Crimen de Claudia Muñóz – Sergio Medina: “Soy inocente, no hice nada”

“Yo confiaba. Soy inocente, no hice nada. Confiaba en Dios, todo” El testimonio de Sergio Medina, único acusado por el crimen de Claudia Muñóz, es un documento revelador del caso a solo días del inicio del juicio con jurados populares.
La entrevista fue realizada por el periodista Pablo Callejón para Telediario Federal en 2017, cuando Medina recuperó por algunos días la libertad. Luego, el imputado sería nuevamente detenido.
“Ha sido difícil estar en la cárcel, nunca me imaginé algo así. Uno no espera esto. Jamás me imaginé algo así del fiscal. Yo la conocía solamente como cliente a Claudia”, enfatizó.
Medina aseguró que “el día del homicidio no tuve contacto con ella”.
“Ese día no fui al negocio. No tengo nada que agregar. En Las Albahacas hubo mucha alegría. La gente se ha portado bien, me conocen. Tengo fe en Dios. Dios hace Justicia”, sostuvo.
Al ser consultado nuevamente sobre su responsabilidad, lanzó: “Sin duda, soy inocente. Confío en que habrá Justicia, seguro”

EL TEMOR A LA DUDA INSUPERABLE

Por Pablo Callejón

El fiscal Fernando Moine describió que aquel 9 de mayo de 2017, Sergio Medina arribó al local “Mi Sol” en el que Claudia Muñóz acomodaba las prendas para la venta diaria. Fue entre las 16,36 y las 17,10. Unos minutos antes, la comerciante había llegado en su Fiat Uno Blanco tras concluir su habitual rutina en el gimnasio. Medina había caminado en el mismo sentido del vehículo y al ingresar al comercio, le consultó a Claudia sobre una campera que había encargado previamente. El homicida la obligó a trasladarse hacia el probador de ropa donde le asestó treinta y tres puñaladas con un cuchillo monófilo. La herida número 32 afectó la cavidad abdominal, lesionando vasos y bifurcaciones, lo que provocó un shock hipovolémico y la muerte. Antes de huir sin ser advertido, Medina guardó cuidadosamente el cuchillo, retiró su plantilla de cliente y evitó dejar rastros de sangre.

El viudo Juan Carlos Debia supone que Medina estaba obsesionado desde la adolescencia con su mujer. Aquel impulso emocional desbordante lo habría convertido en un asesino. El fiscal Fernando Moine admitió que no pudo hallar los motivos por los que el albañil de 46 años decidió la muerte de Claudia, pero está convencido sobre su responsabilidad. La descripción del hecho se sustentó en la investigación del ex comisario Gustavo Oyarzábal, hoy detenido por vínculos con el narcotráfico. La pesquisa apuntó a “indicios suficientemente serios, concordantes, graves, anteriores, concomitantes, posteriores, próximos y necesarios obtenidos durante la investigación”. La búsqueda de sinónimos y adjetivos para disimular la ausencia de pruebas directas decidirá la suerte del albañil que solo pudo alcanzar el cuarto grado de la primaria y aún vivía con sus padres cuando fue detenido en las tranquilas serranías de Las Albahacas.

El agente Enrique Oscar Rivarola fue el primero en ingresar al local en calle San Martín al 2074. En el cambiador observó a una mujer recostada de decúbito lateral derecho con aparentes lesiones punzocortantes en distintas partes de su cuerpo. Rivarola llamó a la central de Policía y pidió la asistencia médica. El doctor Román Fistori confirmó minutos después el deceso de la víctima. Aunque había muchos rastros de sangre, los análisis genéticos confirmarían meses después que ninguno pertenecía a Medina.
El lugar del crimen está ubicado a metros de la comisaría de Abillene y frente al gimnasio donde Claudia cumplía con su rutina física. Aquel 9 de mayo, la víctima se retiró unos minutos antes de las 16 y acercó a una compañera a su casa. A las 16,36, una amiga del gimnasio la vio llegar al negocio y le avisó que al concluir la clase se cruzaría para abonarle una deuda pendiente. 34 minutos más tarde, la mujer ingresó al comercio con la puerta entreabierta y observó parte del cuerpo de Claudia. Conmocionada, la testigo regresó al local deportivo para pedir que llamaran a una ambulancia y caminó sin respiro hacia la comisaría.

