Siete segundos

Por Pablo Callejón

“Nos quieren mandar a trabajar y eso no es justo”. Ese fue el título que algunos portales de internet eligieron para sintetizar la noticia “que se hizo viral”. Algo que se viraliza es una publicación que tiene muchos likes (me gusta), se comparte hasta cruzar los propios límites de la red social original y se multiplica en miles o millones. Al indagar un poco más, se puede observar el video de una mujer y el recorte de una frase en apenas siete segundos: “nos quieren mandar a trabajar a la calle y esto no es justo”. La diferencia no es solo de palabras, sino de sentido. Pero, son solo siete segundos. En ese fragmento que aparece en las portadas del “periodismo serio”, los videos de Tik Tok, los reels de Instagram y el watch de Facebook no podríamos identificar el nombre de la mamá, ni donde vive, quienes conforman su familia, a qué agrupación pertenece, cómo llegó hasta allí, cuáles son sus ingresos, por qué su rostro tiene un sesgo de cansancio y tristeza. Algunas mujeres de buen pasar la representaron en otros videos burlones que también se hicieron virales. Y solo eso parece importar. Son siete segundos que no explican nada y, sin embargo, para muchos que dieron su likes parecen describirlo todo.  
Fui a buscar la entrevista que aparece completa, sin edición, en el sitio de Youtube del canal Todo Noticias (https://www.youtube.com/watch?v=KC999P5rPcE ). El diálogo fue en vivo y tiene una duración de 7 minutos 6 segundos. El relato comienza con una sentida descripción de Sandra Borghi, la periodista a cargo de la cobertura. Sandra observa a una niña con su mochila de colegio durmiendo sobre un cartón y decide hablar con su mamá. La entrevistada es la protagonista del video de los siete segundos. Los medios del poder concentrado eligieron ese breve recorte en las redes sociales no solo por haberse viralizado, sino porque responde a los intereses de los sectores económicos que representan. Es una construcción de sentido que necesita describir a beneficiarios de planes sociales como vagos y ventajeros.
Pero, volvamos al video de los siete minutos y seis segundos. Allí la mamá de la niña que duerme sobre el cartón cuenta que “la plata no alcanza para nada y los planes sociales que los están cerrando (sic)”.  “¿Qué quieren que trabajemos de las 8 hasta las 5 por la misma plata que nos pagan? Nos quieren mandar a la calle y no es justo. Subsistimos haciendo ollas populares roperitos, tratando de solventar los gastos para que la gente pueda llevar comida a la casa. Tengo tres hijos, ella es la más chica. No podemos decir que estamos contentos con el gobierno”. Los motivos por los que la mujer y su familia deciden reclamar junto a otros compañeros y compañeras de las organizaciones sociales que integran, no parecen estar relacionados con el rechazo a ir a trabajar. Pero, sigamos la historia hasta el final.
La mamá le explica a la periodista que tiene 28 años, no pudo terminar el colegio secundario y nunca consiguió un empleo formal. “Me gustaría tener un trabajo en blanco. La gente quiere estar mejor, que sus hijos tengan una escuela privada, tener una jubilación. No llegamos a fin de mes, no pretendo vivir toda la vida con esto”, relató. Ante la consulta de la reportera, dijo que junto a su marido reciben, en total, unos 50 mil pesos por mes. Aunque no paga alquiler, debe enfrentar 10 mil pesos de tarifas. Sus ingresos significan la mitad de la canasta básica alimentaria y los ubica apenas por encima del umbral de la indigencia, según los datos de junio del Indec.
“¿Por qué tengo que vivir así? ¿Por que no estudié?”, se preguntó la mujer casi al final de la entrevista. Recordó que su mamá murió y a los 9 años, quedó alojada en un colegio de internado. Su familia era muy humilde y “no pudieron hacerse cargo”.  “Gracias a Dios, uno come. Estamos en un país rico de comida.  Tenemos una olla popular,  no digo que esté bien, pero es lo que hay. ¿Por qué hay tanta miseria?”, expresó la joven mujer que dio su bendición a la periodista al concluir la nota. Sandra Borghi apenas pudo hablar, estaba emocionada. La concentración comenzó a movilizarse y fue necesario concluir el trabajo sobre la calle.  Algunos minutos después, en las redes comenzó a distribuirse un video que buscaba desestimar la historia de vida de la mujer de la que nunca supimos ni siquiera el nombre. La batería de likes la llevarían a la portada de los medios digitales subordinados a la miseria conceptual de lo que llaman viral. El poder de los acomodados de un sistema que pueden reducir el drama de una persona humilde al burdo recorte de solo siete segundos.