El femicida al banquillo

“Hijo de puta, ¿qué hiciste?” Susana lo tomó de la campera y no quería soltarlo. El femicida comenzó a golpearla hasta que logró liberar su brazo y huir. Lara Gigena estaba inconsciente en el ingreso al garaje de la vivienda en calle Edison al 500. La detonación del disparo irrumpió la calma del amanecer frente a la costa del río. Ariel Torres había arribado a las 7,45. Tras una breve discusión comenzó a golpear a su ex pareja, mientras le gritaba con furia. Le dijeron “gil, andate de acá, la mina está pidiendo que te vayas”. El violento se negó y amenazó a los presentes en la fiesta: “es mi mujer y se va conmigo”. Cuando Lara intentó ingresar nuevamente a la vivienda, tomó el arma y le disparó en la cabeza desde una distancia de 50 centímetros. Susana la había rodeado por la espalda para protegerla. El asesino guardó el arma entre sus ropas y comenzó la fuga por la avenida Jaime Gil.

Un agente policial llegó al sector alertado por llamados que advirtieron sobre el “ruido de disparos”. Eran las 8,30 de la mañana. El efectivo se dirigió a la esquina de  Thomas Edison y Coronel Dorrego y luego, se trasladó hasta la vivienda donde se había desarrollado la fiesta clandestina. Solo había un joven en la calle. Ante la consulta policial sobre “algún disturbio”, el testigo dijo que el evento había concluido y “no observó inconveniente alguno”. En la casa no había movimientos. Sin embargo, cinco minutos después informaron desde la guardia del Hospital que había ingresado una mujer “sin signos vitales”. El agente resolvió regresar al lugar pero ya no había nadie. Desde la Departamental ordenaron un operativo de saturación y llegaron los expertos de criminalística para analizar la escena del crimen.

Dos jóvenes en la fiesta fueron los primeros en asistir a Lara. Por la demora en el servicio de emergencias, resolvieron frenar el paso de un vehículo. Cargaron a la víctima en la parte trasera y la trasladaron al Hospital, donde los médicos confirmaron que no tenía signos vitales. Torres había logrado escapar hasta la casa de su hermana. Cuando tocó el portero del edificio le dijo a Eliana que había matado a Lara. “Yo la vi caer”, afirmó. La mujer observó que Torres escondía un arma de fuego en el bolsillo. “Me vengo a despedir, me voy a suicidar, porque antes de estar preso me voy a matar”, expresó el homicida antes de ser detenido por efectivos policiales convocados por su familia.  

Torres admitió ante la Justicia que es adicto a la cocaína, la marihuana y el alcohol. Ninguna de estas sustancias le impidió comprender lo que había hecho, según formuló el médico psiquiatra Gustavo Zanlungo.
Las actitudes violentas del femicida acompañaron todo el noviazgo con Lara. Cintia, la mamá de la joven de 22 años, recordó que la víctima había conocido a Torres en una fiesta. Días después comenzaron a convivir y desde un comienzo, la relación fue “conflictiva”. El agresor era “celoso y controlador”. Discutían mucho y en varias oportunidades, pudo observar a su hija con moretones. Lara era madre de dos niñas que vivían con ella y observaron el accionar agresivo del femicida.


Según surge de la investigación del fiscal Fernando Moine, “está acreditada la existencia material del hecho y la participación responsable de Ariel Torres”. El acusado fue imputado por homicidio doblemente calificado, por el vínculo y en razón de mediar violencia de género, agravado por el uso de arma de fuego. La instrucción fue elevada a juicio y Torres podría enfrentar una pena de reclusión perpetua. En el barrio sobre la costa del río, la ausencia de Lara es un dolor que no cede. En 2021, se registraron 256 femicidios y casi el 70 por ciento fueron cometidos por parejas o ex parejas de las víctimas. El crimen de Lara provocó una masiva movilización para reclamar por una ley de emergencia en género y un grito unánime: “Nos queremos vivas”.