
Los neutrales del voto cantado
Por Pablo Callejón
La militancia de trabajadores que esperó durante más de tres horas el arribo de Sergio Massa y el desarrollo del acto de presentación de la tarjeta SUBE, tuvo que aceptar en plena calle y con un sol agobiante las condiciones que planteó el protocolo oficial. En el interior del patio de la Sociedad Anónima de Transporte estuvieron las conducciones gremiales y algunos invitados. El color peronista y sindical se desplegó afuera de la empresa. La música de rock en la previa a los discursos opacó el fervor de los cánticos de la marcha por “el General” y el hit del “preparame la boleta…” Frente al escenario se ubicaron intendentes de la región, algunos concejales del oficialismo y el secretario de Servicios Públicos, Marcelo Bressan. Massa se plantó resuelto a hablarle a un electorado que no estaba presente, esa representación del 70 por ciento de la Coca que no quiere mezclarse con el Fernet. El candidato de Unión por la Patria les pidió disculpas y prometió que no volverían a ir a la Justicia para reclamar “por los fondos que merecían”. En realidad, el ministro de Economía pareció responder al relato del gobernador Juan Schiaretti, quien fue silbado por los militantes cuando fue citado por el intendente Juan Manuel Llamosas. La construcción ideológica y social que se consolidó en Córdoba en los últimos años resulta algo más complejo que la disputa por los gustos cuarteteros y hasta por el reparto de fondos. El peronismo nacional desde hace años no tiene una representación territorial capaz de construir un ideario distinto al que sostuvieron las fuerzas políticas mayoritarias en la Provincia.
En poco más de 8 minutos de discurso, se diluyó el reclamo por la pérdida del poder adquisitivo y el impacto inflacionario que desorganiza la vida del sector obrero. Los grandes derrotados de las desigualdades económicas en los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández debieron conformarse con un protagonismo residual. Le dieron el color a un acto que fue pensado para otros.
La política volvió a embarrarse sobre el lodo de la fragmentación. El regreso de Macri al centro de la escena, con el vertiginoso acuerdo alcanzado con Javier Milei, desechó el argumento contra la Casta para reconvertirlo en una nueva embestida hacia el “kichnerismo”. La promesa de eliminar “a los K” no le sirvió demasiado a Patricia Bullrich en su intento por ingresar al balotaje, pero revive como una obsesión para el macrismo aliado a los libertarios. Es la presunción de un país que no solo deslegitima al otro, sino que se propone destruirlo. El discurso volvió a calar con fuerza en los actos de campaña hacia el balotaje y promovió una forzada secuencia de declaraciones de dirigentes cercanos a Massa para aclarar que el actual ministro de Economía “no es y nunca fue kirchnerista”. La búsqueda por quitarse el rótulo que le adjudica la oposición parece confrontar con la idea “de terminar con la grieta” y armar un “gobierno de unidad nacional”. En lugar de advertir sobre el riesgo institucional, social y económico que implicaría una política a fuerza de motosierras, en su recorrido por Córdoba el peronismo nacional puso un especial énfasis en mostrarse alejado de su propia base electoral.
Ante el pedido de disculpas del candidato presidencial de Unión por la Patria y la promesa de que “nunca más Córdoba tendrá que ir a la Justicia para reclamar por los fondos que le pertenecen”, Schiaretti le respondió que existe “un desastre económico del gobierno kirchnerista de Sergio Massa”. El Gobernador que dejará el poder el próximo 10 de diciembre no necesitó pedir el voto por la alianza entre Milei y Macri para abandonar la prescindencia en la segunda vuelta, como ya lo hizo en el 2015. El massismo espera que sean los intendentes los que le otorguen territorialidad y militancia para reducir la brecha que las encuestas revelan con dos tercios de los cordobeses votando por el líder libertario.
En el entorno de Massa se mostraron satisfechos por la presencia de Llamosas y los gestos del intendente riocuartense hacia el ministro y candidato. Aunque el mandatario riocuartense evitó hacer cualquier referencia al voto el 19 de noviembre, acompañó con aplausos los discursos oficiales y decidió sumarse al encuentro en Bio4, el evento que no tuvo que apelar a pretextos institucionales para revelarse como un mero acto proselitista. También en el predio de la empresa de biocombustibles estuvieron la ex ministra delasotista y diputada nacional, Adriana Nazario, y el empresario y presidente de Estudiantes, Alicio Dagatti, con quien Massa mantiene una cercana relación desde hace años. Ambos dirigentes locales aparecen en la lista de posibles candidatos a disputar la intendencia y la elección presidencial puede resultar clave para diagramar un nuevo escenario político local.
El paso de Sergio Massa por Río Cuarto concluyó sin ninguna mención a Cristina Fernández, y mucho menos, al presidente Alberto Fernández. Tampoco estuvo la diputada electa Gabriela Estévez y las banderas argentinas reemplazaron a la simbología peronista. El nuevo relato no apuntó a la emoción, al latido de tambores, ni al humo de una parrilla de choripán. Es una búsqueda por arrebatarle desde el centro algunas preferencias a la derecha y confrontar con el discurso de muchos neutrales que, como se sabe, son un voto cantado.
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