La alegría amenazada

Por Pablo Callejón

Entre el 27 y el 29 de julio, un transportista de Vicuña Mackenna con permiso de circulación como trabajador esencial, recorrió 47 comercios de Río Cuarto. No presentaba ningún síntoma de Coronavirus y en la localidad del sur provincial nadie sospechaba aún del brote de la enfermedad. Siete días después, el viajante estaba internado con síntomas graves de Covid. En Mackenna y en Río Cuarto la enfermedad se esparcía sigilosamente, como lo hacía en todo el corredor de las localidades a la vera de la ruta nacional 158. Los casos se multiplicaban en un efecto dominó imparable. Los contactos estrechos de cada paciente se contaban por cientos. La ciudad y la región habían descansado durante meses en la conformidad de una especie de burbuja sanitaria que algunos adjudicaron a los controles y otros menos optimistas, a la suerte. Pero el virus nunca cedió su poder de fuego. En apenas 60 días, la ciudad pasó de unos exiguos 11 casos a más de 5.500. La trazabilidad de los contagios reveló la doble vara de las conductas sociales. Quienes se cuidaban rigurosamente en sus oficinas, industrias, comercios, consultorios o bares, se relajaban en reuniones sociales donde no faltaron los abrazos. Mientras se bajaban las defensas de conductas individuales, proliferaban los discursos que pedían más controles viales y lanzaban campañas de persecución en redes para aquellos que llegaban desde otras ciudades. El tiempo que habíamos ganado contra la pandemia se esfumó en un par de semanas.

Cada domingo, el sistema epideomológico de Río Cuarto cierra un promedio semanal que actúa como referencia del estado sanitario por el Coronavirus. Si se mantienen los 101 casos de los primeras jornadas, se habrá consolidado una tendencia a la baja que resulta alentadora pero está muy lejos de ser definitiva. La semana pasada, la ciudad promedió 163,5 positivos y en los últimos 21 días, los datos revelaron una merma de 61 contagios cada 24 horas. No solo hubo un amesetamiento, sino una rápida caída en los indicadores que los especialistas comienzan a adjudicar al periodo de Fase 1. Sin embargo, los funcionarios y médicos evitan manifestarse eufóricos. “Creo que salimos muy relajados de la cuarentena, como si todo se hubiera resuelto en esos 15 días de aislamiento y no es así”, advirtió uno de los especialistas que intentaba descifrar hacia donde conducían los cambios de decenas y centenas sobre una planilla de Exxcel. Sin un adecuado comportamiento social, los triunfos serán efímeros. Las reuniones sociales y familiares se siguen concretando a pesar de la prohibición. No basta con una mayoría que cumpla las normas, si algunos optan por jugar a la ruleta rusa en un asado de amigos.

Río Cuarto incorporó casi un centenar de diagnósticos diarios de la enfermedad en los laboratorios de la Universidad, en medio de un agotamiento de la capacidad de respuesta del Laboratorio Central. Cada jornada, se efectúan en la ciudad 600 hisopados y 800 test serológicos, un número que nunca pudo declinar por la alta demanda. Los médicos debieron advertir que no era necesario tener la certeza de un test positivo para resguardarse en cuarentena y evitar contagiar a otros. El nuevo contexto obligó a modificar las condiciones para definir un caso sospechoso, en un intento por hacer más eficiente las detecciones. El dilema es el 80 por ciento del total de contagiados que no sabe que es portador de la enfermedad. Se trata de asintomáticos o con padecimientos leves rápidamente desestimados. La pérdida del olor y el olfato son considerados los síntomas más llamativos por los pacientes, según admitieron desde Salud municipal. El cansancio y debilitamiento suelen adjudicarse al trabajo, el stress y el agobio en el hogar, pero rara vez actúan como un impulso para la consulta médica.

