
La tribuna de los neutrales
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Por Pablo Callejón
En el radicalismo esperaban el zarpazo, pero no imaginaban un desenlace mientras aún mascullaban la bronca de haber quedado afuera de todo. “La prioridad número uno de Macri siempre fue Milei, nunca Larreta o Bullrich”, afirmó el candidato a intendente Gonzalo Parodi. Unas horas antes, Juan Jure se lamentó de haber sido uno de los principales impulsores del vínculo con el Pro. “Macri me decepcionó, cometí un error al aliarme”, expresó en Así son las cosas. El ex presidente redujo a Juntos por el Cambio a su mero interés personal. La mañana siguiente al resultado que dejó a la alianza en un lejano tercer lugar, se produjo el llamado que aceleró las pautas del acuerdo con Milei. En realidad, fue el cierre de un pacto que pareció haberse gestado mucho antes. Al menos, eso sospechan los socios de una coalición en la que no están juntos ni ya esperan por un cambio. El líder libertario había manifestado que eran frecuentes las comunicaciones con Macri y confiaba en sumarlo como su “representante en el mundo”. La falta de una desmentida pareció confirmar la argumentación de Lilita Carrió: “siempre jugó para él”. La referente de la Coalición Cïvica advirtió, además, sobre “la zona oscura” que pudo visibilizar en el rostro del fundador del PRO, en plena campaña.
Si alguna vez Macri necesitó de la UCR para su proyecto de poder, ahora prefiere a Milei. Es un nuevo intento por sostener las ambiciones que no lograron disiparse cuando decidió bajarse de su candidatura. En aquel momento influyó la alta imagen negativa de su figura política y la de su gestión de gobierno. Ahora, parece decisiva su capacidad de influencia y daño.
Milei había tratado a Bulrrich de “asesina” y “montonera tirabombas” y la acusó de haber colocado artefactos explosivos en jardines de infantes. La ex ministra de Fernando De la Rúa lo demandó judicialmente por sus expresiones y aseguró que la Libertad Avanza había incluido “chorros en su lista” por un presunto acuerdo político con Sergio Massa. También apuntó a las manifestaciones de Milei en relación a la venta de órganos y la liberación en el uso de armas. Desde el entorno del candidato presidencial dijeron que no eran propuestas de campaña sino “posicionamientos filosóficos”. Un abrazo forzado frente a las cámaras de televisión intentó ser el modo en el que ambos dieron por superadas sus diferencias, obsesionados en alcanzar una mayoría “antikirchnerista” en la segunda vuelta.
El silencio del reducido grupo de referentes del PRO en Río Cuarto solo se rompió por un posteo de la concejala Mónica Lanutti. “Se les quiso dar futuro, se les intentó explicar que eran libres, se les intentó convencer de que pueden esforzarse y aspirar a algo más, pero no, el mono solo quiere bananas”, afirmó la edil. La sentencia sobrevivió al olvido por la captura que se viralizó en cadenas de Whatsapp antes de que Lanutti la borrara de sus redes sociales.
La decisión de Macri y Bullrich puso al radicalismo en una compleja centralidad. Aunque Gerardo Morales y Martín Losteau hayan asegurado que ambos dirigentes ya no forman parte de Juntos por el Cambio, el desenlace exige algo más que una conferencia de prensa. Mucho depende de lo que ocurra el 19 de noviembre. Si MIlei pierde el balotaje, las aspiraciones políticas del ex presidente y su ministra de seguridad parecerían destinadas al ostracismo. Si el libertario es el vencedor, el radicalismo cargaría con todo el peso de una reconstrucción impredecible.
