
El nuevo “dueño” de la palabra
- Por Osvaldo Da Costa, periodista, docente de la UNRC
La noticia, escrita con un tono intencionadamente aséptico, habla de que Radio Río Cuarto tiene “nuevos dueños”. Más allá de la trascendencia que para el portal de la emisora tiene la información, ésta se resume en no más de diez líneas. En ellas abundan las convenciones, las imprecisiones jurídicas y los (¿deliberados?) errores gramaticales.
En principio, no hay -según el propio recorte- “nuevos dueños” sino uno solo: el empresario de la construcción, Bernardo Sosa Barreneche. El plural utilizado, no obstante, parece reconocer una práctica habitual en la carrera profesional del joven emprendedor: él es la cara visible de un grupo de inversores. Difícilmente esté solo en esta tarea.
En segundo lugar, los “servicios de comunicación audiovisual”, tal como denominó la mal llamada “Ley de Medios” a la radio y a la televisión por aire, emiten sus señales a través de ondas hertzianas, consideradas desde la década del 20 de la centuria pasada como patrimonio de la humanidad.
Es decir, dichas ondas nos pertenecen a todos. Por tal motivo, deben ser administradas por la comunidad jurídicamente organizada. O sea, por el Estado. Ese Estado puede explotar las señales de radio y televisión “per se” o a través de terceros. Estos, por lo tanto, no son “dueños” de la radio sino de los equipos de transmisión, quizás de los inmuebles necesarios para la tarea. De la onda radial son todos meros “licenciatarios”. Es decir, en un país “normal”, aquellas personas físicas o jurídicas que obtuvieron el derecho de utilizarlas por un tiempo determinado a través de concursos abiertos, con reglas claras y transparentes. A lo sumo, pueden serlo también aquellos que, con autorización formal de las autoridades públicas, suceden a los ganadores en la explotación de la licencia.
En fin, nada de eso sucede desde hace mucho tiempo en la Argentina. Y el “aire” de Río Cuarto es el mejor ejemplo. Basta con decir que desde hace medio siglo nadie ha obtenido vía concurso una licencia de radio o de televisión en la ciudad. Hubo llamados, pero por una u otra razón ninguno se completó normalmente.
Así, la señal de LV16 fue la última otorgada “por concurso” en Río Cuarto. Ello no quita que ese proceso haya estado virgen de crítica alguna. Pero lo concreto es que, por innumerables motivos, ninguna de las más de 45 señales de FM ni de los tres canales aéreos que existen hoy en la ciudad obtuvo su licencia (si es que la hubiere obtenido) por esa vía.
Paradójicamente, ese concurso parece no formar parte de la historia de la emisora que “adquirió” Sosa Barreneche. Por empezar, la emisora desde hace años celebra su aniversario en septiembre. Alude con esa fecha al comienzo de las transmisiones de LV16 en 1951. Pero Radio Río Cuarto (es decir, la emisora con el nombre actual) surgió 17 años después. Lo extraño es que tampoco quienes hace pocos días dejaron de ser los titulares de la licencia tienen relación alguna con los pioneros de la radiofonía local. El grupo empresarial riocuartense “Inti Huasi” -titular original de aquella primera licencia adjudicada para utilizar el aire local- desapareció hace décadas.
¿Qué pasó para que Radio Río Cuarto variara su fecha de cumpleaños? Ya lo hemos insinuado: el ganador del concurso de 1968, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, y en tiempos del Mayo Francés y del autóctono Cordobazo, fue el emblema del empresariado riocuartense, Carlos Biset. Tradicionalmente enfrentado con el sector más conservador de la sociedad riocuartense, el hasta entonces empresario inmobiliario apostaba siempre “a lo grande”, según sus propias palabras. Y en su paso por cada entidad que integró o por cada empresa que fundó, dejó su impronta.
Lo primero que hizo Biset con la licencia adjudicada fue inaugurar una etapa absolutamente distinta de la anterior: el nombre de LV 16 mutó por el de Radio Río Cuarto y su nuevo emplazamiento fue el edificio de Rivadavia 180. La mayor parte de los trabajadores de Ranquel perdieron su empleo, aunque, justo es decirlo, a lo largo del tiempo, muchos de ellos volvieron a ocupar un espacio en la radiofonía riocuartense, ya bajo las órdenes de Biset.
Lo cierto es que, mientras generaba nuevos emprendimientos y ser transformaba en el empresario más importante del sur de Córdoba, el flamante licenciatario de la señal radiofónica local sumaba adversarios, algunos en el terreno comercial, otros en el plano ideológico, la mayoría en el campo personal.
En la década de los 80 les llegaría a ellos el tiempo de tomarse revancha. el poder político y financiero local acorraló a Biset y lo obligó a ceder la licencia de la radio.
