
Tras una larga batalla judicial, comienza el juicio contra el acusado de abusar de Lucía a la salida de un boliche
Tras una larga batalla judicial, comienza el próximo jueves el juicio contra el acusado de abusar de Lucía Mañez, a la salida del boliche Factory. El hecho ocurrió en la madrugada del 15 de marzo de 2019.
“Fue horrible como me revictimizaron, me sentí juzgada y abandonada. La Policía me tuvo a las vueltas, cualquier otra víctima hubiera dejado todo. Fui la primera en culparme. Por suerte mis papás me acompañaron”, había expresado Lucía, sobreviviente del abuso sexual.
“Me saqué un peso de encima. Era algo que tenía pendiente y no se terminaba más. Hasta que el final elevó la causa a juicio, había apelaciones, querían que yo me vuelva a presentar a pericias psicológicas y aparecía un freno atrás de otro. Llegó el momento para saber que le va a deparar a esta persona que me abusó”, destacó.
“Gracias a Dios, el fiscal Miralles habló muy bien y defendió el derecho de todas las mujeres. Quedò en claro que si no estás en tus cabales no podés consentir nada y la otra persona lo debe saber. Nadie debe ser obligada a nada”, enfatizó.
Una oportunidad para Lucía
Por Pablo Callejón
Lucía se sentía muy sola, débil, casi inconsciente. Los dolores en sus brazos piernas parecían mantenerla despierta. Recordó haber caminado una cuadra y media desde el boliche hasta alcanzar la vereda de una casa cualquiera. También pudo memorizar un fuerte empujón y el golpe de su cabeza contra la vereda. Estaba recostada sobre una verja y no podía moverse. No hay más recuerdos. Con el cuerpo entumecido y la ropa destrozada, pudo advertir al agente policial que les hizo algunas preguntas. El joven a su lado le respondió que habían estado en el río y la ayudó a levantarse. Una vecina había alertado minutos antes al 101 sobre “alguien que gritaba” y la repetición de “muchos ruidos”. Lucía no podía recordar nada. El joven la abrazó y empezaron a caminar. Ella no tenía su teléfono y buscó a un amigo. Le dijeron que tenía el cuello marcado y no les pudo precisar por qué. Miró a su alrededor y el joven que la había acompañado ya no estaba. Todo ocurrió durante la madrugada del 15 de marzo del 2019.
La víctima había salido aquella noche a Factory XL junto a un grupo de amigas. En el vip del boliche se encontraron con otras tres personas. Lucía no las conocía. Comenzaron a tomar alcohol, algo de vodka, un Campari, un balde de ginebra. Cuando ingresaron en la pista, alguien le acercó un fernet. A los pocos minutos comenzó a sentirse confundida. A partir de ese momento, solo pudo recordar flashes. Algunas situaciones las reconstruyó después, por el relato de sus amigas.
Ante el fiscal dijo que alguien la besó en la pista, debió ser Augusto. Fueron a un lugar oscuro de la confitería y él le pidió que abandonaran el boliche. Sobrevinieron los golpes, los moretones, el dolor de cabeza, los músculos rígidos, los silencios abruptos. De regreso a Factory, un amigo la acompañó hasta la esquina del bar Jhonny B Good. El joven lloraba por la novia que no estaba y ella no encontraba el maldito celular. Caminaron hasta la plaza y no podía recordar nada. Tenía la ropa interior rota y ninguna explicación para dar.
Al volver a su casa tomó un par de pastillas y se durmió. Al otro día, el dolor era insoportable. No pudo contar lo que le había pasado. Primero, debía reconstruirlo todo. Una amiga le dijo que se había retirado del boliche “junto a Augusto”. Lo buscó por Instagram y le escribió. El joven le manifestó que habían mantenido relaciones sexuales pero Lucía nunca le había dado su consentimiento. Después de aquel chat supo que había sido violada.
El 20 de marzo, la joven presentó la denuncia. El médico forense pudo determinar algunas lesiones. El paso de los días habían complicado la realización de otras pericias. Según surge de la elevación a juicio de la causa, “el relato era veraz”. Los testimonios de testigos ratificarían tiempos y espacios. Augusto era, en realidad, Agustín. Ella no lo había visto antes. Para el fiscal Daniel Miralles, “el hecho habría ocurrido mientras la misma no podía consentir libremente un trato sexual en razón de encontrarse en un estado de intoxicación debido al consumo abusivo de alcohol”. El funcionario judicial sostuvo que el imputado “habría ejercido violencia sobre ella, presumiblemente con sus manos”. Aunque no existe un análisis sobre el estado de ebriedad, todos los testimonios coinciden en describir lo que habían consumido y “eso no podía pasar inadvertido para el agresor”.
“Por su estado de intoxicación alcohólica, no podía consentir libremente el trato sexual. Toda la prueba testimonial y documental –inclusive la propuesta por la defensa-, acredita que el imputado abusó sexualmente de Lucia”, afirmó el fiscal. Miralles apeló a circunstancias objetivas para probar la agresión. Los integrantes del grupo de la joven confirmaron la ingesta exagerada de alcohol y las pastillas que Lucía había tomado por su tratamiento de ansiedad afectaron aún más su capacidad de respuesta. La joven estaba “como perdida” y las fotografías virales que la muestran sobre el cordón de la vereda “prueban que fue víctima de violencia”. El informe forense del doctor Gustavo Zanlungo precisó que la mezcla de la droga que consumió Lucía con el alcohol, le impidió comprender lo que sucedía y dar algún tipo de consentimiento.
En su fundamentación, el fiscal se preguntó ¿Qué motivo llevaría a Lucia a realizar semejante denuncia, con la vulneración y revictimización que ello significa, si el hecho que narra no fuera cierto? Miralles determinó que “no se advierte animosidad alguna por parte de la denunciante, quien no conocía al imputado y no tenía una relación previa de la que tal vez se quisiera vengar”. En la instrucción reveló que la joven, “luego de pasar por diferentes estados anímicos y de contarlo a sus amigas -pese a la vergüenza que sentiría por los comentarios que podrían surgir en torno al hecho-, se animó a formular la denuncia tan solo unos días después de acaecido el mismo”. La argumentación es contundente: “desde una perspectiva de género, no puede cuestionarse a la víctima cuando ha sido sometida a pericia indicativa de su credibilidad y cotejado su testimonio con el de innumerables personas, resultando éste absolutamente consistente”.
Miralles apeló, además, a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en uno de sus fallos dictaminó que “…las agresiones sexuales se caracterizan, en general, por producirse en ausencia de otras personas más allá de la víctima y el agresor o los agresores”. En su resolución destacó que, “dada la naturaleza de estas formas de violencia, no se puede esperar la existencia de pruebas gráficas o documentales y, por ello, la declaración de la víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho…”
La Cámara del Crimen convocó al acusado de abuso sexual con acceso carnal, quien enfrentará finalmente el juicio oral. “Sentía vergüenza y miedo, me sentía invadida. Ahora, me liberé. No podía continuar con mi vida, necesité apoyo psiquiátrico y psicológico. Quiero que todo esto se termine de una vez”, afirmó la joven en la previa al inicio de las audiencias. El 13 de junio será la oportunidad que Lucía esperó durante tres años.

Ada, casi un homenaje
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