La neutralidad que resolvieron defender desde Rio Cuarto, “en una respuesta orgánica” hacia la conducción partidaria, busca sostenerse en una confirmación irremediable y la obviedad que trasciende al radicalismo: nadie es dueño de los votos. Una mayoría dispuso que la fuerza que parecía encaminarse sin demasiados obstáculos hacia el poder de la Casa Rosada tras las legislativas del 2021, ni siquiera tenga su boleta en el balotaje. “Nos pusieron en el rol de oposición parlamentaria y hay que aceptarlo”, admitió Parodi. La definición no logra superar la magnitud de los dilemas que deberían interpelar a la fuerza política centenaria. ¿No importa si un candidato y los dirigentes que lo acompañan niegan el terrorismo de Estado y plantean la teoría de los dos demonios? ¿Es irrelevante que se sustituya la educación o la salud pública por un sistema de voucher? ¿Es aceptable que se elogie a Margaret Thatcher y se prometa “respetar” la decisión de los kelpers en el reclamo por Malvinas? ¿Está bien que se busque eliminar la educación sexual integral, se agravie al movimiento feminista y se compare a una persona trans con alguien con discapacidad? ¿Es posible admitir que la venta de órganos sea una opción y se pueda cerrar o privatizar el Conicet? En definitiva, ¿da lo mismo Massa que Milei?
En el balotaje ningún dirigente podrá ostentar la propiedad sobre la voluntad de quienes lo votaron. Los acuerdos entre cúpulas podrían resultar inverosímiles y generar el interrogante que emerge de las políticas de alianzas. A veces sumar, solo resta. Sin embargo, la neutralidad en política es casi una entelequia. El voto en blanco y el no jugarse por uno u otro sector no representan un acto de ecuanimidad. En el peronismo cordobés siguen celebrando una victoria que no existió. Juan Schiaretti mejoró la performance que había alcanzado en las Paso, aunque quedó relegado a un segundo lugar en su propia provincia. “En un Congreso fragmentado, el Gringo tendrá un bloque de diputados que el próximo presidente necesitará para aprobar leyes y tratar reformas. No es poco para un candidato que jugó solo”, opinó un referente del Palacio de Mójica. La supuesta prescindencia que bajó desde el Centro Cívico provoca más sospechas que certezas. En 2015, el schiarettismo pareció militar el voto a Cambiemos sin formalizarlo. Las buenas relaciones continuaron con un apoyo parlamentario y un bailecito incluido en un acto en Hernando. Macri habría devuelto la gentileza con la fragmentación de la fuerza opositora en las elecciones provinciales que le dieron a Schiaretti la mayor victoria de peronismo desde el regreso de la Democracia.
“No se transfieren los votos por decisión de los dirigentes, nadie es dueño de esos votos”, opinó el intendente Juan Manuel Llamosas unas horas después de la elección en primera vuelta que dispuso una clara victoria de Unión por la Patria. La presunta “neutralidad” habilitaría la libertad de acción para los intendentes que decidan jugar a favor de Milei o Massa. Las cuentas se pagarán después del balotaje. Algunos ya imaginan un escenario de 70 – 30, como en la preparación del Fernet.
En el peronismo nacional evitaron hablar sobre la crisis de Juntos por el Cambio. “¿Qué sentido tiene meternos en una rosca donde ya están dañando solos?”, sostuvo un experimentado dirigente riocuartense. La imagen de Massa en el centro de la escena del acto que cerró su noche victoriosa, el discurso conciliador, y la insistencia de un gobierno de unidad nacional, anticiparon las formas de la campaña hacia la segunda vuelta. No solo se trata de “gestos de previsibilidad”, es también la descripción del antagonismo con las políticas contra el Estado y el rol de lo público que sostiene Milei. El mano a mano del único debate previo al balotaje podría ser una descripción brutal de la confrontación entre dos modelos de país que trascienden la asfixiante realidad económica que padecen una mayoría de los argentinos.
Río Cuarto será la primera prueba de ensayo tras las presidenciales. En la oposición, Parodi deberá lidiar con una seguidilla de derrotas provinciales y nacionales que condicionaron la potencialidad de la marca de Juntos por el Cambio. Y en el oficialismo, la aspiración de una candidatura por consenso en la que pueda recrearse una ampliación de la alianza a la que esperan sumar sectores del radicalismo, debería contemplar el rol que ocupará el peronismo nacional si Sergio Massa se convierte en presidente. La disyuntiva entre mantener el cerco del cordobesismo o recrear una nueva relación política con la Nación, con Martín Llaryora como interlocutor. Un armado que podría exigir levantar los pagaré del neutralismo prometido para el 19 de noviembre.
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