Nuestros mejores días

Por Pablo Callejón

Un día, el ex presidente Mauricio Macri endeudó a la Argentina en 45 mil millones de dólares con el FMI. Esa plata se esfumó. No permitió un desarrollo nacional. Nunca se investigó, ni hay culpables. 45 mil millones de dólares que no están. El Fondo no solo pide que le devuelvan la plata, impone condiciones sobre la economía. Una vez más, nos dicen cómo, nos controlan y nos castigan.

Otro día, el presidente Alberto Fernández envió al Congreso un acuerdo con el FMI para evitar el default. Lo votaron parte del peronismo y Juntos por el Cambio. El pacto, como todas las políticas del Fondo, lleva a más inflación, caída de la economía y pérdida de salario. En la Argentina el sometimiento es mayor a cualquier otro país del mundo: nunca el Fondo había prestado tanta plata para devolver en tan poco tiempo.

Un buen día, podremos pensar en nuestra propia historia. Hasta 1974 teníamos los niveles de desigualdad de Francia, pobreza de un dígito y un desarrollo industrial consolidado. La dictadura fue la imposición de un modelo económico. Liberación de importaciones, especulación financiera y sobre todo, endeudamiento.

Y desde aquel día, el país no pudo con el legado marcado a sangre y muerte. Volvimos a vivir en democracia pero asfixiaron a Alfonsín y se regocijaron con Menem. Vivimos la ficción del uno a uno y lo vendieron todo. ¿Y cuál fue el resultado? El país estalló por los aires en 2001 con De la Rúa por el endeudamiento y el vaciamiento del Estado.

Los días del 2001 parecían la lección aprendida, pero no fue así. Salir de la convertibilidad fue a costa de un empobrecimiento brutal. Pasó Duhalde y Nestor Kirchner mejoró todos los indicadores sociales y económicos. Con Cristina Kirchner el país creció con tasas chinas y precios internacionales récords de los commodities, pero crecer no es desarrollarse. En lugar de ir hacia los cambios sociales y productivos que consolidaran un país con sentido nacional, volvimos a las viejas recetas. Esas que regresaron con Macri, aquel día.

Y el día menos pensado nos encontramos con 400 mil millones de dólares de deuda, una inflación de más del 100 por ciento interanual, casi 40 por ciento de pobres y el drama de saber que, aún con un trabajo estable, no llegas a fin de mes. La democracia no pudo resolver el dictamen que se impuso en la dictadura. Los militares están en los cuarteles pero los ideólogos siguen decidiendo sobre el país desigual, que se desangra día a día. Lo hacen desde la tapa de un diario o el hall de un hotel al frente del lago Llao Llao.

Los días de un acuerdo nacional son inciertos. Ni Macri ni Fernández serán candidatos. Quizás tampoco Cristina. Ante la alta de respuestas políticas aparecen oscuros personajes como Milei, que prometen ser un nuevo Cavallo pero a los gritos. No habrá mejores días mientras sigamos atados al Fondo. La mecha se fue acortando y en lugar de desactivar la bomba, intentaron soplar el fuego. Y no hay pulmones que alcancen.

Soy parte de la generación que pensó en mejores días. Hoy me siento protagonista del fracaso. Ya no podemos decirles a nuestros hijos que un trabajo estable y formal les garantizará el acceso a una casa, el auto, las vacaciones y la comida de todos los días.
Hay muchas generaciones que nunca vieron a sus viejos y abuelos con un sueldo que describa derechos laborales. Y muchas otras, que no pueden almorzar sin la ayuda permanente del Estado. Los mercaderes manejan la espada y la palabra. Discutir nombres es seguirles el juego. Es necesario discutir políticas, tocar intereses y decidir en favor de las mayorías. Para que un día todo sea diferente. Para que en los 40 años de Democracia no queden más esquirlas de la noche más larga. Y finalmente empezar a describir, nuestros mejores días.