Se habla de que la “cesión” se pactó en un millón 400 mil dólares. En la práctica, Biset solo habría recibido la mitad de ese dinero. El resto implicó la obligación de los nuevos permisionarios de asumir la deuda bancaria del viejo propietario. Imposibilitados de cambiarle el nombre a la emisora e, incluso, al de la empresa permisionaria -finalmente, la cedida-, para comenzar a reflejar el “cambio de época”, comenzó a celebrar la fecha de nacimiento “de la radiofonía riocuartense” el 29 de septiembre de 1951.
Ese día, en realidad, surgió LV16. Antes hubo otras experiencias radiales en la ciudad, pero no son objeto de esta nota. Lo concreto es que la etapa Biset comenzó a ser virtualmente borrada del calendario de efemérides, a pesar de que el nombre de fantasía de la emisora (Radio Río Cuarto) y el de la propia empresa adjudicataria (PUNTAL SRL) se mantienen incólumes desde hace más de medio siglo.
En otras palabras, lo que hace unos meses cumplió siete décadas es la sigla LV16, no Radio Río Cuarto como afirma el comunicado de la “venta” de la radio a Sosa Barreneche, el nuevo y aparentemente UNICO “dueño” de la emisora de ahora en más. Permítasenos sospechar que junto al joven desarrollista hay otros “emprendedores”. Su propia historia empresarial lo preanuncia. ¿Quiénes son? ¿Para qué quieren una radio como LV16? Veremos.
Antes, detengámonos un instante en la historia del hombre que precedió al titular del Grupo Codesur en la experiencia de saltar de desarrollador urbanístico a titular de una licencia radial.
Charly o Charles
Hace varias décadas, una empresa financiera riocuartense, denominada Bimaco, comenzó a desarrollar una serie de proyectos inmobiliarios. El más trascendente implicó la creación de un barrio de clase media acomodada en un amplio sector del sudoeste de la ciudad. La zona, alejada del centro comercial urbano de entonces, se vio de repente invadida por un sinnúmero de casas bajas.
La empresa desapareció pero su nombre quedó instalado primero en el propio sector de la periferia de aquel Río Cuarto sin Universidad Nacional de los 60 y luego en las entidades y los comercios que comenzaron a desarrollarse en él.
Hoy Bimaco es el nombre de la vecinal, de la subcomisaría del lugar, de una veterinaria, de un almacén mediano, hasta de una gomería. Pero esas denominaciones remiten a una costumbre autoimpuesta, no a aquellos dos pioneros que apartaron las dos primeras letras de sus respectivos apellidos para general el nombre comercial (Biset, Maglione y Compañía)
Hay otra versión sobre el origen de la sílaba “CO”, que remite a otro importante empresario de la época. Pero nos ajustamos a la publicada por los biógrafos de Biset en las redes sociales.
Lo que está claro es que la sílaba “Bi” representaba a Carlos Hugo Biset, un empresario nacido en Bell Ville, que llegó muy joven a la ciudad.
Antes de crear la financiera, “Charles” o “Charly” (como gustaba que le dijeran sus -pocos- afectos) se había iniciado en el rubro agropecuario: su primer gran negocio fue ganar la pulseada en un remate en plena Capital Federal para quedarse con un campo en Laboulaye. En ee momento, Biset era menor de edad, por lo que el “triunfo” estuvo a un paso de ser impugnado por los demás oferentes. No obstante, el negocio se selló.
Pero lejos estaba “Charles” de sentirse satisfecho con ese primer rótulo de “empresario agropecuario”. Durante los 60 y los 70 se transformó en el industrial más importante del sur de Córdoba. Llegó incluso a presidir el Centro Comercial e Industrial. Durante su gestión se construyó casi en su totalidad el imponente edificio que aún hoy se yergue a media cuadra de la plaza central.
Lo cierto es que con los años a los emprendimientos inmobiliarios, Biset le sumó la pasteurizadora lácteo Ricolac, la poderosísima Rumifer y, por supuesto, la titularidad de la licencia de LV16.
Autodefinido como desarrollista, nunca negó sus fuertes vínculos con los gobiernos militares y las ideologías de derecha. Cuando decidió impulsar el diario Puntal convocó como “organizador” a Enrique Nores Bordereu, el empresario cordobés, quien venía de apoyar desde el diario “Los Principios” el frustrado intento del genocida Luciano Benjamín Menéndez de dar un “golpe dentro del golpe”. El periódico capitalino, decano de la prensa cordobesa, cerró sus puertas poco tiempo después.
