El día que Gardel cantó en Río Cuarto – Por Jericles

Esta es una anécdota poco conocida de la historia del Imperio.
Porque hace cien años, un día como hoy en 1920, actuó en Río Cuarto nada más ni nada menos que Carlitos Gardel.
Poco registro quedó de aquella actuación, pero nuestro equipo de investigación tuvo acceso a viejos papeles de la época, algunos testimonios de tercera mano, grabaciones gastadas, y con eso pudo armar un rompecabezas sobre aquella visita….
Parece que Gardel, que en aquellos momentos era un cantor de tangos del montón, actuó a la gorra (en este caso, por ser Gardel actuó “al sombrero”) en una fonda de mala muerte del Boulevard Roca, a cien metros de la Estación del Andino.
Según parece, en un miserable cuarto de la vieja pensión donde se hospedó, compuso lo que después sería una de sus máximas creaciones: “Mi Buenos Aires querido”. Sólo había pequeñas diferencias en los versos de aquellos bocetos que encontramos tirados en un baúl de aquella habitación del Boulevard Roca: el tango empezaba diciendo: “Mi Montevideo querido / cuando yo te vuelva a ver”. Parece que años después le cambió la letra por exigencia de su agente, que quería promover al Zorzal Criollo como un producto bien porteño.
Recordemos que en el año 1920, cuando Gardel se presentó en Río Cuarto, el tango no era bien visto por la sociedad, y según los memoriosos, la gente que concurrió al recital era del sector marginal de la población, el lumpenaje de la ciudad. Encontramos una foto amarillenta de ese recital, y pueden verse pancartas que decían: “Aguanten Gardel, la birra y el faso” y “A tirar bengalas, que llega el Zorzal”
Los medios también reflejaron al día siguiente la actuación de Gardel: El diario el Pueblo, en su sección de espectáculos, publicó una extensa crítica de Ricardo Sánchez: “Lo mejor fueron sus guitarristas, pero si ese tal Gardel no aprende a pronunciar la letra “N” no va a llegar muy lejos”, fue el lapidario comentario del crítico, deslizando su sospecha de que además había hecho play back.
Don Juan Filloy, que hacía sus primeros pasos como periodista en el diario “El Pueblo”, también fue a la fonda a ver la actuación
de Carlitos (no olvidemos que los piringundines de mala fama eran su lugar en el mundo) y también hizo su crítica gráfica. Lo que pasa es que don Juan era muy afecto a los juegos de palabras, y escribió unos palíndromos: “Allí tápase Menem esa patilla”. “Dábale arroz a la zorra el abad”. Como en aquella época los palíndromos no eran muy populares, nadie entendió un corno lo que quiso decir el escritor de los tres siglos sobre la actuación de Gardel.
Y además quedaron algunos testimonios sueltos que nuestro equipo de investigación logró reconstruir y evitar que el olvido se llevara aquella actuación.
Hay un audio obtenido décadas atrás por un grabador Geloso, con el testimonio de Clarita Memorales, una anciana que al parecer tuvo un tome y traiga con Gardel aquella vez.
“Yo salí con él luego de su actuación”, empieza diciendo la mujer, y siguió: “Era un tipo muy caballero, gentil, galante… Tomamos un fernet en Montecarlo, a la medianoche me llevó a Villa Dálcar, y ahí a orillas del Lago, contra un árbol me hizo…” Y ahí en ese momento Clarita fue interrumpida por la dueña del geriátrico para llevarla a cenar, dejándonos con las ganas de conocer más detalles de aquel incipiente romance.
Y a diferencia del 99 por ciento de los riocuartenses, don Severino Faena, el dueño de la pensión donde Gardel y sus guitarreros se alojaron en su visita al Imperio, recordó siempre aquel momento: “¡Como me voy a olvidar, si comieron y durmieron aquí tres días, y al momento de pagar escaparon por el patio, afanándose toallas, jabones, las sábanas y hasta una jaula con dos canarios!”, para terminar diciendo “¡Ni siquiera tuvieron la delicadeza de dejarme una foto autografiada para mi hija!”
Y el broche de oro del registro del paso del músico por Rio Cuarto, fue al día siguiente de su actuación profesional, cuando se presentó con sus guitarristas en el concurso musical de “Sólo canto” del Parque Sarmiento…. ¡y salió tercero!
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Así fue Pablo, de ingrato el pueblo de Río Cuarto con este mito del tango argentino. ¡Por supuesto, el Morocho del Abasto nunca más volvió!