La piedra en el fondo

Por Pablo Callejón

El eco de la piedra al caer fue un sonido seco, agónico. La piedra fue rodando durante los años de recesión, devaluaciones abruptas, bolsillos flacos, una inflación de más de 50 puntos y el desplome de la actividad productiva relegada por la bicicleta financiera. La piedra rodó y rodó hasta el fondo. No solo del Monetario Internacional sino el fondo de las oficinas de Wall Street, donde tipos como Jordan Belfort colocan sus pies sobre un escritorio y dejan recostar sobre el labio inferior un cigarrillo negro encendido. La piedra rodó por sobre la rueda de una bicicleta que rifaba miles de millones de dólares a familias con apellido de niño bueno y en cuentas off shore ocultas debajo del mar all inclusive. Rodó la piedra antes de caer. Fue rodando sobre una economía devastada, con tarifas dolarizadas y sueldos de un peso devaluado. Rodó en las narices de los medios que aseguraron que solo tomaba impulso para volver a subir. La piedra rodaba y caía y nada se pudo hacer ante el empujón final. El peso que acumuló en aquel rodar y rodar solo profundizó la fuerza del golpe que le atinó la pandemia. La piedra rodó hasta caer y ahora queda por saber, como quitarla del fondo.

El Hotel Opera era un símbolo del glamour setentista de una ciudad con noches eternas. Desde Julio Iglesias a Mirtha Legrand, políticos, actores, científicos y referentes sociales eligieron hospedarse en las habitaciones de colores pasteles sobre calle 25 de Mayo. Había sido inaugurado en 1973 por el empresario Abel Lichtenstein y durante décadas fue el lugar que dio status a sus huéspedes. En los últimos años, la oferta hotelera le disputó aquel lugar preferencial y la economía fue cercando los números de la empresa con 24 empleados. El cierre obligado por los efectos del virus que se expandió como reguero de pólvora se convirtió en un portazo definitivo al Hotel y su historia. Los trabajadores serán indemnizados y el edificio quedará inmerso en el letargo de un destino incierto. A metros de allí, sobre Dean Funes, las vidrieras revelan una pasarela de locales vacíos desde hace meses. La postal se extiende en varias cuadras, por muchos comercios que ya no están. La piedra fue rodando demasiado hasta caer.

En la esquina de Colon y Constitución, no hay Barraca ni café. Luis María cerró el bar que reunió a miles de riocuartenses durante varias generaciones. Con nombres indistintos, fue un punto de encuentro tradicional que hoy se reduce a un cartel de “alquila”. Los costos de servicios y locación fueron una piedra demasiado pesada ante la pérdida sostenida de ingresos. Otros cafés se sirvieron por delivery y en mesas separadas para no cerrar. Los bares que pudieron sortear la piedra volvieron a abrir y sobreviven con encuentros parroquianos de alcohol en gel y barbijo.

La piedra rodó sobre los que nunca antes pidieron ayuda y estaban ausentes en los registros del Estado. Rodo hasta hacerlos esperar por un bolsón alimentario y el ingreso de emergencia. Ya no piden como antes pero las cuentas siguen en rojo. El Estado nacional extenderá hasta diciembre los ATP y los municipios ruegan por los ingresos que se esfumaron. La piedra cayó sobre la caja de los comercios que perdieron más del 20 por ciento en junio. Las puertas están abiertas, pero los números no cierran. Bazares, regalerías y joyerías derrumbaron sus ingresos en un 100 por ciento. Otros rubros, como textiles, perfumerías y electrodomésticos vieron desplomar las ventas entre un 40 y un 70 por ciento. La piedra cayó y arrasó con los planes de financiación. Solo la construcción y la venta de neumáticos sobrevivieron a la brutal caída. La piedra los esquivó en su rodada. El campo y las actividades que dependen de su rentabilidad fueron meros observadores de la caída. Sin dólares por comprar ni bicicletas a la vista, el capital se resguarda en miles de silobolsas esparcidos sobre la tierra que espera volver a parir la siembra.

La piedra cayó y quizás ya tocó fondo. Durante junio la venta de combustibles pareció olvidar el ahogo de abril y mayo. El volumen de venta subió un 12,1 según reveló la Cámara de Expendedores de Córdoba. Sobre todo crecieron los Premium: un 34,2 las naftas y un 27,5 por ciento el gasoil. La piedra cayó, pero no rodó en todos lados por igual. Río Cuarto fue la ciudad con menor impacto en la baja de la comercialización de combustibles entre febrero y abril. En junio, la venta de gasoil clase 3 progresó un 36,3% y la nafta Premium un 43,8. En la totalidad de operaciones, el crecimiento para las estaciones fue del 4,5 por ciento en relación a mayo. La piedra sigue en el fondo, aunque pareció perder algo de su peso.

De un total de 987 locales céntricos, 129 estaban disponibles para alquiler o venta durante junio. Es un 13 por ciento récord en las evaluaciones del Centro Comercial. La piedra ya había rodado sobre decenas de comercios que cerraron antes de la pandemia. Quienes piden por un plan, olvidan la supervivencia. Los aportes del tesoro para el pago de salarios, la ampliación de planes asistenciales, la expansión de estrategias alimentarias y el sostenimiento del IFE buscan quitarle el peso de la piedra a los más afectados en un intento por sacarlos a flote. La piedra rodó y rodó hasta caer. El sonido agudo pareció infinito. Quitarla del fondo es un desafío desigual. La crisis de la pandemia profundizó todo: las inequidades, nuestras miserias, los gestos de solidaridad, las reacciones prejuiciosas, el valor de los que luchan, el dolor de ya no ser y la jactancia de los que nunca pierden. La piedra tiene el peso de nuestra propia historia, sobre todo, de nuestra historia más reciente. La dejamos rodar y cayó. Y el fondo, aún nos queda demasiado lejos.