“En Río Cuarto somos discriminados por vivir en un barrio pobre o por nuestra ropa, no podés ni cruzar la avenida”

“En Río Cuarto somos discriminados por vivir en un barrio pobre o no tener la ropa adecuada. Es muy triste y lamentable, pero por esa situación no se consigue un trabajo. Se cierran las puertas. Hay que cruzar la avenida y a los chicos no los dejan llegar al centro. Los jóvenes necesitan una oportunidad. Vivimos en el barrio que podemos y queremos hacer cosas. Es doloroso lo que pasa”, argumentó Graciela Correa, presidenta de la vecinal Jardín Norte, uno de los sectores donde se advierte fuertemente la desigualdad y la creciente demanda social.
En diálogo con Telediario Primera Edición afirmó que “son momentos muy difíciles, la pandemia fue un desastre y la situación empeora”
“No solo es la falta de alimentos, sino la urgencia por vivienda y trabajo. Parece que estamos condenados por vivir en Jardín Norte. Vemos a chicos jóvenes que no acceden a un trabajo y vienen a pedir”, aseveró.
Graciela resaltó que “nos piden una changa y alimentos porque la gente no tiene ingresos”
“Hay gente que tiene empleo o una asignación pero no le alcanza. Lo que vale un paquete de fideos o un quilo de carne los deja desamparados”, aseveró.
La vecinalista señaló que “a veces, hasta nos da bronca ser pobres y decir que vivimos en Jardín Norte, o  en tal barrio, se pianta un lagrimón cuando lo pensamos”
“Cuando piden trabajo les responden que tienen que tener experiencia. Yo empecé a manejar un camión a los 16 años y no sabía nada. Cuando reclamas, te toman el curriculum y no los llaman más. Es triste”, advirtió.
Y agregó: “A los jóvenes hay que escucharlos. Hay que escucharlos cuando buscan trabajo, necesitan un psicólogo, deambulan por un médico. Hay que escuchar que quieren porque decidimos sin saber que piensan. Y los condenamos porque se pelean o salen en las hordas de motos. Pero no les estamos dando la posibilidad de saber qué nos plantean. A veces se nos escapan de las manos porque sus padres deben trabajar y están solos. También se los está condenando a los padres”
“Faltan políticas de Estado, que los gobiernos salgan de las oficinas y se vayan a sentar con los jóvenes. Algo tienen para decir. Están pidiendo a gritos y no los estamos escuchando. A mí me toca ser enfermera sin título, abogada sin título, psicóloga sin título. Hago el trabajo de escuchar y de buscar dar una solución, pero no tenemos las herramientas para asistir a todos. La demanda es mucha”, lamentó.