Espasmos

Por Pablo Callejón

Cuando fue por enésima vez a pedir ayuda, solo les rogó que lo detuvieran. Preso quizás viviría. Había recurrido a una ONG, las oficinas del municipio y la Provincia, las mesas de entrada de Tribunales, los despachos policiales y hasta los templos que insisten en no perder la fe. Lo internaron alguna vez, se escapó. Ni siquiera le avisaron. Lo supo cuando su hijo volvió a casa. Le dijo que no volvería a internarse. Estaba sudado, nervioso, algo sucio por el vómito que limpió con sus manos temblorosas, de piel seca. Ella volvió a recorrer los mismos despachos y les pidió que la escucharan. Pasaba otras largas en el hospital con su hija internada por una enfermedad respiratoria crónica. Su hijo había sido papá. Un niño que aprendería a crecer solo con mamá. La última vez que recibió noticias oficiales fue un llamado escueto de un administrativo policial. Habían hallado el cuerpo en cercanías de un puente. La droga tenía más prisa que las burocráticas promesas asistenciales. En el barrio cada fin de semana hay disparos, ambulancias, vecinos que gritan, niños que solo crecerán con mamá. Espasmos.

El Paisa fue obligado a dejar el país mientras aún se contaban los fallecidos por la droga adulterada. El análisis científico determinó el hallazgo de Carfentanilo,  un opiode suficiente para adulterar la cocaína que se distribuía desde un búnker del barrio de Puerta 8. 24 familias lloraban a sus muertos y unos 80 pacientes se debatían en un severo cuadro de intoxicación. El Carfentanilo es un derivado del Fentanilo, aunque 10 veces más potente que la heroína. La sustancia impacta rápidamente sobre el sistema nervioso central y la función respiratoria, provocando una depresión rápida. Se utiliza para dopar a grandes animales y en pequeñas dosis, puede ser letal en las personas. Vimos dos fotos. La primera, un joven que trasladaba a su amigo, quizás su propio hermano, hasta la guardia de un hospital. La segunda imagen fue una mujer llorando frente a la cámara de televisión por su hijo aún internado. Algunos días después, se evaporó el polvo de los allanamientos sobre la Puerta 8, el Carfentanilo, los capos narcos, la cocaína barata, el Paisa caminando libre por Asunción. Espasmos.

Un estudio del Sedronar sobre el consumo de sustancias psicoactivas en una población de entre 12 y 65 años reveló que el tabaco y el alcohol lideran ampliamente el ranking. Luego, sigue la marihuana. Algo más de la mitad de la población fumó alguna vez y 8 de cada 10 comenzaron a beber en el último año. Algunos son preadolescentes de 9 o 10 años. El informe elaborado en 2017 precisó queunas 2.956.910 personas ha consumido psicofármacos bajo tratamiento médico o bien, por su cuenta. El uso sin prescripción médica de tranquilizantes se ubica cercano a los 25 años. Casi un 8 por ciento de las personas consultadas declaró haber utilizado marihuana en los últimos meses y un 5,3 por ciento de la población probó cocaína alguna vez en su vida, lo que implica un incremento del 100% con respecto al estudio del 2010.  Además, 300 mil hombres y mujeres de entre 25 y 34 años experimentaron con alucinógenos. La Organización Panamericana de la Salud advirtió que el consumo de bebidas alcohólicas provocó un promedio de 85 mil muertes por año entre 2013 y 2015. Un 64 por ciento de las víctimas tenían menos de 60 años.  En el mundo, alrededor de 275 millones de personas utilizaron drogas durante el último año, mientras que más de 36 millones sufrieron trastornos por el consumo. La mera prohibición multiplicó los costos económicos y sociales, sin poder reducir los niveles de tráfico y violencias. A veces hay fotos de funcionarios con la droga incautada. Espasmos.

