Tercer testimonio contra Pinamonti: una mujer dijo que fue abusada antes de una misa

Por: Carina Ambrogi y Pablo Callejón

La niña asistió a la misa del domingo, como lo hacía regularmente en la Iglesia de la localidad cordobesa de General Deheza. Fue sola, era común en el pueblo de gente conocida y ausencia de inseguridad, que las niñeces tuvieran esta libertad. Llegó temprano, y se quedó en una habitación tipo depósito que había detrás del altar. Allí estaba el cura Héctor Pinamonti y una mujer que ayudaba a recibir los pedidos para la celebración. Cuando ella llegó, el cura le pidió a la mujer que fuera hasta la casa contigua a buscar algo, y se sentó arriba de una banqueta alta tipo bar.
“Cuando la mujer se fue me dijo que me acercara, me agarró la cabeza y comenzó a frotar mi cara contra su pene. Yo me alejé porque me di cuenta de que eso no estaba bien. Cuando me quise ir me dijo que lo salude, asique me acerqué y le puse la mejilla. Me agarró la cara y me beso en la boca, me dijo que no sólo los novios y las mamás o los papás daban besos en la boca, y mientras tanto me tocó”, recordó en diálogo con este medio la mujer que identificaremos como R.
Cuando logró salir de esa habitación, la niña se sentó frente al púlpito, y se quedó inmóvil hasta que terminara la ceremonia. El cura tomó su lugar de privilegio en el altar, y dio la misa de los niños, como todos los domingos a las 10 de la mañana.

El silencio

R. tenía entre 8 y 10 años cuando sucedió el hecho, no lo puede precisar con exactitud por el muro de protección que se impone ante un evento traumático. No habló con nadie sobre lo vivido. Priorizó a su familia más íntima y veló por ellas ante el temor a la vergüenza y la culpa que se impondrían frente a su relato, en un pueblo que sacralizó la figura eclesiástica.
“Desde niños nos enseñaron a que el cura era una figura de autoridad, si en ese momento lo contaba nadie me iba a creer”, aseguró. Pudo expresarlo por primera vez cuando su marido le leyó hace algunas semanas una nota en donde se narra el abuso que el mismo cura realizó a otra mujer. No pudo terminar de leerle el texto porque ella estalló en llanto, un llanto añejo que salió junto a un caudal de emociones, acumulado desde su infancia esperando que algo hiciera abrir la compuerta.
“En ese momento sentí culpa por no haber hablado, creí que podría haber salvado a otras niñas de lo mismo. Por eso ahora decido hablar, porque la Iglesia le prohibió dar misas en público, pero nada más, él puede estar en contacto con niñas”, aseguró la sobreviviente.
Tras poder expresarlo a su esposo y a su psicóloga, la mujer pudo ponerle palabras a distintas afecciones físicas y emocionales que tuvo que experimentar a lo largo de su vida adulta. “Hasta hace 20 días atrás tenía una vida normal, con problemas de salud pero normal, gracias a las decisiones que tomé en mi vida. Pero me podría haber pasado cualquier cosa, podría haber sido adicta o alcohólica”, reflexionó. Volver a traer ese episodio a su vida para sanarlo, implica un duelo doloroso que asume pensando en su hija. “Si hoy hablo es para sincerarme conmigo y para darle ese voto de confianza a los niños, para que hablen, que no está mal. Creo que si bien hoy hay educación sexual, los padres siguen otorgando importancia a figuras como los curas y se tendrían que cuidar un poco más”, destacó.
Expresarlo por primera vez tuvo un efecto sanador. “Pese a mis momentos difíciles, hoy siento que empecé a respirar distinto, el aire me entra de otra manera”, expresó. R. que aludió a la más vital de las necesidades humanas: respirar.

La causa

La impunidad que acompañó al sacerdote Héctor Pinamonti aparece consolidada por el paso del tiempo. El cura que retiró los afiches de su vivienda tras la movilización que se realizó en Sampacho en repudio a los abusos sexuales que cometió. Está cuestionado por el repudio social, aunque no judicial. Las denuncias por abuso sexual infantil contra el párroco refieren a hechos ocurridos antes de la reforma del artículo 67 del Código Penal. La aplicación de la norma más benigna, impide la persecución penal. Para la doctora Jaqueline Cattaneo, asesora de las tres víctimas, una batalla judicial con perspectiva de género para intentar poner en debate el posicionamiento de la Justicia de Córdoba sería difícil de sostener con un imputado de más de 80 años.
“En el 2011 surge la ley Piazza, que modificó el artículo 67. Luego, hubo una nueva modificación en el 2015 sobre el comienzo de la prescripción en relación al abuso sexual. Lo que establece la última reforma es que la prescripción comienza a correr desde que la víctima, ya siendo mayor de edad, formula la denuncia”, explicó Cattaneo.
Sin embargo, aclaró que “los delitos denunciados a Pinamonti sucedieron antes de las cambios normativos y no se puede sancionar un delito que no estaba vigente cuando sucedieron los hechos”. Cattáneo subrayó que también “rige en el Código Penal el beneficio de la aplicación de la ley más benigna para el imputado”.
La abogada dijo que “hay letrados que están peleando para que el nuevo artículo se aplique a delitos acontecidos antes de que entraran en vigencia las modificaciones, pero es una batalla de muchísimos años hasta llegar a la Corte Suprema y nosotros estamos hablando de un denunciado de casi 90 años”
En junio del año pasado, el Papa Francisco anunció una reforma histórica del Código de Derecho Canónico , que endurece las sanciones contra los abusos a menores. Se incluyó un artículo que define la pederastia como “un delito contra la dignidad humana” que puede derivar en la expulsión del estado clerical, algo que las víctimas habían solicitado. Si la Iglesia decide avanzar en un nuevo juicio canónico contra Pinamonti, tras la denuncia de S., podrían surgir penas más severas contra el sacerdote a quien, hasta ahora, solo le prohibieron dar misas en público.