El sencillo arte de respirar

Por Pablo Callejón

La primera señal de alerta fue el 10 de abril. Río Cuarto duplicó la cantidad de casos hasta alcanzar un promedio de 55 por día. Con un piso muy alto, comenzó una meseta de 5 semanas que derivó en el segundo impacto. Esta semana, el promedio llegó a 66,5 casos diarios, un incremento de 15 contagios por jornada. Como sucede en toda la Provincia, la ciudad transita un alza sostenida en el índice epidemiológico que parece contrastar con el relajamiento que revelan las conductas sociales. Los espacios verdes y calles están repletos. Hay bares, comercios, bancos, gimnasios, peluquerías y galerías colmadas de gente. Algunos respetan la distancia y usan correctamente el barbijo. Otros, incumplen sistemáticamente, como si hubieran perdido el respeto a la enfermedad. Aún peor, como si no existieran los otros. Los viejos, los padres, las madres, los amigos, los vecinos, los que esperan no contagiarse. Dilapidaron las convicciones que nos habían preparado mejor para enfrentar la pandemia. Y en las terapias están los que antes transitaban sin complicaciones por el virus. Sobre la cama caliente hay cuerpos jóvenes y productivos. Víctimas del engaño de quienes desestimaron lo que estaba pasando en el país y en el mundo.

El “Rucu” debió enfrentar una larga batalla contra el Covid en un centro asistencial de Río Cuarto. Los familiares y allegados en Huinca Renancó convocaron a cadenas de oración para pedir por su recuperación. Sin embargo, una grave neumonía aceleró el final. Tenía solo 39 años. Unas horas antes, los vecinos se habían conmovido con el fallecimiento de Darío Pasarello, de 48 años. Nadie podía creerlo en la ciudad de 10 mil habitantes, donde todos se conocen y el dolor se comparte tanto como los abrazos. A veces, la enfermedad parece hilvanar una lenta agonía, como si aguardara el momento del zarpazo. En otras ocasiones, es fulminante. Quienes ingresan a Terapia reducen sus probabilidades de sobrevida. Las enfermeras suelen grabarles algún video para que sus familias reciban un último mensaje. Las muertes por la enfermedad suman el doloroso espasmo de la soledad.

La lucha contra el Covid no es solo novedosa, puede resultar extraña. El secretario general de AGEC, José Luis Oberto, recordó como debió “aprender a respirar” tras sobrevivir al virus. Nadie nos enseña a respirar cuando nacemos. En un acto de supervivencia aspiramos y exhalamos el aire por la nariz. A los seis meses los músculos de la lengua, la cara y el paladar se desarrollan hasta permitirnos respirar por la boca. Superar el Coronavirus exige un renacer. Es una reconstrucción de músculos, tejidos, movimientos de las extremidades y el sentido de la movilidad. Exige también el aprendizaje de lo que creíamos naturalizado. “Cuídense, cuídense mucho. Tengo que zafar. Me queda mucho por pintar para todos”, escribió desde la terapia intensiva del Sanatorio Privado el artista Paco Rodríguez Ortega. Las historias de superación de la enfermedad tienen nombre y apellido. A veces, personas que simplemente conocemos. Y en muchos casos, de aquellos que amamos. Podemos ser nosotros mismos. Nadie eligió convivir con una pandemia que contagia por millones y mata por miles. No podríamos salvarnos solos. Necesitamos del otro como cómplice necesario del acto de prevención. Si alguien falla, muchos pueden ser víctimas del acto negligente.

El parte médico sobre el estado de salud del intendente de Sampacho, Flavio Juárez, es una descripción exhaustiva de las estrategias conocidas para enfrentar el virus y de las complejas variables de efectividad. El doctor Marcelo Rojo explicó que el paciente de 49 años ingresó a la Clínica del Sud por una ”insuficiencia respiratoria” y se implementaron todos los “tratamientos médicos habituales según protocolo COVID 19”. Juárez fue asistido con una transfusión de plasma y lo sometieron a una ventilación no invasiva a través de máscara a presión positiva. Ante la falta de respuestas, se desarrolló una intubación orotraqueal y en posición prono durante 72 horas. El mandatario de Sampacho profundizó el “compromiso inflamatorio pulmonar, con empeoramiento severo, con mal estado general y en pronóstico reservado”. El pueblo ruega por su recuperación y en los ámbitos políticos crece la conmoción por la gravedad del caso.

