Yo me vacuno

Por Pablo Callejón Periodista

La Argentina está cada vez más cerca de acceder a la vacuna contra el Coronavirus. En el mundo se fabrican 219 alternativas y del total, 40 ya se han experimentado en humanos. Pero, solo 10 han logrado alcanzar la Fase 3 y generan la mayor expectativa sobre una solución real, y quizás definitiva, contra el virus que ya provocó 35 mil muertes en el país y 165 en Río Cuarto. Aún los hospitales y centros de salud no pueden abastecerse del tratamiento, pero pueden garantizar su compra. El gobierno nacional apostó fuertemente por acuerdos con el laboratorio Astra Zeneca y el gobierno ruso, como proveedores de dos investigaciones que han logrado superar el 90 por ciento de efectividad. El objetivo es alcanzar una rápida inmunización en el personal de Salud y los grupos de riesgo, antes de desarrollar una masiva intervención. Los procesos no solo van a requerir un stock de vacunas suficiente, sino la articulación sanitaria necesaria para aplicar las dosis en el menor tiempo posible. La Provincia de Córdoba resolvió avanzar en un plan de compra para iniciar un proceso de vacunación en todas las personas mayores de 18 años. Cualquiera de las opciones que supere las etapas de control deberán ser verificadas y aprobadas por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica, un organismo descentralizado de la Administración Pública Nacional creado en 1992 y dependiente del Ministerio de Salud. Nadie podría quedar expuesto a una experiencia antojadiza y experimental. Las vacunas, como lo revela la historia, han sido la respuesta para evitar hasta 3 millones de muertes anuales. Parece no quedar lugar para las especulaciones de parroquianos de bar que buscan desestimar la vacunación sin más fundamentos que sus naturales prejuicios.

Aunque la Nación alcanzó acuerdos por las vacunas Sputnik y Astra Zeneca, se mantienen negociaciones con otras tres producciones que se encuentran en fase 3, es decir, la última etapa de los estudios clínicos. Esto permitiría conseguir millones de dosis a partir de diciembre. Además, la Argentina recibiría en febrero 9 millones de dosis a través del Covax, el mecanismo de compra colectiva impulsado por la OMS.
La empresa farmacéutica AstraZeneca aportará 22 millones de una vacuna que apela a la utilización de vectores. Son virus que no tienen capacidad de reproducirse en el organismo y se usan para transportar material genético del virus del que se quiere inmunizar. Fue desarrollada por la Universidad de Oxford y desde junio ha realizado pruebas en más de 10 mil voluntarios en el Reino Unido, 5 mil en Brasil, 30 mil en Estados Unidos y también en Sudáfrica y Kenia. La otra vacuna de vector viral es la Sputnik V, desarrollada por el Instituto de Investigación Gamaleya de Rusia. Es la única que utiliza dos adenovirus humanos como vectores, uno diferente en cada dosis que se dan intramuscularmente con diferencia de 21 días. Fue registrada por el Gobierno ruso en agosto y evaluada en 40.000 voluntarios en Rusia. También se anunciaron ensayos clínicos en los Emiratos Árabes Unidos, India, Venezuela y Bielorrusia.
La tercera alternativa es la de Janssen, la compañía farmacéutica norteamericana de Johnson & Johnson que utiliza un adenovirus humano y es la única que se administra en una sola dosis intramuscular. Se encuentra en fase 3 desde septiembre con 60 mil voluntarios de Colombia, Brasil, Chile, México, Perú, Sudáfrica, Estados Unidos y Argentina.Otra de las vacunas que negocia el país es la de Pfizer (Estados Unidos) y BioNTech (alemana), que utiliza directamente el código genético de una proteína viral. Al ingresar al organismo, las células “producen” esta proteína y al reconocerla se activa el sistema inmunológico. El estudio comenzó su fase 3 en julio y se prueba en 30 mil voluntarios en Brasil, Estados Unidos y Alemania. En la Argentina, el ensayo es realizado en el Hospital Militar y coordinado por el investigador Fernando Polack de la Fundación Infant.La última alternativa es la Sinopharm, de China, que utiliza un virus inactivado, una versión muerta del germen que no produce enfermedad pero genera anticuerpos y que ya se utiliza en varias vacunas como las de la gripe, hepatitis A, polio y la rabia. Los estudios se realizaron en Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Perú, Marruecos, Pakistán, Serbia y Jordania. En Argentina es probada en la Fundación Huésped.

