
A puro valor Patricia
Por Pablo Callejón
La turba movilizada por el odio llegó al frente de la comuna en el caluroso mediodía del 6 de noviembre. La alcadesa de Vinto no abandonó su despacho. Escuchó paciente los gritos y decidió enfrentarlos. La ciudad de más de 50 mil habitantes lleva el nombre del Quechua Wintu y significa “recodo”, como en una revuelta del río que cambia de dirección pero siempre conserva la misma agua. La mujer fue arrastrada entre gritos y empujones hacia la calle. Los violentos le habían quitado el calzado y comenzaron a cortarle el pelo. No les alcanzaba con lastimarla, necesitaban también humillarla. Querían irradiar la imagen de una Bolivia inmersa en un resentimiento visceral, al aguardo del rescate de un Dios vengativo capaz de someter al pueblo con sus privilegios oligárquicos. La mujer sin armas los enfrentó con el coraje de un batallón. La obligaron a caminar descalza unos 7 kilómetros, mientras le arrojaban una pintura roja, como en la simulación de un baño de sangre. La seguridad llegó oportunamente tarde. La alcaldesa les advirtió a los matones paramilitares que la golpeaban con furia que no iba a renunciar al mandato de su gente. “No tengo miedo por decir mi verdad. Y estoy en un país libre. Y no voy a callar y si quieren matarme que me maten” gritó ante los celulares que grababan su martirio. El milagro de sobrevivir abrazó de coraje a María Patricia Arce Guzmán. En el país, ya se estaba gestando el Golpe.
Patricia fue falsamente denunciada de incumplir un decreto sanitario por festejar el cumpleaños de uno de sus cinco hijos. Dijeron que habían consumido alcohol, aunque todos los test resultaron negativos. Ante la falta de pruebas, el Gobierno de Facto y sus aliados en las viciadas estructuras judiciales inventaron más de 17 causas penales. A su hijo menor lo encerraron en un centro de infractores y debió pasar una noche con delincuentes acusados de diferentes abusos. El despacho de la resistencia moral había sido incendiado. Patricia no solo era un blanco necesario para los golpistas por sus ideas políticas. El desafío era aún mayor por tratarse de una mujer con rasgos indígenas y valores a prueba de una dictadora que nunca falta los domingos a misa. Aquella noche fue asesinado Limbert Guzmán Vásquez, de 20 años. En su velatorio, entre algunas coronas y flores dispersas, había un cartel de la “Promo 2019”. Lo habían golpeado en el cráneo hasta matarlo. Los diarios del poder dijeron que fue víctima de un enfrentamiento entre bandos. La familia del joven que había concluido el bachiller y soñaba en convertirse en ingeniero sabía que los asesinos rondaban por siniestros ministerios. Casi un año después, el Movimiento al Socialismo volvió al poder con los votos de una amplia mayoría que respaldó las candidaturas de Luis Arce y David Choquehuanca. Patricia ya no era la mandataria de la comuna saqueada por la ira. La mujer que enfrentó las operaciones mediáticas, políticas y judiciales de los golpistas se convirtió en senadora por Cochabamba en elecciones que ni la corrupción de la OEA pudo hacer caer. Se convertirá en una de las 20 mujeres que dominará la Cámara Alta en los próximos cinco años.
María Patricia Arce es huérfana de padre y la menor de una familia de 10 hermanos. Fue mecánica y tractorista en el Servicio Nacional de Caminos, antes de recibirse de abogada. “Siempre me he inclinado a la izquierda, quizá por la dura niñez que pasé”, afirmó la dirigente que debió lidiar con el machismo arraigado a las raíces de un sistema que intentó arrasar con todo, y fundamentalmente, con todas. El día que la golpearon en la cabeza para desestabilizarla y la rociaron con un bidón de gasolina, los integrantes de la turba quisieron dar un mensaje aleccionador al Gobierno popular. Tras cuatro horas de tortura, policías motorizados la rescataron y al llegar a Huayculi, fue trasladada al hospital de Capinota. Allí recibió el llamado del presidente que resistía la embestida golpista. Evo Morales le brindó su apoyo y le pidió disculpas: “Perdóname, todo esto es por mí”
“Vinto corazón de manzana surco
profundo de gloria de libertad tu
floreciente hoy y tu mañana
serán ejemplo de trabajo y unidad”
“Si alguna vez se te debilita el corazón y no te quedan fuerzas recordá su nombre e invócalo: María Patricia Arce Guzmán. Chola, Senadora Boliviana” La frase reza sobre una fotografía de la ex alcaldesa hablando a la multitud de militantes del MAS. Miles de ciudadanos inmersos en banderas y pañuelos de un azul intenso. La mujer que desafió a los voceros de la muerte pareció fortalecida por la historia de Vinto y la letra de su himno. La ciudad fue la tierra de numerosos combates que la región cochabambina desplegó en busca de la independencia. Un lugar que desconoce de rendiciones ante los poderes de facto. Las mujeres bolivianas fueron paridas en el liderazgo de Juana de Arzuduy, la rebelión de Gregaria Apaza, la libertad de Bartolina Sisa, la entrega de Manuela Gandarillas y la temeridad de Mariana Zudáñez.
Patricia no estuvo dispuesta a traicionar a quienes la votaron, ni aún cercada por la muerte. Como en la poesía de Chavela Vargas, cambió su suerte para caminar hacia la vida. La revancha fue una marea de votos en la recuperación de la democracia boliviana. La Whipala volvió a flamear en el viento seco de Cochabamba, un lugar de inviernos y veranos tan breves como los tiempos de lluvia. La ex alcaldesa decidió defender las prácticas políticas que buscan despatriarcar un lugar que ahora enaltece a sus cholas. Bolivia se convirtió en el segundo país del mundo con mayor participación de mujeres en política. Según el Observatorio de Género de la Coordinadora de la Mujer de Bolivia, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, la representación femenina supera el 50 por ciento que exige la ley. Es verdad Chavela, ha cambiado la suerte. La diversidad pluricultural y multilingüe empodera a regiones en las que predominan las culturas Quechua y Aymara. Las mayorías han impuesto sus voluntades colectivas por sobre la prepotencia de las Añez y los Camacho. Con la certeza que invoca a la alcaldesa de Vinto. Esa mujer que a puro valor, ha cambiado la suerte.
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