Justicia contra el olvido

Por Pablo Callejón

Susana comprobó que el local estaba cerrado, aunque le llamó la atención la ventana abierta de la puerta. Luis siempre despertaba con el amanecer del barrio. La mujer lo llamó varias veces, pero nadie respondía. Cuando se acercó para observar en el interior de la vivienda pudo advertir que “había muchas cosas desparramadas”.  A los pocos segundos se acercó el perro caniche del quiosquero con el hocico manchado con sangre. Decidió entonces llamar a Alina, quien llegó a los pocos minutos. Con la llave del comercio intentó en vano ingresar a la casa de su padre. El comerciante había colocado unas maderas por dentro para trabar la puerta “para más seguridad”. Vecinos que habían sido alertados por la tensa situación debieron romper el vidrio del frente. A los pocos minutos, Alina escuchó desde el interior los gritos desesperados de Susana y su esposo, el “Chino” Oviedo. La pareja se abrazó, envuelta en un llanto desconsolado. “No entres, solo llamá una ambulancia”, le suplicó la vecina a la hija de la víctima.

Luis Díaz había iniciado una relación con Micaela Espinoza en septiembre de 2021. La joven se quedaba a dormir algunas veces y había logrado la confianza del quiosquero. Luis era precavido, pero nunca imaginó lo que sucedería aquel 9 de noviembre, cuando Micaela llegó casi a la medianoche al domicilio de Río Grande al 617. Pancho le abrió creyendo que estaba sola. En el lugar irrumpió también Darío Gigena, con claras intenciones de abordar al comerciante de 71 años. Espinoza y Gigena redujeron a golpes a Pancho y se apoderaron de un botín que incluyó desde paquetes de shampoo y golosinas hasta los anillos y una cadenita de oro de la víctima. Antes de huir, uno de ellos, o quizás ambos, volvieron hasta la habitación donde se encontraba Díaz y lo asesinaron a golpes en el cráneo y cortes con un arma blanca.
Poco después, Gigena fue hasta la terminal y convocó a un remisero para trasladar en bolsas de nylon todo lo que habían robado. Se dirigieron hasta el departamento D en la planta baja de un complejo habitacional en calle San Juan al 1000, donde los habría esperado Kevin Chalón.

Cuando declaró por primera vez, Chalón negó la acusación del fiscal. Casi un año después decidió ampliar su indagatoria y admitió que conocía a Gigena desde que eran niños. Vivían en el mismo barrio, en Córdoba capital. También sabía de Micaela, quien era prima de su ex pareja. Recordó que unas semanas antes del asesinato de Pancho, los homicidas le dijeron que se habían quedado en la calle y necesitaban de su ayuda. Decidió entonces sub alquilarles el departamento donde estaba viviendo  a cambio de 1000 pesos diarios. Sin embargo, Gigena le comentó que se había peleado con su novia y viviría solo en el lugar. Chalón aseguró ante la Justicia que se enteró en la casa de su madre sobre el asalto y el crimen de Díaz. Cuando prendió la televisión, en Telediario se podían ver las imágenes del allanamiento a su departamento y el hallazgo de las cosas robadas. Su abogado le recomendó presentarse espontáneamente en la sede policial y para el fiscal, el círculo de sospechas estaba cerrado.

Alina observó todo lo que habían robado y pudo armar una lista de faltantes. Conocía en detalle la mercadería que conservaban porque trabajaba en el quiosco cada día. La hija de la víctima desconocía, sin embargo, que su padre conservaba objetos de valor. Pancho solo percibía una jubilación mínima y disfrutaba de una vida tranquila y modesta en el barrio donde se reúnen “los Leones”, la mítica barra brava de Estudiantes.  
Cuando le informaron los nombres de los asesinos de su papá, Alina decidió buscar el perfil de Facebook de la joven que iba a la casa de su padre. En una de las fotografías, Espinoza vestía una musculosa tipo “acebrada”, color blanco y negro, que era la misma que ella encontró entre la ropa sucia de Pancho. En las redes sociales, la mujer que habría organizado el violento golpe delictivo prefería llamarse “Mikka Yael”.

Micaela Espinoza afirmó que debió padecer una relación de golpes y violencia psicológica con Gigena, a quien denunció en varias oportunidades. La Justicia de Laboulaye, donde vivían antes de llegar a Río Cuarto, había ordenado medidas de restricción que siempre se incumplían. La joven que trabajaba como meretriz admitió que su pareja le propuso “empastillar” al quiosquero para robarle y que ella aceptó para “evitar que vuelva a golpearla”. Según relató, la noche del crimen le cebó a Díaz unos mates con Rivotril para dormirlo y cuando había logrado el objetivo, permitió el ingreso de Gigena a la vivienda. En su declaratoria sostuvo que mientras guardaba los elementos robados en bolsa de consorcio, escuchó algunos golpes  y decidió trasladarse a la habitación donde pudo ver al homicida “todo ensangrentado”. La mujer insistió ante el fiscal en que fue parte del robo, pero nunca se propuso matar al comerciante.

En los alegatos en la Cámara Segunda del Crimen, la fiscal María del Rosario Fernández López solicitó que se condene a Micaela Espinosa y Darío Rubén Gigena como autores de homicidio calificado criminis causa. El abogado querellante José Abrile decidió sumarse al pedido de la funcionaria judicial, en representación de la familia de Luis Díaz.  
Cuando fue el turno de la defensa, el letrado oficial Pablo Demaría insistió en que Micaela pudo ser autora del robo pero “no planificó ni participó del asesinato” de Pancho. Fue la última carta que pudo desplegar la joven antes de la sentencia definitiva.
Espinoza y Gigena habían sido detenidos en la terminal de ómnibus de Córdoba, hacia donde habían huido con parte del botín. Buscaban fugarse a otra provincia cuando fueron sorprendidos por efectivos policiales alertados sobre la presencia de los sospechosos en el interior del colectivo. Habían pasado varias horas de aquella mañana calurosa de noviembre que conmovió a los riocuartenses. Con los años, el lugar se convirtió en un espacio de la memoria colectiva en el barrio. “Solo muere quien es olvidado”, advirtieron los barras del Celeste que pintaron un mural en homenaje al quiosquero que visitaban antes de cada partido.