La elección del voto a voto

Por Pablo Callejón Periodista

El peronismo tenía el camino allanado y decidió abrir su propio desvío. “Sin divisiones era una victoria 70 a 30 como el fernét, pero, de uno y otro lado creyeron que podían solo o sola”, afirmó un dirigente que conoce de las batallas que debieron dar frente a la hegemonía radical en Río Cuarto. Después de ocho años en los que debió convivir con una pandemia y la crisis económica que derivó en un desembarco anarco capitalista en Casa Rosada, el oficialismo gozaba de importantes niveles de aprobación y debía enfrentar a una oposición que daba pasos en falso tratando de reconstruir un liderazgo. Sin Antonio Rins y Juan Jure en la escena, el radicalismo anticipó las internas casi por supervivencia y dispuso a Gonzalo Parodi como aspirante al sillón de Mójica. El resultado no logró fortalecerlos en un mismo bloque. Gonzalo Luján anunció su retiro de la política y Gabriel Abrile se recluyó en un silencio plagado de especulaciones sobre un salto hacia otro partido o alianza. A la confusión local se sumaron las derrotas de Luis Juez a nivel provincial y de Rodrigo De Loredo en Córdoba, con una remontada histórica del Llaryorismo en Córdoba. Nada jugaba a favor de Parodi ni del armado opositor, hasta que el Justicialismo decidió recluirse en una batalla interna que le arrebató las certezas de un posible triunfo.
Más allá de la especulación sobre las encuestas, una elección de tres tercios es inédita en la historia democrática de Río Cuarto. Ningún antecedente permite descifrar lo que puede pasar. Las divisiones de los oficialismos son un permiso para ilusionar a los opositores, pero nada parece cerrado. Unos y otros admiten que pueden concluir el domingo en el primer lugar o en el tercero. Cualquier resultado parece posible en los análisis partidarios. Visto de otro modo, ningún sondeo o encuesta otorga una diferencia definitiva. El intento por buscar analogías entre los motivos que concluyeron con Javier Milei en la presidencia y el abrumador respaldo de los riocuartenses, podría no tener respuestas simples. El cambio que el electorado reclamó en el país no necesariamente se representa en lo local. Tampoco la idea de lo nuevo. Entre el amplio abanico de aspirantes no hay ousiders de la política. Parodi y Abrile fueron funcionarios de Jure. El actual candidato es desde hace 8 años concejal y el médico terapista intentó tres veces alcanzar la intendencia. ¿Alcanza con presumir el discurso del enojo popular y sumarse a las críticas “a la vieja política”? Por el otro lado, está Adriana Nazario, ex secretaria de Alberto Cantero, ex ministra de José Manuel De la Sota, ex diputada y ex legisladora provincial. Muchos de quienes la acompañan fueron parte de la gestión de Llamosas, negociaron ordenanzas que pedía el Ejecutivo o participaron fervorosamente en sus actos. Tampoco podría ostentar una irrupción novedosa Mario Lamberghini. El ex funcionario delasotista y menemista lo intenta en cada discurso, convencido de poder seducir al electorado libertario.
En el oficialismo, también se impuso la interpelación entre el pasado y el sentido de la renovación. La apelación a “seguir cambiando” dejó a Guillermo De Rivas en una zona gris, incomprensible. Fue una estrategia fallida del inicio de la campaña que obligó al oficialismo a optar por recursos menos forzados. El desembarco de la estructura provincial fue parte del reseteo táctico, aunque nunca la injerencia foránea fue definitiva para una elección local. Podría alcanzar alguna influencia, aunque la historia reciente advierte sobre sus limitaciones, y hasta los eventuales efectos negativos. De Rivas abandonó algunos posicionamientos políticos de Llamosas, como la defensa del nuevo sistema de transporte de colectivos y la prohibición de Uber. También se diferenció de la embestida en contra de la baja de impuestos y apostó, al menos en la última etapa, por tratar de alcanzar una impronta personal que lo defina más allá de su pertenencia al oficialismo. El dilema es que logre alcanzar un delicado equilibrio entre lo que debe cambiar y el sustento que genera una gestión valorada, fundamentalmente, por una cuantiosa inversión en obra pública. “¿Para qué forzar el cambio si la fortaleza está en lo que hicimos?”, se planteó un dirigente del llamosismo.
La elección local llega en un momento social incómodo, por momentos asfixiante. Hay una escasa tolerancia a campañas después de un año desbordante que devino en una crisis económica todavía imprevisible. Una mayoría teme perder el trabajo, no llega a fin de mes, no lograr cerrar los números de su comercio, no puede pagar las tarifas y no alcanza a ver la luz al final del túnel. Y aunque los niveles de respaldo a Milei y sus consignas puedan mantenerse elevados, las dificultades son demasiado urgentes para enfocarse y dar credibilidad a nuevas promesas electorales. En cada alianza coinciden en señalar que el nivel de participación resultará clave el domingo. No se trata solo del finde largo y los viajes de turismo en sectores medios y altos. El contexto también incorpora el enojo que impulsó a la política con motosierra y los insultos a la clase política presuntamente encerrada en los privilegios de la casta. Si el escrutinio revela una disputa voto a voto, la preocupación por los ausentes tomará una especial relevancia.
En los últimos meses, los candidatos apelaron a las propuestas. No fueron plataformas vacías, aunque faltó el debate. La discusión de las problemáticas profundas de la ciudad quedó subordinada a las consignas y los mandatos publicitarios que indicaban “cómo y cuándo hablar”. Hubo fake news, operaciones, denuncias de asistencialismo y reproches a intentos por ocultar las historias personales. El microclima se asentó sobre el barro y sumó otro factor de agotamiento social, en el que será difícil prever cuánto puede impactar la información falsa, el reparto de bolsones o la citación forzada de Axel Kicillof, Martín Losteau o Cristina Kirchner.
La sensación de una elección muy cerrada obligó a las fuerzas políticas a una estrategia para agotar hasta el último esfuerzo durante el fin de semana. La campaña se extenderá hasta el sábado por la noche. El contacto personal, el armado de la movilización, los llamados telefónicos, la visita a los barrios, se expresan cómo impulsos recurrentes por sumar cada voto. Es el último paso hacia la elección donde volverán a unirse los desvíos y solo quedará lugar para uno.