El maniquí de la vidriera

Por Pablo Callejón


Mariana observa el maniquí en la vidriera. Aún está con su torso desnudo y parece representar el cuerpo delgado de una adolescente con una minifalda roja que le cubre apenas la cintura. En las piernas de polietileno color piel lleva unas botas blancas con tacos. No es solo una muñeca de mujer delgadísima, tiene además piernas infinitas. Mariana decide entrar y preguntar si “les queda talle” de una remerita pupera con una insignia brillante. La empleada le responde que solo recibieron en M y S. “A lo mejor llega algo la semana que viene pero no te puedo asegurar, mandan poco”, sostuvo. Mariana había estado la semana anterior y tampoco tenían talle para ella. La vendedora de rostro adolescente no lo recordoba.  Alguna vez, alguien más le dijo que no contaban con “talles especiales”. ¿Qué podía tener Mariana de especial? El concepto parece diferenciarla de lo que muchos comercios, quizás una mayoría, consideran “lo normal”, los números para esa remerita con brillos que hubiera querido comprar.
La oferta de talles suele incorporar un mecanismo engañoso y perverso. Algunos locales ofrecen números más grandes aunque el corte es más estrecho. “Por mi peso y contextura me correspondería un L, me trajeron una camisa y me quedaba pegada al cuerpo, horrible. Pido el XL y la chica me responde que son muy entalladas. En realidad, eran más ajustadas, más chicas. Para un cuerpo que no tengo, ni tienen mis amigos”, lamentó Elder. Daniela, en cambio, decidió usar “ropa suelta, cómoda”. “Vas a cualquier lugar de marca y te miran raro, cómo si no pertenecerías. Y yo no necesito pertenecerles. Compro por internet lo que me gusta, nadie  me mira, ni me cuestiona”, afirmó.

La discriminación es un modo violento de jerarquizar las diferencias. Entre lo “normal” y lo “especial”, hay un acto de valoración sobre el deber ser y el concepto de la superioridad. El cuerpo del maniquí es el patrón de estética y delgadez que desde el comercio deciden mostrar en su vidriera. Un acto de disciplinamiento. Lo “normal”, en realidad, suele resultar excepcional, pero se nos ofrece como un mandato a cumplir o alcanzar. Es un ordenador social que intenta menospreciar la diversidad de los cuerpos, imponiendo pautas que lastiman y excluyen, aunque resulten naturalizadas por un amplio colectivo social. Disciplinar es una acción represiva que define lo que se dice y, sobre todo, lo que no se dice y queda oculto en las reglas del mercado. Las personas delgadas son relacionadas a la belleza, el éxito y la felicidad, mientras que los cuerpos que no alcanzan ese esteriotipo de supuesta normalidad, son objeto de discriminación, burlas, exclusión y vulneración de derechos. Los modos suelen ser, a veces, un poco más “sutiles”. Las listas en el ingreso a pubs o boliches, “las invitaciones” a eventos, incluso gratuitos, la aceptación en grupos de redes sociales (particularmente, en Instagram) emergen como mecanismos para definir quienes cumplen con las exigencias estéticas de pertenencia, y quienes no. Según datos del INADI, las mujeres, personas LGBTIQ+ y migrantes, son los más afectados por estas prácticas xenófobas.
 
Un informe elaborado por Lucia Mancuso, Betania Longhi, María Gabriela Pérez para el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, reveló que “la perspectiva pesocentrista es un enfoque reduccionista que concibe al peso como un indicador suficiente para segregar entre personas “sanas” y “enfermas”, sin detenerse a considerar otros aspectos que hacen a la salud integral”. Para las especialistas, “es una mirada simplista y estigmatizante que considera a la gordura no ya como un posible factor de riesgo (como también lo son el tabaquismo, el consumo de alcohol y de drogas, la hipertensión, etc.), sino como una enfermedad en sí misma” y advierten que, “al clasificar a las personas en términos de delgadez/gordura – normalidad/anormalidad, solo se refuerzan y reproducen las prácticas y los discursos discriminatorios, violentos y gordofóbicos”.

En septiembre de 2015, la Provincia promulgó una ley  que exige a las empresas textiles radicadas en Córdoba a “confeccionar prendas en todos los talles necesarios para cubrir las medidas antropométricas según género y franja etaria”. La normativa no solo incluye la ropa, sino también el calzado. La ordenanza 1381 sancionada en Río Cuarto en el 2007 impulsaba “campañas de concentización contra la bulimia y la anorexia” y solicitaba (no exigía) “a los fabricantes y diseñadores locales de ropa”, que “respeten las medidas antropométricas normales de las mujeres y varones”. Otro proyecto, impulsado en el 2015 por la edil Viviana Pomigilio, no logró avanzar porque “una ley local no podría tener alcance normativo nacional y regular a las fábricas radicadas en otros lugares”. Con más de 15 leyes diferentes en provincias y ciudades del país, el Congreso finalmente aprobó en el 2021 un Sistema Único Normalizado de Talles de Indumentaria, para “la fabricación, confección, importación y comercialización, tanto presencial como digital, de indumentaria” en mayores de 12 años. Ninguna disposición alcanza efectividad sin control, ni sanciones.  Desde la subsecretaría de las Mujeres impulsan un relevamiento sobre la diversidad corporal en Río Cuarto “para discutir políticas públicas con la intención de interpelar a quienes niegan el acceso a derechos de muchas personas”. Y el poder comprar una remera o un pantalón en cualquier comercio que tenga la ropa que nos gusta parece un derecho vulnerado en forma frecuente.  La subsecretaria de la Mujer, Melisa Tortú, afirmó que “se trata de un mandato patriarcal”.

Alma se animó a contar en las redes lo que debió soportar. Le preguntaron si “no te preocupaba estar así”, la miraron con una sonrisa irónica cuando se iba a sentar y hasta le dijeron “vos estás más flaca”, con un tono exaltado como si alguien estuviera esperando ese maldito juicio de valor. Alma cree que son “comentarios horribles, de gente horrible”. Mili advierte que la lucha “es feminista y política”. “Tengo mil razones para enojarme con Lilita Carrió, pero soy la primera que la defiendo si la cuestionan por ser gorda. A Moria Casan la criticaron por usar bikini. Todo el tiempo nos evalúan, nos quieren definir, nos dicen cómo debemos ser. Mangas de mierdas”, afirmó ofuscada la joven universitaria.
Las leyes no alcanzan ni se cumplen. Los comercios te dicen que “no trabajan el talle” o te sugieren que uses lo que te ofrecen, “así, apretado”.  Aseguran que “la fábrica no entrega” o “no entran otros talles de esta marca”. Las más afectadas son las mujeres, no solo adolescentes, sino también adultas. “¿Pero, no tenés el talle?”. La pregunta parece incomodar, como si estuviera fuera de tono o lugar. La mirada de reojo, el tono despectivo, a veces burlón, buscan el acto inhibitorio de los otros y otras. No solo se trata de imponer el status quo, sino que aspiran a erradicarlo de un escenario de debate. Es así, piensan, “sin discusión”. Un molde social frívolo y frágil como el maniquí de la vidriera.