La fiebre ya no es el principal motivo de advertencia para los contagios. Quienes revelan una suba de temperatura tienen una alta probabilidad de sufrir la enfermedad, pero entre los asintomáticos, es un factor que pasa desapercibido. La insistencia sobre los controles viales que provocaron un desgaste de recursos en la búsqueda imposible del blindaje sobre el virus, desnudó una pirotécnica discusión mediática y política. Hoy ni siquiera existen. No solo resultaba imposible controlar a cada uno de los miles de vehículos que transitaban por las rutas del gran Río Cuarto, sino que era insuficiente. Aún cuando pudieran tomar la temperatura a cada uno de los conductores o pasajeros en cada rodado, la medida no hubiera detectado a los asintomáticos o con síntomas leves. La solución nunca estuvo en un control vial, sino en el grado de cumplimiento de las medidas de distanciamiento social.

Esta semana será clave para consolidar una baja en los registros de contagios. Han transcurrido 15 días desde la salida de la Fase 1. Los expertos prefieren levantar la mirada un poco más allá. No solo se trata de evaluar el impacto de la cuarentena sino del comportamiento de la gente después de la etapa de restricción. “Si no tomamos conciencia, bajarán los casos ahora y en noviembre pueden volver a subir”, advierten una y otra vez en las reuniones del COE. Otro eventual retroceso en las actividades podría no depender de una decisión política sino de las respuestas del sistema de salud. En las últimas dos semanas, la ocupación de camas Covid en Río Cuarto oscila entre el 67 y el 73 por ciento. En cifras precisas, son un promedio de 112 camas que contienen a los afectados con residencia riocuartense. Los pacientes con Coronavirus ya representan el 63 por ciento del total de internados en clínicas y sanatorios privados y la tasa de mortalidad es una advertencia. Desde el inicio de la pandemia, fallecieron 96 hombres y mujeres con domicilio en Río Cuarto. La cifra aumenta considerablemente cuando se incorporan los decesos en la región. En su totalidad, los muertos integraban grupos de riesgo y estaban internados. La capacidad del sistema reveló un contraste alentador en medio de cifras que alarman: del total de casos confirmados, el 71,3 por ciento logró una plena recuperación.

La ciudad y el departamento no fueron incluidos en las nuevas restricciones anunciadas por el presidente Alberto Fernández en conferencia de prensa. El mandatario volvió a estar acompañado por gobernadores y esta vez, no hubo una mirada centralista sobre las preocupaciones del AMBA. En el país, ya no sorprenden las jornadas con más 500 muertes y 15 mil positivos. Suman 23.225 los fallecimientos desde el arribo de la enfermedad y hay casi 900 mil positivos confirmados. La tasa de incidencia de contagios ubica a la Argentina detrás de Perú, Chile, Brasil y Estados Unidos pero ya superamos a Colombia, Ecuador, México y Uruguay. En relación a la mortalidad, el país presenta 506 muertes cada millón de habitantes, por debajo de la mayoría de los países de Latinoamérica. En Córdoba, la preocupación es creciente. La capital revela más de mil casos en promedio, por día, y el nivel de ocupación de camas críticas para adultos Covid-19 alcanza a un 77,1% del total en los sectores público y privado de la Provincia.

Los sanitaristas y expertos epidemiológicos han perdido protagonismo público en esta etapa de la pandemia. Sus testimonios no aparecen regularmente en los noticieros de televisión o en las portadas de los diarios. Las miradas parecen apuntar a la debacle económica y las disputas políticas, en medio del peor momento de la enfermedad. El cambio de actores sobre el escenario no podrá hacernos olvidar que seguimos inmerso en la misma obra. Los mesías de las supuestas libertades perdidas insisten en agudizar sus quejas en tiempos donde casi no hay tiempo. El fin nunca fue la cuarentena, sino el distanciamiento. El dilema surge cuando no se cumple y obliga a nuevas restricciones. Los números que vendrán podrían significar un alivio reducido a un mero paréntesis epidemiológico. Como lo advirtió el doctor Rieux en la novela La Peste de Albert Camus, podemos oír los gritos de alegría que suben de la ciudad, pero debemos tener presente que esa alegría, está siempre amenazada.