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, la inmunización previene cada año numerosas muertes por difteria, tétanos, tos ferina, gripe y sarampión en todos los grupos de edad. Es una de las intervenciones de salud pública más eficaces y exitosas. Si se mejora la cobertura vacunal mundial, se podrán evitar otras 1,5 millones de muertes. La vacuna es ese objetivo sagrado, inmaculado, imprescindible para enfrentar las patologías crónicas. Una de ellas es el paludismo y ya se ha probado una opción en tres países africanos desde 2019. También se están desarrollando vacunas contra el ebola y hay un ensayo en curso por una dosis experimental contra la tuberculosis. La meningitis A es una infección que puede ocasionar graves daños cerebrales y que en muchos casos es mortal. En la Argentina la aplicación de la vacuna es obligatoria. En África, las campañas masivas de vacunación han permitido controlar la patología y estar cerca su eliminación en 26 países africanos del denominado «cinturón de la meningitis». Por la vacunación, el número de defunciones por sarampión ha disminuido en un 80%: de las 545 000 defunciones estimadas en 2000 a 110 000 en 2017. La aceleración de las actividades de inmunización ha contribuido enormemente a esta disminución. Las vacunas contra el virus del papiloma humano (VPH) protegen a las niñas contra el cáncer cervicouterino en etapas posteriores de su vida. Noventa países, en cuyo territorio vive una de cada tres niñas en el mundo, habían introducido esta vacuna en sus programas nacionales de inmunización en 2018. Los ensayos clínicos y la farmacovigilancia han demostrado que las vacunas utilizadas para prevenir la infección por el VPH son muy eficaces y seguras.La poliomielitis es una enfermedad vírica muy infecciosa que puede causar una parálisis irreversible. Según los datos más recientes, el 85% de los lactantes de todo el mundo han recibido tres dosis de la vacuna antipoliomielítica. El objetivo mundial de erradicar la transmisión de virus naturales de la poliomielitis está más cerca de alcanzarse; hoy en día solo se da en tres países: Afganistán, Nigeria y Pakistán. Tres regiones de la OMS han eliminado el tétanos materno y neonatal: las de Asia Sudoriental, que alberga a casi la cuarta parte de la población mundial, las Américas y Europa. La OMS ha calculado que, en 2017 (el último año para el que se dispone de estimaciones), casi 31 000 recién nacidos fallecieron a causa del tétanos neonatal. Además, un número significativo de mujeres mueren también cada año a causa del tétanos materno. Esta enfermedad se puede prevenir mediante las prácticas higiénicas de parto y la vacunación.

En 1796, Inglaterra publicó una obra del cirujano Edward Jenner que revolucionó la lucha contra la viruela. Se trataba de una práctica inoculatoria basada en la observación empírica de que las personas infectadas por viruela desarrolladas en el ganado vacuno, denominado cowpox, se hacían refractarias a la viruela humana. Al método jenneriano se lo denominó vacuna y por ello su descubridor es reconocido mundialmente como el padre de la vacunación. Desde aquella experiencia hasta hoy, las vacunas se han convertido en la principal búsqueda de la ciencia médica para enfrentar diversas patologías. Actualmente, la Argentina tiene un calendario de 22 vacunas y supera a la mayoría de los países del mundo. Todas las que integran el Calendario Nacional son obligatorias, gratuitas y se aplican en los vacunatorios, centros de salud y hospitales públicos del país. La obligatoriedad en la vacunación no apunta solo a la prevención de quien recíbe la dosis sino en evitar que la enfermedad pueda ser contagiada a otros. Fue durante la gestión del ex Ministro de Salud Ramón Carrillo cuando comenzaron las campañas masivas contra la viruela y la difteria y se estableció la obligatoriedad de presentar el certificado de vacunación para la escuela y para realizar trámites. Aquella decisión histórica dispuso al país a la vanguardia en Latinoamérica.

Hoy, el programa de radio de Marcelo Bonelli preguntaba a sus oyentes si “se meterían la vacuna rusa” y entre las opciones aparecía el “no, porque se trata de una cortina de humo”. La estigmatización del tratamiento solo por su origen tuvo sustento en los medios de comunicación y entre algunos dirigentes políticos, como Elisa Carrió, quien pidió que “no se pongan la vacuna rusa” al considerar que “no pasa por todos los controles”. Sin más argumentos que el prejuicio ideológico, ni más fundamentos que la banalización de una cuenta de Twitter, la desestimación de procesos científicos emergen también en medio de lo que se supone es la grieta política. Pero intensidad no es lo mismo que influencia. Y aunque los medios destinen demasiado espacio en elucubraciones vacías, una mayoría aguarda por la vacuna que empiece a generar los argumentos para la nueva normalidad. Cuando no queda más sustento que la realidad, es saludable que hable la ciencia. Por eso, yo me vacuno.