El virus siempre estuvo ahí

Por Pablo Callejón

Ningún caso durante más de 100 días y hoy son más de 500. La pandemia se mostró prepotente y alcanzó su peor momento. Las señales de alarma no solo se encendieron por el número de casos, sino por el relajamiento social. La primera etapa había sido extenuante. El encierro, el miedo, alejarse de los afectos, no saber en qué lugar nos estábamos jugando la vida. El cansancio fue emocional, económico y hasta moral. Aparecieron voceros contra las medidas preventivas y embanderados que ningunearon los efectos. Fue tanto el desgaste que bajamos la guardia. Primero 1, después 2, un día 15 y al final más de 80. La enfermedad es ahora la revelación del vínculo que decidimos entablar con ella. Semanas después del Día del Padre y los festejos por el Día del Amigo, los contagios se multiplicaron. No fueron las únicas causas. Las reuniones sociales se naturalizaron en la quinta etapa. El distanciamiento social dio lugar a la confianza excesiva. Le perdimos el respeto a las causas y hoy estamos pagando las consecuencias.

Río Cuarto suma 533 casos y serán muchos más. Desde Córdoba afirman que estamos en la etapa incipiente del brote. Apenas hemos transitado dos semanas del auge de contagios y las experiencias en otras localidades de la Provincia revelan que el amesetamiento se alcanzará en un periodo de entre 6 y 7 semanas. Algo sabíamos desde el principio: el Covid19 no tiene cura, ni tratamiento. Su fuerza de contagio es abrumadora. Una mayoría transita la enfermedad con síntomas leves y a veces, sin saberlo. El riesgo se eleva para los mayores de 60 años y quienes padecen enfermedades mórbidas. Cuando el virus ingresa en espacios vulnerables, la muerte es una advertencia. En Vicuña Mackenna, 11 personas fallecieron desde el comienzo de la pandemia. En realidad, los decesos se produjeron en las últimas semanas, tras el inicio de una secuencia de contagios que afectó a 153 personas. Desde el COE creen que tres contactos entre riocuartenses y vecinos de Mackenna provocaron la ola de positivos en la ciudad. Quienes suponían que la cuarentena era un acto de coerción del Gobierno y el virus, un invento chino, podrán cotejar las editoriales de los poderes fácticos con el sonido monótono de los respiradores en una sala de terapia.

1813 son los contactos estrechos aislados en Río Cuarto. Del total, 783 son convivientes de los pacientes positivos y fueron hisopados en sus domicilios. Otras 1030 personas no forman parte del hogar de los pacientes y deben someterse a los test con turno previo en la Libero Pierini. Solo se realiza el análisis en el día para quienes forman parte de los grupos de riesgo. Esto incluye a personal de salud, adultos mayores y quienes padecen patologías crónicas. El resto, depende de la trazabilidad. Desde el COE y Salud Municipal están convencidos de que lo importante no es el hisopado, sino el aislamiento. Ante la sospecha, se debe actuar como si tuviera la enfermedad, cuidarse y alejarse de los otros para evitar que se multipliquen los contagios. La medida exige que aún con un hisopado negativo, la cuarentena de dos semanas debe cumplirse.

En la definición de la trazabilidad, la primera medida que se impulsa es el aislamiento de las personas que conviven con el paciente. En el rastreo epidemiológico se evalúan contactos estrechos hasta 48 horas antes del resultado positivo. El plan de acción exige que todos en el hogar se aíslen durante 14 días, aún cuando dieran negativos sus hisopados. Lo mismo sucede con los vínculos estrechos no convivientes. Solo quedan liberados de la medida los familiares de aquellos que tuvieron contacto con el paciente dos días antes del hisopado y dieron negativo en el test. El procedimiento que parece algo engorroso para explicar públicamente, es el esquema que logró controlar otros brotes en la Provincia y fue valorado por el presidente Alberto Fernández en el diálogo con los gobernadores. Aunque la capacidad instalada permite hasta 400 hisopados por día y 800 test rápidos, la ciudad aún no alcanzó esas cifras. En promedio, son 300 los análisis que realizan cada jornada.

