Volver a convencer

Por Pablo Callejón

Estamos pasando por lo mismo, pero más rápido. El año comenzó en Argentina con un 44 por ciento más de casos que en diciembre. En apenas dos semanas, se notificaron más de 145 mil nuevos contagios. En ese mismo periodo, en Córdoba los indicadores crecieron en un 41 por ciento. La mayor concentración de afectados en el país reside en el AMBA y la provincia de Buenos Aires. Aunque a diferencia de la primera ola, el flujo de personas por la temporada turística moviliza cada jornada a millones de personas en rutas, playas, centros de veraneo, restaurantes, cines, casinos, peatonales, teatros o recitales bajo una extraña modalidad de corralitos. La vertiginosa aceleración de casos no le dará tiempo a la vacunación masiva. Los anuncios por el arribo de la vacuna evitaron consolidar un mensaje necesario: inmunizar a una mayor parte de la población implicará un proceso que podría extenderse durante todo el 2021.
Los gobiernos apuntaron a la capacidad de respuesta del sistema sanitario en lugar de actuar sobre la suba constante en el número de casos. Se sustentaron en la disponibilidad de camas, sobre todo en las áreas de terapia. Y aunque reconocieron que aumentan fuerte los contagios, evalúan que aún no subieron en igual proporción las internaciones.
Un informe del Grupo de Investigación en Bases de Datos de la Facultad Regional Concepción del Uruguay, dependiente de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), reveló que en todo el país hay 3.634 personas con Covid-19 internadas en UTI, mientras el mínimo contabilizado en diciembre había sido el 26, con 3.262 pacientes. La médica infectóloga Elena Obieta, integrante de la Sociedad Argentina de Infectología, resaltó que “la mayor cantidad de diagnósticos se dan en la población entre 20 y 40 años, donde las y los afectados la pasan aceptablemente bien”. Las estadísticas aún no describen el escenario real post fiestas de fin de año, mientras la Nación y las provincias apuestan a evitar mayores restricciones sobre la actividad social y económica. El físico Jorge Aliaga indicó que ceder ante el avance del virus implica aceptar un número ascendente de internaciones y fallecimientos. Si las estructuras de atención colapsan “sumaremos víctimas adicionales y muertes prevenibles”.
En un intento por alcanzar un complejo equilibrio, la política y la economía desbancaron a la corte de epidemiológicos. Ya no hay conferencias con filminas, ni entrevistas en la televisión con expertos sanitarios. El Gobierno ni siquiera exige, solo sugiere. Los programas de la tarde invitan a personajes a bizarros a debatir sobre las vacunas y dirigentes del macrismo se envalentonan con críticas en las redes sociales, desestimando su legado de ministerios sin fondos y vacunas vencidas. El ex presidente Mauricio Macri no podría hoy ocultar su fastidio si eligiera regresar a sus vacaciones en París y encontrara a la ciudad de Edith Piaff en las puertas de su tercer confinamiento. La restricción de circulación es la única respuesta que encuentran los franceses para intentar aliviar las camas hospitalarias. Con la generosidad de un blindaje mediático que no le suelta la mano, Macri exige medidas de apertura que no le generarían un reproche personal por los contagios y muertes que producirán. No es posible comprobar de manera fáctica cuántas personas hubieran fallecido en pandemia si el macrismo estuviera en el poder, aunque resultaría pertinente recordar los resultados de sus políticas sanitarias y científicas. Según reveló la Universidad de Avellaneda, en los cuatro años de Gobierno de Cambiemos, el presupuesto en Salud Pública se redujo en un 20 por ciento en comparación con los índices inflacionarios y el ministerio se redujo a una mera secretaría, mientras se ratificó el rango para Defensa. El instituto Malbrán, clave en los avances argentinos sobre el Coronavirus, sufrió durante la gestión anterior un recorte de fondos del 28,5 por ciento. Un programa que hoy resultaría fundamental, como el de investigación, desarrollo y servicios en endemo pandemias, tuvo una quita del 34,3 por ciento en las partidas.
El subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Lucas Stefanini, y el presidente de la Asociación de Empresas Sanatoriales, Mario Piastrellini, afirmaron que estamos mejor preparados para enfrentar la segunda ola. El sistema local sumó camas y respiradores, amplió su capacidad asistencial y espera haber recuperado al personal de salud tras largos meses de una actividad intensa. Además, el plan de vacunación busca garantizar la inmunización de la mayor parte del plantel médico, de enfermería y de asistencia en unidades críticas. En el municipio hablan de un “leve rebrote”, pero advierten que los casos llegarán. La experiencia de los meses de agosto, septiembre y octubre del año pasado, que convirtieron a la ciudad en la mayor preocupación provincial por la pandemia, actúan como advertencia. Una disparada en los indicadores pueden profundizarse en apenas semanas. Apostar a la responsabilidad social como único argumento resulta insuficiente. La ausencia de un plan visible de control parece delegar en las conductas individuales el resultado colectivo. Río Cuarto y la Provincia transitan en una supuesta normalidad en la que se ponen en riesgo los conceptos primarios de la prevención. Los barbijos se usan menos y hasta se utilizan mal. El distanciamiento dejó de ser una constante y las aglomeraciones se multiplican en los espacios públicos. Al recorrer los barrios y el centro riocuartense es difícil advertir que estamos en medio de una pandemia que provocó más de 45 mil muertos en la Argentina y casi 200 en la ciudad. El stress provocado por tantos meses de confinamiento y restricciones derivó en un excesivo relajamiento.
En Brasil proliferan los cacerolazos para pedir la renuncia de Jair Bolsonaro por la falta de oxígeno en algunas ciudades y la falta de ejecución de un plan de vacunación. En Londres, desde hace semanas sus pobladores viven confinados. En los Estados Unidos el número de víctimas ya supera a los muertos de cinco guerras de Vietnam. En Alemania impulsan un endurecimiento de las restricciones, mientras España adelanta la ejecución del toque de queda. Ambos países tuvieron más de 45 mil muertes y no logran evitar el crecimiento de casos. En Italia, a pesar de un amplio esquema de vacunación, persiste el confinamiento total de 22 a 5 de la madrugada. Surgen nuevas cepas del virus y tras alcanzar el millón de víctimas fatales en el mundo, desde la Organización de las Naciones Unidas subrayaron que falta un esfuerzo coordinado a nivel global. La aparición de las vacunas derivó en un sálvese quien pueda, donde los países centrales lograron quedarse con más del 90 por ciento de la producción.
Los investigadores y docentes Rodrigo Castro (Exactas-UBA, ICC-CONICET); Daniel Feierstein, (UNTREF-CONICET) y Ernesto Kofman (Ingeniería-UNR, CIFASIS-CONICET) realizaron un plan de nueve propuestas para evitar las cuarentenas estrictas y comenzar a frenar la suba abrupta de contagios. Los expertos piden implementar restricciones “locales, planificadas y selectivas” por actividad. “Es viable tomar medidas preventivas, adelantándose a la epidemia, y cosechar los frutos al cabo de entre 1 y 2 semanas. Las exigencias “duras” y demasiado prolongadas en el tiempo pierden todo efecto”, fundamentaron. Para los investigadores, es necesario “que la sociedad y el Estado compartan un plan común, con objetivos claros y logros medibles”
“Los cierres intermitentes y planificados tienen otra serie de ventajas: pueden organizarse las fechas a partir de las necesidades políticas y económicas, la población los conoce con antelación y sabe que tienen momento fijo de finalización. Las ayudas económicas necesarias a determinados rubros se pueden prever, presupuestar y calcular. Cada jurisdicción puede diseñar de manera autónoma cuales son las fechas apropiadas para la intermitencia”, precisaron. Para alcanzar el éxito del programa, señalaron que es necesario “demoler la curva en vez de solo aplanarla”, restringir la circulación entre distritos con diferente situación epidemiológica y recuperar el compromiso de “las personas que cumplen”. El grupo de científicos advirtió que es prioritario reforzar que “todos y todas somos transmisores” y que “la ausencia de síntomas no es indicativo de que una persona no contagia”.
“Cada uno de nosotros porta en sí la potencia del egoísmo y de la cooperación. Todos y todas podemos sentir cansancio, hastío, tener debilidades, descuidarnos en algún momento. Pero esas actitudes egoístas o descuidos generan efectos, impiden controlar la propagación del contagio y tienen consecuencias en el nivel de muerte y la situación del sistema de salud”, argumentaron.
El último de los ejes apunta a la comunicación. Los investigadores revelaron que a un año del inicio de la pandemia “hay mucha confusión y desinformación en la población sobre los mecanismos de contagio y las medidas de cuidado consecuentes”. No se trata solo de las acciones que se disponen, sino también de las formas. Los discursos dubitativos y la retracción en las decisiones políticas profundizaron el descreimiento de algunos sectores sociales. Ya no alcanza con ser capaces de articular las mejores estrategias para enfrentar una nueva ola de la pandemia, sino de generar el escenario adecuado para volver a convencer.

Foto: Paseo Alvear