¿Y si esta vez pierden los bancos?

Por Pablo Callejón

En Argentina, uno de cada tres hogares tiene diferentes problemas de vivienda. Son 12 millones de habitantes afectados por un faltante de 3,5 millones de unidades habitacionales. El déficit impacta mayoritariamente en los sectores más vulnerables, los trabajadores y la clase media que no tienen acceso a créditos subsidiados.
Según datos del INDEC publicados por el diario La Nación, cada año, en el país se generan alrededor de 210.000 hogares, de los cuales 35.000 no llega a lograr un techo para vivir.
Aunque la crisis por las viviendas impacta en la población con menos argumentos defensivos frente a la especulación financiera, durante el gobierno de Mauricio Macri se lanzó un programa que sometía a los adjudicatarios a un sistema de préstamo indexado que denominaron Crédito Hipotecario UVA. La alternativa nunca fue beneficiosa, pero resultó la única posible para unas 150 mil familias.

La UVA es una unidad de medida creada por el Banco Central que varía todos los días según la inflación. La movilidad está atada al Coeficiente de Estabilización de Referencia (CER) que refleja la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC), publicado por el INDEC. El indicador inflacionario anual en la era Macri llegó al 24,8 por ciento en 2017 y se disparó en 2018 al 47,6 por ciento. Asfixiados por el derrumbe de salarios y cuotas exorbitantes, los adjudicatarios advirtieron al gobierno anterior sobre la escalada en los montos que debían pagar por capital e intereses. La respuesta fue la de un gerente detrás del escritorio de cedro. Los especuladores creyeron que los créditos UVA era “un negoción” porque también aumentaba el valor de mercado del inmueble. El problema es que los “beneficiarios” no querían vender su casa, sino poder vivir en ella.

El crédito UVA no se toma en pesos ni en dólares, sino en Unidades de Valor Adquisitivo (UVA). Aquí nace la primera y profunda desigualdad. El tomador recibe pesos para abonar una vivienda valuada en dólares y queda atado a los efectos devaluatorios mientras gestiona el crédito. Cuando obtiene el préstamo, debe pagar las UVA condicionadas por las variables inflacionarias y las fluctuaciones de la moneda norteamericana, aunque sus salarios son y serán en pesos. El crédito incorpora una tasa fija de entre el 6 y el 10%, que dispone cada Banco. Uno de los principios de la oferta era evitar que la cuota superara la de un alquiler ó el 25 por ciento de los ingresos del tomador. Sin embargo, con la debacle financiera todo se fue por los aires. En cada alza de la inflación aumentan la cuota y el capital, mientras los salarios perdieron siempre frente a los precios. El final del gobierno de Macri reveló una caída del poder adquisitivo del 23 por ciento, según un informe del Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) y consultoras privadas.

Los Bancos gozaron de un beneficio que puso en riesgo la vivienda de los hipotecados pero logró garantizar jugosos beneficios para las arcas financieras. “La modalidad UVA fue propuesta como una manera de vigorizar el mercado financiero y de facilitar el acceso a la compra de inmuebles”, resalta en su página web el ICBC. Los UVA fueron pensados para aquellos que accedían a su casa propia pero no podían quitar las cartas de la mesa en medio de la timba.

Condicionado por la campaña electoral, el Gobierno de Macri congeló las cuotas y pateó hacia adelante una solución de largo plazo. Durante el debate presidencial, el ex presidente prometió cambiar a una actualización de las cuotas por salario y no por inflación. Su rival en las urnas, Alberto Fernández, cuestionó a los planes UVA y prometió una solución para los adjudicatarios.
Tras asumir la presidencia, Fernández dispuso continuar con el congelamiento de las cuotas y ordenó que el Banco Central avance en una solución con “esfuerzo compartido” entre hipotecados y bancos. Así lo resolvía el artículo 56 del proyecto de Solidaridad Social y Reactivación Productiva que aprobó el Congreso Nacional. El objetivo generó la primera sospecha sobre el desenlace. Los adjudicatarios ya habían hecho el esfuerzo, aunque perdieron salario, mientras las entidades crediticias garantizaron sus ingresos a través de la indexación por inflación. El gobierno nacional que prometía elegir a la gente frente a los bancos, los dispuso en un falso estado de igualdad. Nunca hay esfuerzo compartido entre el hipotecado y un banco.

En 2018, cuando el desplome de la economía acompañaba una inflación galopante, los bancos tuvieron ganancias por 172 mil millones de pesos. Se trató de un incremento en sus ingresos del 121 por ciento. Ganaron mientras cerraban el crédito al consumo y la producción, beneficiados por una bicicleta financiera que permitía una lluvia de dinero a solo un click. En cuatro años de gobierno macrista, los beneficios bancarios alcanzaron los 21 mil millones de dólares.

Tras una resolución con gusta a nada, la ministra de vivienda María Eugenia Bielsa dijo que entiende que “hoy la respuesta para los hipotecados UVA sea escasa” y aseguró que desde el gobierno no tomaron “el compromiso de buscar la solución a la salida del sistema”. La decisión generó la celebración de los bancos y un nuevo reclamo de los adjudicatarios. En las redes sociales, militantes del Gobierno consideraron que los UVA son solo “un acuerdo entre privados” y no una política de viviendas oficial. Además, calificaron de “globertos” ó “globoludos” a los que intentaron acceder a su propia casa a través de los créditos y advirtieron que la plata de sus impuestos no debía ir a solucionar el problema de los hipotecados. Este último concepto revela que las divisiones políticas incorporan prejuicios por igual: creer que todos los que cayeron en el UVA son macristas y que el Estado no debe meterse en ese embrollo con los bancos. La postura incorpora un acto negacionista al rol histórico de los estados nacionales, provinciales y municipales en los planes habitacionales para las clases medias ó bajas.

El nuevo Gobierno heredó un problema que no generó, es verdad. Pero el compromiso por resolverlo no surge de una promesa de campaña sino del rol que ostentan por el voto popular. 150 mil familias que apostaron por la casa propia hoy temen perderla frente a la voracidad de la inflación y la seguridad jurídica que solo atiende a los bancos. Cuando la disputa es tan desigual, solo queda el rol del Estado. En las oficinas del Banco Central, las reuniones deberían disponer de asientos para los afectados. Los UVA fueron un negocio para los dueños de la banca. Nunca les fue mal y ya ganaron demasiado. Si el dilema es elegir entre la gente y las entidades bancarias, por qué no preguntarse: ¿Y si esta vez pierden los bancos?