la hipótesis que formularon los forenses Martín Subirachs, Guillermo Mazzuchelli y Virginia Ferreyra, pero se encargo de desestimar el valor probatorio del único ADN hallado en la zona genital y el cinto de la bata con el que asesinaron a Nora. Rivero aseguró que a la mujer “la mató una sola persona, un hombre, conocido por ella, que lo más probable la haya estado esperando y que la sorprendió cuando estaba en la cama de su hija Valentina” y agregó: “Acto seguido se produce un acontecimiento sexual consentido, querido por ella, y a continuación una actividad homicida con el agresor sobre el cuerpo de Nora”. El fiscal sostuvo que no fue el viudo Marcelo Macarrón, ni el amante reconocido Guillermo Albarracín. Lanza, entonces, la suposición sobre un nuevo vínculo de la víctima. ¿Rohrer? El ADN dio negativo. ¿Y entonces, quien?  Nuevamente se incorporaron las sospechas sobre la vida íntima de la mujer que pareció morir por enésima vez en el desenlace del alegato.

“Como fiscal, le digo al asesino, que no hay prescripción que esté por encima de la verdad y voy a solicitar que se pongan a disposición de esta fiscalía la totalidad de las actuaciones, a los fines de que sea la Fiscalía de Instrucción de Primer turno, la única que puede intervenir, para que den con el asesino, le imputen el asesinato de Nora Dalmasso, le fijen un hecho, lo indaguen, como hicimos o como hizo el poder judicial de Río Cuarto, con el Ale Flores”, expresó Rivero. La comparación no resultó muy feliz. El cuerpo del niño atropellado por un móvil policial no surgió por una ardua tarea investigativa sino por la azarosa aparición de los restos al final de una alcantarilla, en un terreno descampado. El pedido de una nueva actuación por el crimen de Nora no parece hallar la convicción que permita desmoronar 15 años de los peores desvaríos judiciales.

En los fundamentos solo queda insistir en lo que dijo el fiscal de Cámara. Sin querellante, el pedido de absolución fue una sentencia. Rivero afirmó que el móvil de la muerte de Nora Dalmasso “no es sexual, ni la mataron con motivo u ocasión del robo, sino que fue personal, con un compromiso emocional y psicológico de Nora Dalmasso con su autor”. Las manifestaciones del funcionario judicial parecen añejas, aunque apenas pasó un mes. El 5 de julio, Rivero dijo que no podía ser “un acusador a ultranza” ni dictaminar “cediendo a presiones mediáticas y sociales”.  Es extraño, la sociedad nunca pidió por cualquier asesino, sino por hallar al autor del crimen. Fue esa misma sociedad la que cuestionó las imputaciones a Facundo o el pintor Zárate, por ejemplo, mientras la Justicia insistía en acusarlos, al mismo tiempo y por delitos diferentes. ¿Por qué el fiscal de Cámara insistió en avanzar con una acusación en la que nunca creyó? Difícil saberlo. El resultado fue un proceso en el que el abogado Marcelo Brito se impuso como Director de Orquesta de una obra que no podía tener otro final que la tragedia.
“Solamente quiero decir que soy inocente y agradezco por todo”, afirmó Marcelo Macarrón al hacer uso de la palabra tras el alegato del fiscal Rivero. Fueron las últimas manifestaciones del imputado. La causa está prescripta y el fallo dejó poco lugar para los fundamentos. Señores jueces, archívese.