Biset, no obstante, fue paso a paso tomando distancia de la última dictadura. Al comienzo, no dudó en despedir de la radio a todo el personal que comulgara con el progresismo en cualquiera de sus formas. Algunos terminaron en las cárceles del Proceso. Pero luego fue marcando sus diferencias. El era un “hacedor”, un liberal en serio en materia económica, no un truhán dispuesto a rendirle pleitesía a una horda asesina. En los comienzos del 82, el diario criticó desde su editorial la “corrupción gubernamental”. Esa misma noche, una bomba colocada en la puerta de la casa ubicada en la Avenida Italia puso en riesgo la vida de la hija y del yerno del empresario. En esos tiempos los únicos que tenían la posibilidad de ofrecer semejantes “obsequios” impunemente eran los protegidos de la dictadura. Biset lo supo. Cuidó a su familia y comenzó a recorrer el camino hacia el paso al costado.
Apostó a endeudarse en dólares y, a pesar de los buenos augurios del ministro de Economía de entonces, Lorenzo Sigaut, perdió. Sus empresas, en especial el flamante diario, estaban endeudadas en moneda estadounidense.
Aunque era un hombre de escasas simpa tías con el peronismo, sus principales adversarios fueron siempre quienes -desde un conservadurismo de manual- sustentaban su riqueza en la especulación y en la por entonces llamada “patria financiera”.
La diferencia de “estilos” marcó la historia de Río Cuarto para siempre. El Río Cuarto industrial de Biset fue desmoronándose ante quienes, desde la usura bancaria, comenzaron a quedarse con todo. Un par de operaciones erróneas y la traición de aquellos en los que Biset había confiado, hicieron el resto. En pocos meses dirigentes vinculados estrechamente con el gobierno nacional se quedaron con Puntal y con LV16, Rumifer pasó de ser la empresa más importante del país en la fabricación de cabinas para máquinas agrícolas y ferroviarias a quebrar estrepitosamente, Ricolac y Bimaco eran ya cosas del pasado….. Corría 1986
Aún así, antes de fallecer a los 84 años y tras un autoexilio en Uruguay, Biset volvió a la ciudad y, una vez más, sentó un precedente inmobiliario: creo el primer country del sur de Córdoba: el aún vigente San Esteban.
Tosco, huraño, poco amigo de las delicadezas, Carlos Biset no supo o no quiso dejar muchos compañeros de luchas que, a su muerte, trataran de rescatar la obra que dejó. Después de todo, fue el empresario local que mayores puestos de trabajo generó en la ciudad en prácticamente todo el siglo 20. Por eso, tal vez, solo el “Bi” de los negocios y las dependencias públicas del barrio Bimaco lo rememoran a diario. Aunque sin saberlo,,,,,
La contracara o el nuevo Biset
La primera parte de la historia de Bernardo Sosa Barreneche, el presidente de Codesur y, según la página web de su emisora, “los dueños” de la radio, no parece tan glamorosa como la de Biset.
A la edad en la que Charly compraba un campo en un remate, Bernardo empezaba a estudiar Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en horario nocturno. Repartía pizzas y ganaba 40 pesos por semana, como una forma de autosolventarse. No obstante, “daba gracias porque era difícil tener trabajo”. Si el tiempo no ha perjudicado la precisión del recuerdo, el joven ganaba en esa época casi 200 dólares mensuales. Es decir, la “pedaleaba” bastante bien.
Después, vendió celulares, trabajó en un estudio de cobranzas, tuvo un salón de fiestas infantiles, pasó por un banco, hasta que entró a Apesa, una empresa dedicaba a las obras viales. Por ella llegó a radicarse en Río Cuarto, hace 10 años, cuando el país lloraba la muerte de Néstor Kirchner y CFK retenía la presidencia.
Tiempo después, Sosa Barreneche tuvo su momento soñado. Un arquitecto amigo le preguntó si no quería acompañarlo en una serie de proyectos inmobiliarios que necesitaban de la mirada de alguien muy perspicaz para los negocios.
Empezó colaborando con el reciclado de algunas casas y el desarrollo de pequeños emprendimientos. Hasta que pudo advertir cuales eran las reglas no escritas del desarrollismo urbano en una sociedad como la riocuartense: conseguir terrenos con una muy buena ubicación, construir edificios de uno y dos dormitorios, asociarse con otras inmobiliarias, garantizar una buena administración de los recursos y compartir la renta con los inversores.
“La clave es tener un fondo inversor que sustente cada proyecto, asuma el riesgo y sostenga la venta a largo plazo”, sintetizó luego de la irrupción de varios edificios del Grupo Codesur en Río Cuarto y en Villa María.
En nuestra ciudad ya habían presentado el Insignia 3, el edificio ubicado en la intersección de Bolívar y Alberdi, y lanzado otros dos proyectos:
En la intersección de Mendoza y Buenos Aires asoma el Insignia 360. Allí supo funcionar el Mercado Oeste. El terreno fue vendido en subasta pública por el municipio en 2011 al grupo Vernazza, también de Río Cuarto.
