El panfleto sobre la silla

Por Pablo Callejón Periodista

Las luces calientes atraviesan mi mente y solo te veo a vos. En realidad, no veía demasiado en esa anarquía de música y fernet barato. Alejandro Sokol desbordaba de energía sobre el cemento de un escenario de medio pelo. El Ojo Blindado sonaba frenético, aún más rápido que la versión original. El Bocha le cantaba al suelo y a veces, concentraba su mirada sobre la loza a oscuras. El público éramos unas 50 personas, poco más. La Rosada se parecía a esa cueva que describían las leyendas del rock argento en la infinita noche de los 70. No había un lugar más o menos higiénico para sentarse y era preferible no cambiar el vaso cuando pedías otra cerveza. El pogo se expandía entre peligrosas columnas rígidas y baldozas pegoteadas de alcohol. Todo parecía un espacio encantador y desmesurado. Sokol se presentó junto a su hijo Ismael. Ya no formaba parte de Las Pelotas y su presencia alcanzaba el aura de las leyendas. Aprieto los dientes y miro a los dementes. ¿Y donde estas vos? Lo crucé en el baño y lo saludé con un gesto tímido. Me resultaba inconmensurable. El recital duró una hora, quizás más. Tras el final, me fui caminando por el Boulevar Roca con los pies exhaustos y la remera del Narigón del Siglo empapada de sudor. Leía el Página al frente de un ventilador cuando me enteré de su muerte. Fue un 12 de enero del 2009. Un colectivero sindicalista de AOITA me preguntó si lo conocía. El Bocha se había descompuesto en la Terminal mientras esperaba un colectivo a Córdoba. Testigos aseguraron que estaba pálido, perdido, exhausto. El corazón no le dio oportunidad. Lo había exigido demasiado en sus 48 años. Cómo en aquella noche en la Rosada, vio miles de personas sin mirar, en esa locura individual y colectiva de una de sus mejores letras. La casona fue años después un albergue y en otro tiempo, un comedor. Sobre la falda de alguna silla quedó el panfleto de una noche de rock alucinado y luces calientes. Y vos ¿A dónde fuiste?