Un gesto reparador de la Justicia

Por Pablo Callejón

Para llegar era necesario recorrer unos 10 kilómetros por la ruta 117, sobre Paso de los Libres. La rigurosa seguridad del predio en el que funciona el Grupo de Artillería de Monte Tres, impedía advertir lo que ocurría en el interior del Casino de Oficiales. Matías Chirino, Rufino Ezequiel Meza y Jorge Manuel Chaile, habían sido convocados con insistencia para celebrar su bienvenida a la unidad correntina del Ejército Argentino. Se trataba de un bautismo de iniciación “por el que pasan todos”. En el lugar, los esperaban los subtenientes Facundo Luis Acosta, Claudia Daniela Cayata, y Gerardo Sebastián Bautista. Todos estaban subordinados a las decisiones de los Tenientes Franco Damián Grupico y Emanuel Ezequiel Aguilar, el Teniente Primero Darío Emanuel Martínez, y los Capitanes Claudio Andrés Luna, Hugo Martínez Tarraga, y Rubén   Darío   Ruiz. La orden oficial que habían recibido los recién llegados era la de presentarse a las 7:30 del lunes 20 de junio del 2022. Sin   embargo,   “por instrucción”   del   subteniente   Acosta   debieron arribar antes de lo previsto. El ingreso de Chirino, Chaile y Meza finalmente se produjo por la tarde del sábado. Les ordenaron dirigirse al Quincho, donde debían cumplir con una lista de instrucciones. El presunto recibimiento se convirtió en un acto de humillación para los tres jóvenes que debieron, como primera medida, “invitar una cena” a los jefes de la Unidad. Chaile imaginó que “ya estábamos  empezando  con el   pie  izquierdo” cuando advirtió que las órdenes impartidas por Acosta, y compartidas en un grupo de Whatsapp, nada tenían que ver con el documento protocolar de arribo.
Resignados a tener que pagar la cena de todos, Chirino preguntó cuáles eran las exigencias. “Permiso mi Mayor, para preguntar qué bebidas toman”. Martínez respondió sin titubeos: “cerveza, whisky y vino, en ese orden”. Luego, el capitán le aclaró que la “cerveza debe ser Corona, el whisky Jack Daniels y el vino Ruttini”. Los tenientes Aguilar y Grupico reclamaron unos “puchos Malboro y ensalada César, con palta y pechuga de pollo”. Las botellas no alcanzaron y Chirino debió ir a “comprar más”. El expediente judicial reveló en las fotografías tomadas al finalizar el bautismo “una cantidad considerable de cerveza, vino, e incluso, restos de alimentos”.
Chaile recordó que los jefes militares los obligaron a beber alcohol en exceso, cuando tenían el estómago vacío. “Nos decían tome seco, fondo blanco. No podíamos comer de la picada, no podíamos elegir las bebidas y no podíamos comer del asado que se servía”, manifestó uno de los sobrevivientes. Meza había logrado librarse por unos segundos de la mirada inquisitoria de capitanes y tenientes para acercarse al costado del quincho y vomitar. Chaile, tomó la misma  decisión en varias oportunidades. Acosta y   Bautista les habían exigido que tomaran vino con sal y Chaile, en un intento por eludir la disposición, les advirtió que era “hipertenso”.
Aquella noche fría de invierno incluyó entre “los requisitos a cumplir” que los tres oficiales se  colocaran ropa corta de gimnasia y se sumergieran a la pileta  “con agua helada y sucia”. Debían al menos, permanecer 30 segundos. “Hacía frio y salimos temblando”, admitieron Meza y Chaile ante la Justicia.  Todavía empapados, les requirieron que cantaran “la oración del   soldado,   la   reseña   histórica   de   dicha   Unidad y  la   misión   del   Ejército Argentino”. Cuando las víctimas se equivocaban, los imputados los obligaban a correr alrededor del quincho o hacer flexiones de brazo como castigo. “Todos nos ordenaban, todo el mundo hablaba, no recuerdo como llegue a mi habitación”, admitió  Meza.
La única comida que los “bautizados” pudieron ingerir durante la cena fueron fideos hervidos, con un olor agrio, que debieron sostener con sus manos. El mandato impartido les impedía acceder a cubiertos. La escena se completaba con los imputados disfrutando de la picada y carnes asadas que les habían obligado a comprar, cocinar y serviles.
Los actos de degradación solo acabaron cuando Chirino, Chaile y Meza perdieron el conocimiento por el cuadro de intoxicación alcohólica que padecían. Los jefes militares dispusieron el traslado a la habitación que “previamente se le había asignado a Chaile”. Meza y Chirino debían dormir en dos colchones sobre el piso, sin calefacción y sin poder cubrir sus cuerpos con frazada, a pesar de una temperatura de apenas dos grados. La pericia del teléfono celular del teniente Martínez reveló “múltiples fotografías que dan cuenta como tres   personas   trasladaban a Chirino”.
A las 05: 25,  el oficial de servicio Gerardo Bautista cumplió con las directivas de recorrer la habitación del Casino de Oficiales y observó   que   Matías estaba pálido y frío. Tras un pedido de ayuda, llegó hasta el lugar el teniente Grupico y  poco después de las 6 de la mañana fue convocada la enfermera Clara Fernández.  La mujer observó que el joven había vomitado y que tenía manchas en sus prendas de vestir y colchón. Cuando intentó liberar los restos de fluidos y las vías aéreas, advirtió que no tenía signos vitales. Intentó reanimarlo hasta que llegó la ambulancia del cuartel, pero el joven seguía inconsciente. Los agentes de salud que lo trasladaron al Hospital San José intentaron en vano maniobras de reanimación cardiopulmonar. A las 7 de la mañana, la doctora Gloria Gallardo constató que Matías se encontraba “sin signos vitales”. La autopsia determinó que el deceso se produjo por asfixia mecánica por obstrucción de la luz de la vía aérea, producida por bronco aspiración.
“Me llamaron por teléfono y me dijeron ‘venga que murió su hijo’. Así, con una frialdad absoluta”, recordó el papá de Matías sobre la primera comunicación del Ejército sobre lo que había ocurrido con su hijo. La imputación de homicidio culposo para los responsables de “la cena de bienvenida” por parte del juez a cargo de la investigación solo sumó indignación a la familia de la víctima. Tras una dura batalla judicial, el pasado 20 de septiembre, la Cámara Federal resolvió agravar la situación de Ruiz, Luna, Martínez Tárraga Reclus, Aguilar, Martínez, Acosta y Bautista, y acusarlos de homicidio simple. También fueron imputados como coautores Cayata y Grupico. Además, el Tribunal ordenó “la inmediata detención” de los tenientes y capitanes que organizaron el brutal bautismo.
Tras la expulsión de los implicados del Ejército, se realizó un homenaje al militar fallecido y la columna de la Promoción 152 pasó a denominase “Matías Chirino”. Lo formalizó el ministerio de Defensa en un acto en el Patio de Honor General San Martín, del colegio Militar de la Nación. El resultado fue un acartonado gesto de humanidad de la fuerza capaz que de impulsar a la muerte a quien debió contener y custodiar. El último acto al que acudieron los padres de la víctima, al aguardo del necesario gesto reparador de la Justicia.