La inseguridad que agobia y mata

Por Pablo Callejón

“Me mandé una cagada, anoche entré a una casa y no sé si maté a un tipo, ¿me podés aguantar esto?” El bolso azul contenía frascos pequeños ocultos en el interior de cajas de leche y café Dolca. Cada envase estaba repleto de marihuana. El suegro observó a su hija y a sus nietos, antes de negarse al pedido. Facundo Rivero resolvió tomar uno de los frascos y vender la droga en el barrio. Necesitaba dinero con urgencia. La ropa con la que había cometido el crimen ya había sido incinerada y el corte que delataba la pelea con la víctima fue cerrado con la Gotita. El homicida suponía que el caso no impactaría “en las noticias” y podría ocultarse por un tiempo, “hasta que todo pase”.

A la una de la madrugada del 30 de octubre del 2020, Rivero llegó hasta el departamento interno, en calle Buenos Aires al 1838. Debió caminar unos 47 metros hasta escalar por los techos del complejo habitacional. En el dormitorio descansaba Matías Norris, el único morador. Cuando el imputado accedió al interior por una de las ventanas, la víctima despertó y logró alcanzar un cuchillo, antes de trenzarse en lucha con el ladrón. Matías le provocó cortes en el brazo, aunque no pudo evitar que el agresor se ubicara por la espalda y lo tomara del cuello. Rivero le arrebató el arma blanca y comenzó a lanzar puntazos hasta asestar un golpe en el tórax que provocó la muerte de Norris por un shock hipovolémico. Cuando el joven aún agonizaba maniatado a un pie de la cama, el imputado se apoderó de los frascos con la marihuana que había sido cultivada en el lugar para consumo personal. También sustrajo una marcadora Paintball, un celular y un joystick tipo volante.

Facundo Rivero vivía a pocas cuadras de Matías cuando ocurrió el hecho. Los investigadores sospechan que el autor había planeado el atraco y conocía sobre la presencia de los envases de estupefacientes en el lugar. Lo que debió planificar de urgencia fue el escape hacia Río Tercero, junto a su pareja y sus tres hijos. Para concretar el viaje vendieron un frasco de drogas por 10 mil pesos, algunos muebles y otras pertenencias. La pareja del sospechoso ya había observado por la televisión las primeras noticias sobre el homicidio de Matías Norris. En ese momento pudo conocer que la víctima era un joven de vida social sencilla y de trabajo, que intentó defenderse del ladrón que lo sorprendió en la madrugada fatal.
El sospechoso ya había purgado tres condenas por robo y recuperó la libertad dos años antes del homicidio. Esta vez confió en que podría alcanzar la impunidad, sin observar que lo delataría su propio entorno.

Matías era reservado, no respondía mensajes y actuaba en forma solidaria con sus allegados. Diego, uno de sus amigos, recordó que el día del crimen le llamó la atención que no encendiera la computadora para “jugar en red”. El testigo preció que unos meses antes del homicidio, habían ingresado a robar en el departamento donde se produjo el fatal desenlace y Matías le había advertido que se defendería si sucedía nuevamente.

Para el fiscal Daniel Miralles, “quedó evidenciado” que el homicida huyó a Río Tercero para eludir la persecución penal, “incluso valiéndose de violencia y amenazas”. El funcionario judicial argumentó que el imputado ingresó al departamento para robar los estupefacientes y se encontró con la resistencia de Matías, quien defendió sus pertenencias arriesgando su propia vida. Miralles acusó a Rivero de homicidio en ocasión de robo y la causa ingresó a la Cámara Segunda del Crimen, donde se desarrollará un juicio con jurados populares. Será la oportunidad de Justicia por Matías, otra víctima de la inseguridad que agobia y, a veces, también mata.

Redacciòn Póster Central
Foto: Puntal