Aunque la gestión Jure imaginaba que con el dinero obtenido por la venta de ese enorme lote y del que fue sede de la Dirección de Tránsito en Belgrano y Sarmiento (también comprado por los mismos inversores) iba a desarrollar el Foro de la Democracia en el sector sur de la ciudad, finalmente lo recaudado (la base en la cual se fijó la operación) apenas sirvió para descontaminar parte de la ex Aceitera Río Cuarto y construir la pequeña rotonda ubicada a pasos de El Acordeón.
El otro emprendimiento de Codesur está ubicado a poco más de 500 metros de la plaza central. Es el edificio Insignia 5 ubicado en Alsina y Lamadrid.
Lo cierto es que Bernardo, el quinto de siete hermanos, ahora dejará de pensar solo en desarrollos inmobiliarios (“Estamos en toda la provincia pero queremos ser un grupo referente en el país” dijo no hace mucho). Ahora se ha transformado en la cara visible de la emisora radial más potente del sur provincial. Reemplaza a quienes durante más de 35 años fueron los titulares de la misma licencia radial que obtuviera Biset en 1969. En todo ese tiempo, el nombre de los licenciatarios sólo se manifestó en el anuncio ordenado por ley de cada mañana (hasta la irrupción de Sosa Barreneche, se mencionaba como titular de Puntal SRL a una mujer, esposa del “empresario santafesino” a quien se le atribuía ser el mandamás del grupo) . Un detalle: durante los últimos años en el imaginario popular surgieron numerosas versiones que colocaban a empresarios locales, políticos de primer nivel e incluso dirigentes deportivos al frente de la emisora. De cualquier manera, ninguno de esos comentarios fue jamás refrendado con un comunicado público, por lo que bien puede aceptarse la versión oficial de que durante todo este tiempo las riendas del negocio estuvieron en manos de un mismo inversor (más allá de que éste si haya cambiado de conformación. Por ejemplo, hace mucho tiempo que ya no forma parte de él el ex productor de seguros y luego director de Gas del Estado, Hugo Amiri, para muchos el impulsor de la “compra” en 1986)
Si nos atenemos a la actuación empresarial de Sosa Barreneche, está claro que es solo el rostro visible de un conjunto de voluntades. Por otra parte, hoy una emisora del interior del interior no sobrevive financieramente sin el guiño de la pauta oficial. Es más, los medios más fuertes han dejado de ser un “negocio” para transformarse en la voz pública de los intereses económicos o políticos de quienes son sus responsables.
Por eso, nadie puede disociar esta “compra” de un objetivo político. Sosa Barreneche ha mantenido un bajo perfil público en sus diez años de estadía en la ciudad. Pero el “desarrollismo inmobiliario” marcó el rumbo de buena parte de las políticas en la materia, tanto en las dos gestiones de Juan Jure como con en las de Juan Manuel Llamosas. La razón es muy simple: los partidos políticos mayoritarios en Río Cuarto hace mucho tiempo han dejado en mano de emprendedores como Bernardo el desarrollo urbanístico de la ciudad. La excepción de la excepción y el “por esta única vez” han sido la constante. Hubo algunos frenos pero lo cierto es que, frente a la falta de propuestas políticas integrales en la materia, los “desarrolladores” cambiaron la fisonomía de la ciudad, en especial con las decenas de edificios de departamentos en los que se transforma el dinero de la soja.
El resultado social está a la vista: en Río Cuarto existe un departamento vacío por cada dos familias que reclaman políticas activas para tener el techo propio. Una ecuación que se repite en buena parte de las ciudades de la pampa húmeda.
A los “emprendedores” poco les importan estas estadísticas. Está claro que esa no es su obligación. Ahora, cuando comienzan a tener espacios en los medios, se diluye la diferencia entre su interés y el del conjunto social. Prueba de ello es que una “Fundación” que los contiene llegó a proponer un desarrollo urbanístico que incluía (el menos en los gráficos presentados) la virtual erradicación de todos los hogares precarios ubicados a la vera del río. La iniciativa sonó a melodía celestial en los oídos de los gobernantes que durante décadas no han logrado ni siquiera disminuir el tamaño del asentamiento ubicado sobre tierras públicas a metros de los azudes. Pero de allí a que pueda ejecutarse, hay un trecho tan prolongado como un viaje a Andrómeda.
¿Qué implica, entonces, la llegada de Sosa Barreneche a la titularidad de la única AM de la ciudad? ¿Un lanzamiento político? ¿Un acuerdo con algún sector estadual para que el medio pueda ser sostenido? ¿Una mera inversión de (sumo) riesgo? ¿El nacimiento de un nuevo Biset?. El tiempo lo dirá. Hoy, sólo los protagonistas lo saben. Y en el comunicado de 10 líneas con el que se presentaron socialmente, no parecieron interesados en comentarlo.
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