El después de los caudillos

Por Pablo Callejón

Cuando José Manuel De la Sota ya era el político más poderoso de la provincia, el entonces intendente de San Francisco, Martín Llaryora, lo cuestionó por mantener un encendido conflicto con la presidencia de Cristina Fernández. Habían pasado cuatro años de los piquetes del Campo y el joven referente del peronismo le recordó al mandatario que no era conveniente “pelear por pelear”. Llaryora advirtió que el enfrentamiento demoraba el ingreso de fondos y dificultaba la gestión por obras. Lejos de tomar nota de las críticas que llegaban en el frente interno, “El Gallego” avanzó en la creación del Cordobesismo para enfrentar abiertamente al peronismo nacional.
Llaryora nació el 6 de octubre de 1972 en San Francisco, donde cursó los estudios primario y secundario. Cuando ya había cumplido un mandato como intendente ciudad, decidió diplomarse en Gestión Pública en la Universidad Católica y a los 36 años, se recibió de abogado. Fue reelecto por una abrumadora diferencia y su nombre comenzó a tomar relevancia en los despachos de la capital cordobesa. El eje que había conformado con Villa María, gobernada por el entonces referente del kirchnerismo Eduardo Accastello, le permitió desarrollar “un polo productivo de proyección regional”. Las críticas se convirtieron en elogios y De la Sota lo designó como Ministro de Industria. En 2015, Juan Schiaretti lo eligió como su acompañante de fórmula en la elección que derivó en la derrota del “milico” Oscar Aguad y en el mejor resultado del kirchnerismo en Córdoba, con casi 17 puntos para Accastello. Dos años después, Llaryora encabezó la lista de diputados del peronismo provincial y su nombre comenzó a apuntarse para el tiempo de la renovación.
La abrupta muerte de José Manuel De la Sota en el accidente sobre la autovía entre las dos capitales, y la última reelección posible para Schiaretti, plantearon, por primera vez, el dilema de la sucesión para los caudillos que lideraron la política provincial durante casi tres décadas. Llaryora aceptó disputar la intendencia de Córdoba en un contexto que habilitaría una victoria aplastante del “Gringo” en la gobernación. La oposición llegó fragmentada tras lo que habría sido un acuerdo entre Schiaretti y Mauricio Macri. El pacto nunca fue blanqueado por las partes, pero generó múltiples especulaciones entre quienes debieron soportar los costos de la derrota. Hacemos por Córdoba se quedó con una abrumadora mayoría en la Unicameral y recuperó el poder en la Capital, después de 16 años. El escenario propicio para un desembarco de miles de millones de las arcas provinciales, que le sirvieron a Llaryora para empezar a gestar el salto hacia la pelea por la gobernación.
El actual intendente cordobés fue cuestionado por gastar millones de pesos para la renovación de su despacho y las oficinas del Palacio 9 de Julio, aunque su gestión alcanzó una alta adhesión entre los cordobeses por obras de infraestructura y la mejora de edificios y espacios verdes. La mejoras en la ciudad visible constrataron con un creciente deterioro de indicadores sociales, como los abrumadores datos de la pobreza. Apresurado por evitar que las protestas en los hospitales y los reclamos docentes impacten en el contexto electoral, Llaryora pidió acelerar los acuerdos que lograron atenuar la tensión, sin erradicarla.
La inseguridad fue el primer intento en la campaña por instalar un debate en medio de la apatía generalizada. Llaryora se resguardó el discurso de mano dura de Patricia Bullrich y Javier Milei y defendió el uso de fuerzas armadas federales para combatir el narcotráfico. La derechización del análisis por el crecimiento delictivo en Córdoba se instaló como la principal preocupación en los sondeos, aunque nadie se animó a predecir su impacto en el voto de los cordobeses.
Llaryora enfrenta la posibilidad de convertirse en la continuidad “hacia adelante” de una gestión de casi tres décadas o declinar ante un cambio histórico. Un complejo desafío para el dirigente que busca protagonizar la sucesión, con la certeza de que no podrá alcanzar con más de lo mismo