La oportunidad ante el avance de la segunda ola emerge de la detección temprana de casos y la continuidad del plan de vacunación. En Río Cuarto ya se realizaron más de 200 procedimientos Identificar, con una regularidad de seis operativos por semana. La clave es “testear, trazar y aislar” para evitar que se multipliquen los contagios. La inmunización avanza, pero un alcance masivo podría demorar varios meses. 34.475 riocuartenses ya fueron vacunados y 10.753 recibieron la segunda dosis. Fue intervenida la totalidad de la población en geriátricos y casi 18 mil mayores de 70 años, un 95 por ciento del grupo etario. Además, aplicaron dosis en 11.332 mayores de 60 años. La Provincia anunció que la semana próxima iniciarán el plan de cobertura en quienes superan los 55 años y docentes del nivel medio. También reforzarán la convocatoria en trasplantados, dializados y personas con discapacidad. En el país, arribaron 11.373.872 unidades, de las cuales ya se aplicaron 9.541.511. En el último mes comenzó a acelerarse el arribo de producción y se prevé que, Argentina incorpore otra partida de casi 5 millones de Astra Zeneca antes de fin de mes. El laboratorio inglés, asociado a una firma argentina, cumplirá parcialmente del acuerdo firmado con el Gobierno nacional. Sería el mayor impulso al plan de vacunación más importante de la historia argentina. Y aún así, avanzamos a contramano de la aceleración de contagios. Las y los trabajadores de la salud necesitan tiempo. El arribo de las dosis y sus efectos, también. La Agentina padece el dilema de los países que no forma parte del selecto grupo de naciones que acaparó el mayor porcentaje de vacunas. El mundo, a pesar de los buenos anhelos, nunca resultó más justo. Según la información suministrada por el Ministerio de Salud, con los embarques de Sputnik V que llegaron esta semana se habrá vacunado con 1 dosis a todos los mayores de 60 años que se inscribieron en todo el país. Es una noticia alentadora para tratar de contrarrestar el promedio de más de 500 muertes diarias.

La enfermedad se convirtió para algunos en un botín político, mientras el país transita un escenario desolador. Hay cierres de comercios, pérdidas de empleo, crecimiento de la inflación y la pobreza, un endeudamiento feroz, caída del poder adquisitivo y un sostenido deterioro en la calidad de vida. Quienes impulsaron números en rojo en cada indicador de la economía creyeron ver una oportunidad para recuperar votos. Calificaron a las vacunas como veneno, marcharon por sus libertades económicas, defendieron a empresarios que acumularon millones de dólares de bancos públicos antes de vaciar sus fábricas, lanzaron documentos de rechazo por medidas que aún desconocían y celebraron fallos judiciales que desestimaron el impacto de un virus global. Eligieron el mismo camino que ocuparon a lo largo de sus historias individuales y colectivas. Subidos a la caravana de los privilegiados que solo pueden ver los problemas en los otros. Y la enfermedad nos somete en las terapias, nos debilita y nos limita en el acceso al aire. Durante meses, intentaron convencernos de que el problema eran las medidas de distanciamiento y no el virus. Que el dilema era el origen de las vacunas y no sus efectos. Que no había más dosis por inoperancia nacional, en lugar de apuntar a la acumulación de los países centrales. Que la economía desbarrancó por el cuidado de la salud y no por haber sostenido la bicicleta financiera. Que había que viajar a Francia para sentirse libres y volver antes de ver a Macron exigir un nuevo encierro. El Gobierno también hizo su parte, inmerso en ese enredo de comedia nacional donde al final siempre ganan los dueños del banquete. Y los días transcurren en el debate de nuestras propias contradicciones. Inmersos en una pandemia mundial que nos obligar a recordar cómo es el sencillo arte de respirar.