El fallo que dividió las aguas

Por Pablo Callejón

Santiago corrió hacia el interior de la calle, en un intento desesperado por escapar de la horda de jóvenes que lo insultaba y buscaba golpearlo desde que abandonó el interior del pub “Juan Valdéz”, en Berrotarán. Quiso disuadirlos con algunos disparos al aire que efectuó con su arma reglamentaria, pero ninguno de los agresores desistió. Comenzaron a propinarle  golpes de puños y patadas, hasta que Santiago cayó. El video que publicó el padre de la víctima minutos después del fallo que condenó a solo uno de los acusados y sobreseyó al resto, reveló que el joven policía había quedado indefenso. Lucas Abatedaga aprovechó el momento para arrebatar la pistola y efectuarle cuatro disparos a quemarropa. Incluso cuando estaba agonizante, volvieron a pegarle para asegurar el resultado final. La mayoría de los jurados populares, en acuerdo con la jueza técnica Natacha García, desestimó que el homicidio fuera consecuencia del accionar de una patota. Según esa misma lectura, lo golpearon todos, o casi todos, pero solo uno tuvo la decisión de terminar con la vida del oficial ayudante de la Policía de Córdoba.   
La fiscal Laura Hubberman agravó durante el juicio la imputación contra Abatedaga, Lucas Dallago y los tres menores, que llegaban sospechados como coautores de homicidio calificado por tres motivos, alevosía, concurso de dos o más personas y la condición de policía de la víctima. Sin embargo, las cartas de la acusación se desmoronaron en el debate final. La juez García y otros tres jurados, apuntaron a una decisión individual del autor de los disparos. Para esa mayoría del Tribunal, los tres menores de edad solo le provocaron lesiones leves a Mancisidor y son, además, inimputables. Finalmente, hubo una coincidencia unánime sobre la falta de pruebas para responsabilizar por el crimen a Dallago.
El juez Vaudagna y otros dos jurados advirtieron que los adolescentes también fueron parte del accionar homicida. Recordaron que todos estaban en el interior del bar cuando comenzaron a agraviar a la víctima, hasta obligarlo a dejar la mesa que compartía con un grupo de amigos. Las filmaciones mostraron que fueron en búsqueda de Santiago y lograron darle alcance. Vaudagna advirtió que “no hubo un obrar sorpresivo o improvisado, sino preordenado y conjunto”.
Santiago no quería enfrentarlos, siempre retrocedía ante la violenta embestida. Quiso disuadirlos con disparos al aire, pero Abatedaga y los menores que lo acompañaban “desplegaron un inusitado nivel de violencia”. Lo arrojaron al piso y tras rodearlo, “le aplicaron reiterados golpes de puño y patadas sobre la cabeza y el tórax”. Inmovilizado por la golpiza, Santiago no pudo evitar la secuencia de disparos que le provocaron la muerte. El magistrado sostuvo que, si bien “solo uno de los acusados presionó el arma”, el asesinato “fue concebido, decidido, querido, procurado y logrado por todos”. A los agresores ni siquiera los intimó que el policía estuviera armado. Estaban decididos a matarlo, y ese fue el resultado final.
“La intención homicida se sustenta también en el alto grado de violencia que, en evidente superioridad numérica, desplegaron los coimputados. Santiago fue reducido en el piso y desarmado, rodeándolo entre los cuatro, le continuaron aplicando reiterados golpes de puño y patadas en zonas vitales, principalmente en su cabeza y tórax, con la consiguiente provocación de lesiones.  Ese obrar conjunto fue el que permitió que Lucas Abatedaga se hiciera del arma de fuego. La víctima subió a la vereda de la plaza arrastrándose, agonizando, mientras continuaban aplicándole patadas en la cabeza”, fundamentó Vaudagna. El argumento no resultó suficiente frente a la lectura mayoritaria del jurado que solo les adjudicó a los menores de edad la responsabilidad “por lesiones leves”.
La decisión final de condenar a Abatedaga a 18 años de prisión y declarar inimputables a los tres menores, reveló la indignación de Dolly y Daniel, la mamá y el papá de Santiago. Ambos prometieron apelar el fallo que será analizado por el Tribunal Superior de Justicia. Están convencidos de que, su hijo no fue víctima del arrebato de una persona sino del accionar en patota de un grupo de jóvenes que lo odiaba por ser policía. Daniel recordó que en 2019, su hijo había sido agredido  “a trompadas, por cinco o seis sujetos, y dos de ellos están entre los acusados por el crimen”. En la golpiza, le quebraron el tobillo “mientras le gritaban que,  ‘esto te pasa por milico y porque tu padre era policía’”.  Santiago había soñado con llegar a la fuerza como su papá y los agresores habrían apuntado contra él por aquella “portación de apellido”.
Ninguna de las partes del Tribunal dudó sobe la intencionalidad criminal de Lucas Abatedaga y la falta de pruebas en la participación de Dallago. Sin embargo, los divide el rol de los menores. Para esa mayoría que los sobreseyó, no hubo un plan homicida. Los imputados actuaron “en forma espontánea, en forma súbita e inesperada”. Ni siquiera lo habrían identificado a Mancisidor como un agente policial, a pesar de que compartían los mismos espacios públicos en una localidad “donde todos se conocen”.  Un fallo que dividió las aguas y no logró aliviar el reclamo de Justicia.