“Santi era un policía de vocación, lo mataron a sangre fría y las pruebas están”

“Santi era un policía de vocación, lo mataron a sangre fría, como a un animal. Los responsables están presos y esperamos Justicia, las pruebas están”, afirmó Dolly Ceballo, madre de Santiago Mancisidor, el agente asesinado por una patota en Berrotarán.

La causa ingresó en la Cámara Primer del Crimen y se aguarda que el Tribunal fije la fecha de inicio del juicio a los acusados: dos adultos y tres menores de edad.

El crimen del policía amable- Por Pablo Callejón
(*) La causa fue elevada a juicio y la Cámara del Crimen deberá resolver la fecha para el inicio del juicio


Santiago era policía por vocación. Había heredado aquella pasión de su papá, un oficial retirado hace algunos años de la fuerza. En el pueblo lo valoraban como “un buen tipo”, servicial y de gestos amables. Poco después de aquella madrugada del 12 de febrero de 2021, Daniel afirmó que los asesinos de su hijo lo mataron “como un perro”. Los sospechosos del crimen son pibes del pueblo liderados por “los Abatedaga”. Tres de los acusados ni siquiera habían cumplido la mayoría de edad. Andaban en barra y en Berrotarán ya conocían de sus andanzas violentas. Nadie pareció sorprendido cuando se identificaron sus nombres por la radio, aunque ningún vecino hubiera imaginado que serían capaces de matar. “Los Lucas”, Abatedaga y Dallago, fueron trasladados a Bouwer tras su dentención. Valentín, Rodolfo y Nicolás debieron ser sometidos a un tratamiento tutelar del Juzgado de Menores.


A las 3 y media de la madrugada, el oficial ayudante Santiago Mansicidor estaba de civil con un grupo de amigos en el bar Juan Valdéz, frente a la Plaza Saturnina Berrotarán. El mayor de los Abatedaga se acercó por detrás y comenzó una discusión que obligó a Santiago a abandonar el local. La barrita decidió continuar con el hostigamiento en la calle. La bronca surgió por el solo hecho de ser policía. Lo odiaban por eso. El agente caminó presuroso hasta su automóvil estacionado a unos 60 metros. Tomó el arma reglamentaria que había dejado en la parte delantera y comenzó a gritarles: “váyanse, váyanse”. Decididos a concluir el plan homicida, los agresores se lanzaron sobre Santiago y comenzaron a golpearlo en patota con golpes de puños y patadas. El arma cayó sobre el asfalto y el agente buscó huir hacia calle Sarachaga. “La bandita” logró alcanzarlo y nuevamente, lo apalearon mientras la víctima intentaba cubrirse con sus manos. Lucas Abatedaga se había apropiado de la pistola Bersa antes de reanudar la persecución. Mientras su hermano y el resto de los atacantes reducían a la víctima, el homicida efectuó varios disparos. Cuatro balazos impactaron directamente en Santiago, que se arrastró gravemente herido hasta la vereda de la plaza. Sin más fuerzas, quedó tendido boca abajo. El menor de los Abatedaga se acercó al cuerpo desvanecido y lo golpeó con un puntapié en la cabeza. La noche había perdido su habitual calma y en los alrededores del centro la tensión dejaba advertir un pesado hedor a muerte.


El padre de Santiago aseguró que “todos sabían” sobre las conductas violentas de la banda de los Abatedaga. Agustín, amigo de la víctima, recordó que dos años antes, los hermanos  “Lucas y Fito” golpearon al joven agente hasta provocarle una fractura en la pierna. Los testigos de la gresca fatal señalaron que Santiago siempre estuvo a la defensiva y buscó disuadir a los agresores. Incluso, habría efectuado algunos disparos al aire para evitar que se acercaran. El policía “se puso en posición de bicho bolita por los golpes que le daban”, relató un hombre que salió del bar para observar lo que ocurría. La decisión de matarlo era parte del plan original.

Para el fiscal Pablo Jávega, está acreditada la participación de todos los imputados por los delitos de homicidio calificado por la calidad funcional del sujeto pasivo y por el concurso premeditado de dos o más personas, homicidio simple y robo. Jávega sostuvo que los homicidas, “actuando conforme a un convenio previo, con específica distribución de roles y con la finalidad de dar muerte a un sujeto, motivados por el desprecio que les generaba la condición de efectivo policial del mismo, lo abordaron entre todos”. El fiscal precisó que “tras propinarle múltiples golpes de puños y puntapiés lo desarmaron y apoderándose del arma de fuego que este portaba, mientras Dallago y los menores de edad lo mantenían indefenso en el piso, Lucas Abatedaga le efectúo cuatro disparos que impactaron en zonas vitales de su cuerpo, provocándole una lesión que posteriormente le ocasionó la muerte”.

Santiago murió cuando era trasladado al Hospital municipal. Una herida vascular abdominal por un disparo de arma de fuego le provocó un shock hipovolémico. La patota ya había abandonado la plaza y buscaba ocultarse del ruido de sirenas de policías y ambulancias. Uno de los menores de edad fue el último en abandonar la escena del crimen. Lo designaron como el encargado de ocultar el arma que había quedado sobre la mitad de la calle. El joven arrojó la pistola sobre el techo del local Centro Deportes y huyó.

Un móvil con dos policías fue el primero en abordar el lugar, alertados por el tiroteo en la plaza. Un vecino les habló sobre la pelea y les advirtió que el arma había sido lanzada hacia el tradicional comercio. Aún era de noche y en el pueblo, el relato de la violenta gresca se expandía como reguero de pólvora. Pocos minutos después, desde el hospital confirmaron que había sido asesinado el policía amable.

Redacción Póster Central