
El triste destino del laburante
Por Pablo Callejón Periodista
“Trabajar todos los días no te saca de pobre” Marcelo entró a la empresa con un plan primer paso hace 12 años. Su empleador le prometió que seguiría en su puesto si “demostraba aptitudes”. Le duplicaron el valor del plan a cambio de trabajar unas 9 horas por día y el esfuerzo valió la pena, finalmente lo blanquearon. En ese tiempo se casó, tuvo una hija, y su esposa empezó un empleo de medio turno en el barrio “mientras la nena está en la escuela”. Al menos tres veces se fueron de vacaciones a las sierras y todavía mantienen un auto 2013 “que está muy cuidadito”. “Antes, con dos trabajitos podías proyectar algo, ahora ya no”, lamentó. Los ingresos en el hogar no les permiten alcanzar el umbral de pobreza que fija la canasta básica del INDEC. Aunque trabajan ambos, viven en una familia pobre.
En Río Cuarto la tasa de empleo es del 56,5 por ciento, según el último informe del Consejo Económico y Social. El indicador revela la población mayor de 15 años en condiciones de trabajar. Más de la mitad está ocupado en el sector servicios, un 22 por ciento en comercios, un 11 por ciento en la construcción y un 8,9 por ciento en la industria. A pesar de la fuerte recesión que acumula pérdidas superiores al 5 por ciento mensual en la actividad comercial, en la ciudad llegan a 5 mil desocupados. Los más afectados son los jóvenes de 18 a 23 años, con una desocupación que roza los dos dígitos.
Cuando Martín concursó como docente universitario, un colega le advirtió que ya estaba “grande para hacer carrera”. “Acá hay gente que hace 15 años no sale de JTP”, le explicó. A los 41 años, Martín se imaginaba en la plenitud de su vida profesional, con una trayectoria en el ámbito privado que podría ser muy útil en las aulas. Hoy sus ingresos como ayudante de primera simple apenas rozan los 150 mil pesos. Ante la falta de “puntos disponibles” para distribuir entre los profesores que aspiran a concursar por mejores cargos, las posibilidades de acceso a espacios de formación y mayor dedicación se esfuman. Martín tiene una familia, facturas de luz y de gas que llegan cada mes, una cuenta en el supermercado y un auto que necesita cambios de amortiguadores. ¿Cómo podría hacer frente a esos costos sino trabajara en otro lado? La CONADU reveló que un 70 por ciento de los docentes universitarios no cubren los gastos mínimos. Aunque deben formar a los futuros ingenieros, abogados, enfermeros o veterinarios, son pobres.
Con un sueldo promedio de 717 dólares MEP al mes, Argentina es el país con el menor salario de la región. La fuerte devaluación de la moneda en diciembre del año pasado, en el inicio del gobierno de Javier Milei, significó una brutal transferencia de ingresos desde la clase trabajadora. Antes del impacto de la motosierra, se puso en funciones a la licuadora. Los trabajadores ya habían perdido frente a la inflación con Mauricio Macri y Alberto Fernández, en la crisis más extensa de pérdida salarial de la historia argentina. Los empleados redujeron un 17 por ciento sus haberes con Macri y el 6,5 por ciento con Fernández. Solo en diciembre, durante la gestión de Milei algunos sectores sufrieron caídas del 40 por ciento en su poder adquisitivo.
Luciana había empezado ingeniería en telecomunicaciones pero decidió abandonar. Quizás el año que viene comience una carrera más corta. Por la tarde, su papá le presta el auto y durante cuatro o cinco horas es chofer de Uber. Tuvo que descartar el plan de irse a vivir sola. Dejó varios currículums sin demasiada suerte. Su último empleo, “más o menos formal”, fue como secretaria de un consultorio médico. Le pagaban 80 mil pesos por tres horas al día. Con los viajes de la APP gana un poco más y maneja sus propios horarios. Cómo muchos y muchas de su generación no aspira a un sueldo formal, aguinaldo y vacaciones. “¿Quién me va a dar todo eso?”, se preguntó. Y al fin de cuentas, tampoco sería la solución que espera. Su papá está en blanco hace años y cobra 786 mil pesos. En su familia, aunque viven como “un hogar de clase media”, tienen haberes de pobreza.
En Río Cuarto, un 56,6 por ciento de la población es pobre. Para simplificar el número solo habría que decir que 100 mil riocuartenses tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza. Son vecinos y vecinas que viven en casas de clase media, tienen automóviles de clase media y una mirada cultural de clase media. Sin embargo, a fin de mes no logran reunir ingresos que superen el millón de pesos. Difícilmente todos y todas se reconocerían como personas pobres. Podrían suponer que, después de ver pasar tantas crisis, esta podría ser una más. “Cuando voy al super con un montón de plata en la cartera, me vuelvo con dos cosas. Son papelitos que no valen nada. Demora más la cajera en contar los billetes que en cargar los paquetes en la bolsa”, admitió Norma. Ella tampoco llega a fin de mes y aunque vive y piensa como un ama de casa de clase media, es pobre.
Kevin no quiere ser albañil como su papá y sus dos tíos. Vive en el mismo barrio que ellos y quizás nunca pueda abandonar el lugar. En ese espacio creció, se hizo de un grupo de amigos, fue a la escuela, conoció a Yohana, tuvo un par de corridas con la policía, juntó sus primeros mangos, se compró una moto, ayudó y se dejó ayudar. “Si no estudias, vas a tener que trabajar. Tenés que hacerte un futuro”, le expresó su viejo un par de veces. “¿Cuál futuro?”, se preguntó Kevin. Ir a la mañana a la obra es el presente que no quiere. Mucho menos imaginaría vivir de eso. En Argentina, cuatro de cada 10 trabajadores como su papá están en negro. No saben de sindicatos, ni leyes que los protejan. Nunca nadie discutió paritarias por ellos.
El 36,4% de los trabajadores en relación de dependencia no está registrado en la seguridad social. Es decir, no tienen los derechos laborales básicos como jubilación, obra social y cobertura frente a despidos. El drama se mantuvo en niveles altos durante los últimos 15 años. Hay generaciones que no saben cuáles serían los beneficios de contar con un recibo de sueldo. No aspiran a recibir aquello que desconocen o nunca advirtieron en sus padres o abuelos. Quienes padecen la informalidad ganan, en promedio, la mitad y advierten en los trabajadores en blanco a sectores privilegiados. En lugar de alcanzar una pertenencia de clase que los convoque en una misma lucha, el escenario los divide y hasta los enfrenta. El triste destino del laburante.
También te puede interesar

El ministerio de Salud informó 85 nuevos casos y dos muertes por Covid en Río Cuarto
18 agosto, 2021
El crimen del Padre Coqui
4 febrero, 2023