En la Argentina existe un indicador de mortalidad relacionado al consumo de drogas. Lleva las siglas IMRCD. El Sedronar estima el número anual de defunciones que pueden relacionarse directa o indirectamente con el consumo de sustancias psicoactivas en un territorio determinado. Durante el  2019, se registraron 80.808 muertes de personas de entre 15 y 64 años, lo cual representa una tasa bruta de mortalidad de 280 casos cada 100.000 habitantes de ese grupo etario. Del total, el organismo estimó que 13.182 fallecieron por patologías provocadas por la ingesta de algún tipo de drogas. El 80 por ciento consumía tabaco, un 17 por ciento tenía dependencia con el alcohol y un 1,3 por ciento estupefacientes o sustancias de uso indebido. Los estudios buscan revelar el impacto en pandemia. Con el aislamiento social hubo más consumo en soledad y dificultades para el stockeo. La abstinencia de los primeros días para adquirir marihuana o cocaína fue resuelta con un ingenioso esquema de delivery o compras por internet. También habría aumentado el consumo de antidepresivos. Espasmos.

Según reveló la publicación  “Claro-oscuros de las políticas públicas nacionales sobre consumo de drogas en Argentina”, del licenciado en adicciones Juan Carlos Mansilla, las primeras leyes que penalizan la venta sin receta y la tenencia “no justificada” surgen en 1924. Las normas tuvieron correcciones aisladas hasta 1972, cuando el gobierno de facto del General Lanusse, crea una Comisión Nacional de Toxicomanías y Narcóticos (CONATON). No se trataba de un organismo sanitario, sino de control social. Para los militares en el poder, las drogas influían sobre la “ideología de la juventud, encauzándola hacia grupos de izquierda que para entonces resultaban amenazantes”. El Mayo Frances, la vida hippie y el crecimiento de organizaciones idealistas convivían en una paradoja. Según Mansilla, la fascinación del uso de drogas como señal contracultural contrastaba con la postura de expresiones políticas militantes en el país, que rechazaban el uso de drogas militares. En 1985, el presidente Raúl Alfonsín impulsó la “Comisión Coordinadora para el Control del Narcotráfico y Abuso de Drogas”, en un intento por recuperar el sentido sanitario del abordaje de las adicciones. Alfonsín cuestionó las políticas contra el narcotráfico de los Estados Unidos y se estableció el rol que debía ocupar el Ejército. El consumo, distribución y elaboración de drogas ilegales creció en forma exponencial pese a los mandatos de prohibición.  En Latinoamérica los conflictos relacionados a la comercialización de estupefacientes explican gran parte de los más de 2,5 millones de asesinatos violentos de las últimas dos décadas, según surge de un estudio del Instituto de Análisis Igarapé. Rosario es un caso emblemático en el país. Bandas narcos que incorporan a jóvenes de barrios vulnerables en una economía ilegalizada que se ofrece en una bandeja repleta de billetes. La red de negocios incluye amenazas a fiscales y jueces, balaceras, corrupción de las fuerzas de seguridad, proliferación de quioscos de venta y narcos que dominan las operaciones desde las celdas carcelarias. Solo en 2021 asesinaron a 241 personas en Rosario.
La Universidad Católica Argentina reveló que cuatro de cada 10 hogares pobres perciben la venta de drogas en sus barrios.  El estudio nacional indicó que un 23 por ciento informó sobre la presencia de tráfico en la manzana, vecindario o barrio en el que residen. A veces, logran desbaratar un punto de distribución. Espasmos.

A Claudio Torres lo asesinaron sicarios que huyeron sin dejar rastros. El jefe policial que investigó el homicidio admitió ser cómplice de la banda que lideraba el zar de los autos importados. Gustavo Oyarzábal también reconoció haber colaborado con el clan de los Vargas Parra. A ninguno de los secuaces de la banda de Torres lograron encontrarle drogas. Tenían inmuebles, vehículos carísimos, dinero, joyas y una vida de ostentaciones. Sin embargo, no hallaron los estupefacientes que promovían las maniobras de lavado de activos. Los operativos cinematográficos dejaron de estar en portada. La política ya no apunta a desbaratar bandas, sino a golpear en el narcomenudeo. Las fotos de los partes oficiales no refieren al lujo de los capos. Solo hay delincuentes con pantalones de gimnasia, que salen esposados de viviendas humildes. Las penas se endurecieron para quienes venden a pequeña escala y los juicios se trasladaron de los tribunales federales a los banquillos provinciales. A veces, la moneda cae en cruz y se encuentran envoltorios que no lograron ser distribuidos. Los pibes se matan por mucho menos en los barrios. Es la muerte de la que nadie habla 48 horas después. Espasmos.