El odio que mata

Por Pablo Callejón

Para la fiscal Soledad Juncos “el odio y cosificación” que Rodrigo Espindola mantenía “con las personas del colectivo LGTB motivó el desprecio por la vida de las mismas”. A Sofía Bravo la asesinaron “por razones de género”, en esa convicción de Espindola “por discriminar, humillar, desacreditar y cosificar”. Así lo habrían demostrado los mensajes a los que pudo acceder la Justicia en el celular del camionero imputado, al que apodaban “El Tarta”. La aparición del cuerpo nueve días después del homicidio dificultó la búsqueda de pruebas y obligó a la fiscalía a una minuciosa y compleja investigación para determinar que la muerte de Sofía fue un transfemicidio.
Casi a las 23 del 5 de enero del año pasado, la joven de 26 años se encontraba en la rotonda de ingreso norte de La Carlota, donde se unen las rutas provincial 4 y la ruta nacional 8. Habitualmente elegía ese lugar para ejercer el trabajo sexual. Cuando estacionó el camión en el que se trasladaba Espíndola, Sofía debió caminar unos 50 metros hasta subir a la cabina de color blanco. Dos horas y media después, el vehículo se retiró lentamente del lugar con las luces apagadas. El teléfono de la mujer quedaría encendido durante un tiempo, aunque nadie respondió a las llamadas ni los mensajes de Whatsapp. ¿Sofía podría simplemente desaparecer sin avisar a nadie y sin dejar un solo rastro? El 10 de enero, Silvana Montenegro se presentó en la comisaría de Marcos Juárez para denunciar la ausencia de su hija. La última vez que habían hablado, Sofía le dijo que la extrañaba y necesitaba verla. Habían acordado que la joven viajaría a la ciudad del Este cordobés para que pudieran reencontrarse. Sin embargo, los mensajes telefónicos no tenían respuesta y a las pocas horas, cualquier intento de llamada concluía en el buzón de voz. Lorena, una amiga cercana de su hija, comentó que Sofía le había enviado una foto poco antes de desaparecer, en la que estaba vestida con “un short de color blanco, un top negro y una mochila”. A través de Whatsapp, la joven dijo que “estaba con un camionero”, sin dar más detalles y le mandó una imagen, “de esas que se borran después de ser vistas”, de un plato presuntamente con drogas “arriba de un camión”.
El 14 de enero, al regresar de una ardua jornada laboral, el obrero de una firma de productos agrícolas comprobó la emanación de un olor nauseabundo sobre la banquina de la ruta 4. Al acercarse a las malezas pudo observar el cuerpo “todavía vestido” de una persona. Cuando llegaron los efectivos policiales corrobaron que “los pastos estaban aplastados desde la banquina hacia donde estaban los restos” y decidieron resguardar la escena con un cordón criminalístico.
La investigación apuntó a la búsqueda de registros fílmicos y fueron claves las cámaras en la empresa de servicios aéreos Casajus. Los videos sobre el sector de la rotonda mostraron a Sofía aún con vida y el arribo de “un camión frontal de color blanco y acoplado de color oscuro”. En la grabación, pudieron determinar que el condutor “interactuó” con la víctima y permaneció en el lugar, “aproximadamente una hora y media”, antes de reiniciar su camino hacia Santa Eufemia. El rastreo satelital “Low Jack” confirmarían posteriormente que el transporte estuvo detenido en el cruce de rutas 8 y 4, como lo indicaban las cámaras de seguridad. La documentación precisó que el conductor era “Rodrigo Nicolás Espindola, de 22 años, con domicilio en la localidad de Santa Lucía, en la provincia de Corrientes”.
Para la fiscal, “el imputado se aprovechó de la vulnerabilidad de Sofía, y valiéndose de la relación desigual de poder entre ambos, la subordinó y arrojó su cuerpo a la banquina este de la ruta, oculto entre los pastizales”. En su primera declaración, Espíndola negó el hecho y se abstuvo de responder preguntas. Sin embargo, el 1 de marzo pidió ser indagado y planteó una coartada que lo puso en el lugar del hecho. El sospechoso aseguró que “estaba estacionado en el lugar” y observó el arribo de “un camión color crema de leche”. En ese mismo relato afirmó que vio “a la chica que se murió subir a ese camión y no bajar más”. Las cámaras revelarían que solo había un camión estacionado y la versión profundizó la hipótesis principal de acusación.
La fiscal Juncos admitió en la elevación a juicio que el estado del cuerpo de la víctima, “con una esqueletizacion parcial”, impidió precisar las causas de la muerte, pese al esfuerzo de varios equipos forenses que intervinieron en las autopsias. El paso de los días pudo haber borrado algunas pruebas genéticas clave. Sofía habría muerto por asfixia y habría existido un forcejeo que provocó escoriaciones con un arma blanca en la mano del homicida. La funcionaria judicial resaltó que “ha quedado acreditado objetivamente el contacto entre Sofía y Espindola el día del hecho”. El análisis del celular del imputado confirmó que el camionero “guardó como nuevo contacto en su teléfono el número de línea” de la joven, minutos después de que Sofía se acercara a la cabina. Tras la denuncia policial de la mamá de la víctima, Espindola bloqueó la línea telefónica y para la Justicia, esto fue “un indicio de culpabilidad o intención de borrar evidencias”. Un dato más permitió desnudar la coartada del sospechoso: la ausencia de las fundas del camión cuando fue secuestrado, pese a que los elementos de protección aparecían en otras fotografías tomadas anteriormente. La maniobra habría sido un intento por ocultar manchas de sangre. Además, otras muestras “levantadas del interior de la cabina del camión conducido por Espindola, específicamente en la zona del cenicero, del aire acondicionado y de la puerta del acompañante como así también del bóxer y de la remera que se encontraban en la zona de la cama del camión, son compatibles con el perfil genético de la víctima”.
La fiscal aseguró que Sofía estaba “en un escenario de completa desprotección, ejerciendo el trabajo sexual, en la ruta, de noche y sola” y el asesino se aprovechó de esas condiciones. La funcionaria destacó que el acusado ejercía violencia económica con las madres de sus dos hijos, “a quienes no les pagaba la cuota alimentaria”, y argumentó que el transfemicidio fue consecuencia del la búsqueda de “cosificación hacia la mujer, en un contexto discriminación y desigualdad”. La muerte de Sofía llegará a juicio en la Cámara Segunda del Crimen de Río Cuarto y podría convertirse en un proceso histórico en la lucha contra los transfemicidios en el país.