El ministro de Salud Diego Cardozo afirmó que en Río Cuarto no hay circulación comunitaria. En las clínicas y sanatorios descreen de esta evaluación. Las diferencias de criterios no parecen decisivas en este momento de la pandemia. La ciudad cayó en la calificación de transmisión por conglomerado cuando apenas teníamos un puñado de casos y hoy transitamos la fase cinco con un promedio de 50 contagios por día. La principal preocupación apunta sobre el número de camas. Desde Salud municipal están convencidos de que ningún paciente que deba ser internado se quedará sin un lugar en la terapia y un respirador. Hasta el pasado jueves, 20 personas con Coronavirus estaban hospitalizadas y solo cuatro, fueron derivados al sector crítico. El porcentaje es de aproximadamente el 3 por ciento, un cuarto de los que registra el promedio provincial de 12,5. El dilema no se plantea solo por el virus, sino por el resto de las enfermedades por pacientes coronarios, con accidentes cerebrovasculares, oncólogicos y otras patologías que requieren cuidados intensivos.

Los centros asistenciales locales son receptores de pacientes de una región con más de 600 mil habitantes. El sistema de salud que está en crisis desde hace varios años se agravó en localidades y pueblos por el cierre de clínicas. Sobre todo, por la incapacidad de desarrollar ofertas de mayor complejidad ante los altos costos en equipamiento, insumos y personal. El modelo que se midió en términos de rentabilidad se dinamitó mucho antes del arribo de la pandemia. La cuarentena temprana no solo buscó obstruir la propagación del virus, sino ralentizar su propagación para aumentar la estructura sanitaria. Las imágenes dantescas que llegaban desde Europa y se revelaron con crudeza en Ecuador y Brasil, expresaron la política de guerra en la atención hospitalaria. En aquellos países, muchos murieron en los pasillos, en hogares de ancianos abandonados y hasta en las calles. Formaron parte de fosas sin nombre y ocuparon los trailers de camiones frigoríficos, en procesiones de oscura fatalidad.

En el municipio confían en haber alcanzado la trazabilidad de todos los positivos y haber detectado al factor cero. Los contagios fueron identificados por domicilio y barrio a través de un sistema de auto referenciación. Más del 85 por ciento de los casos surgieron de las reuniones sociales y familiares. Esto provocará una demora en el amesetamiento. Cada paciente estuvo en contacto con muchas más personas que las que residen en su hogar. Detectar a todos y asegurar el aislamiento es la clave. El abordaje no reveló brotes masivos en sectores productivos, industriales y comerciales. Cuando los especialistas advirtieron varios positivos en un local comercial fue porque los implicados habían compartido antes un asado o un encuentro social. La causa inicial es siempre la misma.

Los casos se multiplicaron en toda la región, incluso en localidades que habían transitado los primeros meses en una especie de burbuja sanitaria. Cómo se preveía no alcanzaron los controles oficiales que buscaban blindar los accesos a pueblos y ciudades. No existe la restricción absoluta. Ningún sistema de seguridad en la Argentina y en el mundo pudo evitar que el virus se expanda con un control vial de toma de temperatura. El reclamo social intentó deslindar la responsabilidad individual en el Estado y hoy pagamos el costo. En el país hay más de 10 mil contagios diarios, la Provincia superó los 7.400 casos y en Río Cuarto alcanzamos el medio millar de afectados en el inicio del brote. La enfermedad no da tregua, incluso en los países que ya vivieron la tragedia. España hoy transita la segunda ola con cifras que recuerdan el drama de la primera etapa. Aprender a convivir parece la única salida antes de la vacuna. El final de la batalla aún nos queda demasiado lejos. Aunque preferíamos no saberlo, el virus siempre estuvo ahí.