En su indagatoria, Medina recordó que el día del crimen viajó a Río Cuarto para derivar a su padre a una consulta médica. En el automóvil Fiat Palio también viajaban su hermano y su madre. Antes de regresar a Rodeo Viejo para cumplir con su jornada laboral, Juan Carlos prometió buscarlos por la tarde, entre las 18 y 18,30. Medina acompañó a sus padres al Sanatorio Privado y a las 13, abordaron un remis que los trasladó hacia la casa de la tía Antonia. Después de un almuerzo familiar, Medina aseguró que entre las 16 y 16,30 se dirigió al corralón “San Martín”, caminando en zigzag por las calles internas. En el lugar, compró 22 metros de papel Ruberoy, pagó 90 pesos y conservó el ticket. 20 minutos después, cumplió con el mismo recorrido para regresar a la vivienda de su familia. En aquella breve caminata afirmó no haber desviado la mirada hacia el local donde minutos después apuñalarían a Claudia Muñoz.
En casa de Antonia, se desarrollaba una partida de cartas de la que participaban los padres y tíos de Medina. El imputado sostuvo que entre las 17 y las 17,30 decidió caminar hacia la quiniela ubicada al lado del supermercado Átomo, donde realizó una apuesta de 30 pesos al Quini 6. Aquel trámite no lo habría demorado más de 20 minutos. Al volver, la partida se había interrumpido abruptamente por un rumor que corría como reguero de pólvora. Habían hallado el cuerpo de Claudia Muñoz en el vestidor de su comercio. Nadie sabía por qué, pero la habían asesinado.

El albañil confirmó que era cliente del local Mi Sol, aunque el vínculo comercial se había originado mucho antes, en el 2012. Medina le compraba a Claudia las camisas, pantalones y zapatos que usaba para trabajar. En aquel momento, la víctima vendía mercadería a domicilio y comenzaba a gestar una nutrida cartera de clientes.
Quienes la conocieron, afirman que Claudia “era cerrada y no comentaba mucho sobre cuestiones personales”. Sin embargo, un día antes del homicidio, había posteado fotografías en su sitio de Facebook sobre el festejo junto a su marido por 30 años de un feliz matrimonio.
Tras analizar los teléfonos de la víctima, el entonces jefe de Investigaciones Oyarzábal determinó que “no surgían a la vista indicios que condujeran a pensar que el crimen fuera de índole pasional ni que tuviera raíz en alguna deuda económica”. También descartó una posible venganza extorsiva ligada con una mujer en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires. El ex comisario creía que el asesino estaba más cerca de lo que había indicado la primera hipótesis.

Juan Carlos Debió advirtió que su mujer estaba “muy nerviosa y pendiente del teléfono” mientras almorzaban. Ante el fiscal, una amiga de la víctima comentó que la víctima había estado “rara todo ese día”. Incluso “había salido apurada del gimnasio, no se bañó y estaba apresurada en llegar al negocio”.
Oyarzábal propuso la intervención de los teléfonos utilizados por Claudia y por Sergio Medina, para determinar si hubo llamadas ó mensajes cruzados el día del asesinato. Nada en el análisis llamó finalmente la atención. También solicitó observar los registros de todas las cámaras de seguridad en la zona. Solo el sistema de la concesionaria de automotores “Darío Gordo”, ubicado a unos 300 metros, permitió advertir el paso de un hombre “algo calvo”, con características fisonómicas que podían corresponderse con el principal sospechoso. La figura en el video caminaba con pasos urgentes, a pesar del transitar “pachorriento” que caracterizaba al albañil.
Aunque no había arma homicida, ni testigos directos, ni un informe de ADN que vinculara a Medina con el homicidio, Oyarzábal se mostró convencido sobre su responsabilidad en el violento asesinato.

El forense Guillermo Mazzucchelli advirtió que se observaron lesiones de defensa en el cuerpo de Claudia Muñoz. Y aunque “no se puede especificar con exactitud con qué mano fueron practicadas las puñaladas”, el ataque fatal fue efectuado por el asesino con su mano derecha. Curiosamente el agresor no utilizó una fuerza brutal: la herida mortal derivó de una lesión pequeña punzo penetrante. Para el forense, el autor del crimen no tenía una vasta experiencia en el uso homicida de un arma blanca.
Con el expediente sobre su escritorio, el fiscal Moine concluyó en que Oyarzábal puso “todo su ahínco” para desentrañar lo realmente sucedido y permitió con “sobrada convicción” acreditar de que Sergio Aldo Medina fue el autor del crimen.
“Es evidente que el trato que mantenía Medina con la víctima era habitual, enmarcado en un contexto de confianza que le habría permitido al encartado ingresar al negocio sin que la víctima se alertara del peligro”, afirmó Moine en su resolución de elevación a juicio de la causa.
El fiscal manifestó que “si bien las pruebas descriptas revisten el carácter de indiciarias, estimo que por su número, seriedad y concordancia, conforman una congerie de circunstancias convergentes en la formulación de la probabilidad de contenido positivo que permiten atribuir la autoría de Medina en el hecho que se investiga”.

Ante los jurados populares y el tribunal técnico, el acusado enfrentará finalmente el banquillo. Sus familiares aseguran que al concluir el proceso, el albañil estará “comiendo un asado en familia en su casa de Las Albahacas”. Los allegados de Claudia Muñoz confían, en cambio, en alcanzar una condena “severa y justa para el asesino”. Será un tiempo en el que solo habrá lugar para la certeza definitiva ó la duda insuperable.